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"Mi abuelo es el culpable de que esté en esto"

12 de Febrero de 2007 | 13:51 |
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Siempre alegre y sonriente, es muy cortés y parece menor de lo que realmente es. Tal vez por eso, el fenómeno que provocó "Machos" en Chile lo incomodó en un primer momento, porque perdió su calidad de ser anónimo; sin embargo, al mirarlo a la distancia, reconoce que significó mucho para él, como viajar por todo el país, hacerse de un buen grupo de amigos, ir a España a lanzar la teleserie "y viajar en primera clase como rock star, ¿cachai? Fue bien curioso pa' uno que era un cabro".

Siempre mantiene un tono calmo y suave y evoca con mucho cariño sus trabajos, incluso "Hippie", que no considera para nada un fracaso, sino una bonita teleserie, de época, que tuvo un rating decente, aunque perdió frente a la de la competencia. "Para mí fue la propuesta más cuidada estéticamente y con más recursos", dice.

-Vienes de una familia de políticos, ¿por qué el teatro?
"Bueno, los políticos son los mejores actores, de eso nos hemos dado cuenta el último tiempo, jajaja, son grandes comediantes.
"¿Por qué el teatro?, no sé, de chico. Soy el menor del primer matrimonio de mis padres y siempre fui el más libre, no tuve la presión de ser médico, ingeniero ni abogado y siempre fui bien literato cuando chico, bien poeta, bien inquieto en la parte artística".

-¿Participabas en la academia de teatro de tu colegio?
"Sí, claro, era muy buena. Estuve ahí desde chiquitito hasta que salí".

-Es que el Saint George es un colegio que permite que se realicen en un espectro amplio.
"Sí, dentro de los colegios del barrio alto, es en el que hay más libertad vocacional; no te encausan. Eso hace que del colegio hayan salido muchos líderes de opinión. Nos inculcaron la autodisciplina desde chico".

-Bueno, ¿pero en qué minuto decidiste ser actor?
"Na' poh, salí de cuarto medio y me vi enfrentado a rellenar este formulario de las postulaciones. Había hecho dos obras de teatro muy bonitas en el colegio que estuvieron siempre llenas y sentía que tenía dedos pa'l piano; mis compañeros y profesores me lo decían y fue como ya, me la voy a jugar, voy a estudiar teatro, pedagogía en castellano o periodismo. De hecho, casi fuimos colegas".

-Ah, ¿sí?
"Entré a teatro en la Chile y en segundo año me vino una crisis vocacional; me cuestioné en qué me iba a ganar la vida y si esta carrera era solo un hobby. Di la prueba especial para entrar a periodismo en la Católica –postulaban 200 personas para dos cupos- y quedé. Fui dos semanas al Campus Oriente y dije no, esto no es lo mío; me bajó una necesidad urgente de volver a la escuela de teatro de la Chile. Me sentí completamente desadaptado y, como teatro entraba dos semanas después, ni se notó que había estado en otra parte".

-¿Tus papás no pusieron obstáculos a que fueras actor?
"Mi papá no; a mi mamá le parecía osado (recalca la palabra), aunque siempre fui muy libre y me decía haz lo que tú creas que tienes que hacer. En ese sentido, jugó un rol muy importante mi abuelo materno –José Luis del Río Rondanelli- , empresario, que dictaba sentencia en mi familia; él le dijo a mi madre en lo que Pablito haga le va a ir bien".

-¿Pablito?
(Se sonríe) "Pablito, claro. Él es uno de los seres que echo de menos; es muy importante para mí. Empresario, ingeniero, muy de números, pero un señor muy abierto, muy culto, muy de teatro, de ópera. Las primeras veces que fui al Municipal fue con él; también me acercó y es culpable de que esté en esto".

-¿Con qué género te quedas? ¿Tablas, tv o cine?, porque alguna vez dijiste que el cine reúne todo lo que te gusta: la literatura, la fotografía y la actuación.
"En el cine se reúnen todas mis inquietudes artísticas. Sí, poh, porque desde adolescente rayo con la fotografía y con las letras, también con la actuación y el cine es donde confluyen todas. Sin embargo, como actor, me gustan las tres".

Explica que el teatro "es lo máximo, porque te permite volverte loco o crear un mundo fantástico durante las dos horas que dura la función; entras al personaje y haces un viaje mágico durante dos horas. Es genial; uno logra un estado espiritual como de liviandad, de viaje, de sueño, que no lo logras en la televisión ni en el cine, porque es muy fragmentado el trabajo".

-¿Y la televisión?
"Lo que me gusta mucho del trabajo de actor en este medio es que te estás sorprendiendo todo el rato y te estás machacando en el oficio. Puedo pasar de una escena en que salgo llorando y completamente destrozado a otra en la que estás en otro estado, en otra emoción. Eso te obliga a estar sacando pañuelos de adentro del sombrero y estar sorprendiéndote a ti mismo, a tu director y al público. Te da mucho oficio, la televisión y me gusta, me entretiene".

Respecto al cine, Pablo Díaz asegura que "ninguna escena sobra. Todas son muy importantes y se busca cada una, porque va a ser para siempre, será inmortal; no como en la tele, que el tiempo apremia. Por eso el cine tiene una cosa muy rica de búsqueda".

En este medio, el actor ha participado en "LSD" de Boris Quercia y en "Secuestro", una película medio cibernética. Hizo un cameo en la próxima película de Ernesto Díaz, con Marko Zaror, "Mirageman" y en el futuro, si todo sale bien, actuará en "Pinochet boys".

También estuvo un año en España estudiando cine y cuenta que fue uno de los mejores años de su vida, porque "es muy entretenido, después de tres años de pega, volver a agarrar la mochila y el lápiz".

Además de su trabajo como actor, hace poco creó su propia productora "Coquimbo Filmes", que organizó el primer concurso privado de largometrajes. Pablo cuenta que fueron seleccionadas tres menciones honrosas y un primer lugar –"Andes", de Camilo Lorca-. Están trabajando en el guión, puliéndolo y dándole forma para conseguir fondos para poder filmarlo.

-¿Proyecciones?
"Filmar las películas que te cuento, seguir actuando en cine, en teatro, en televisión... ¡ser feliz!"
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