Pequeña o grande, plástica o de cemento, redonda o cuadrada, de veinte centímetros o dos metros de profundidad. Nada de eso importa. Con la ola de calor que ha recorrido al país las piscinas se han transformado en protagonistas del verano.
Hacen la felicidad de los niños, pero
para los padres es sinónimo de preocupación y angustia. Y es ahí cuando las clases de natación surgen como una salida natural y confiable. Pero, ¿ es así? .
Aunque el jefe de la UTI pediátrica de la Clínica las Condes, doctor Jaime Cordero, se declara un hincha de las clases de natación para niños mayores de cuatro años, es categórico en afirmar que éstas no evitan los ahogamientos", especialmente en los más pequeños.
Cordero recuerda que el año 2000 la Academia Americana de Pediatría
señaló que los niños menores de cuatro años no se encuentran suficientemente desarrollados para recibir clases de natación. Por lo tanto,
aunque hagan cursos o talleres acuáticos, éstos no garantizan que al momento de un accidente el menor sea capaz de salir a flote.
Para tener en cuenta |
Profundidad
Bastan tres centímetros para que se ahogue un niño.
Vigilancia
No se trata de estar presente, sino de estar mirando. Nunca dejar solo a un niño en ninguna fuente de agua (tina, balde, bacinica, piscina etc.).
Tiempo
Sólo 3 minutos de inmersión bastan para provocar un paro cardiorrespiratorio.
Siempre
Se debe vaciar el agua de los recipientes una vez que se hayan usado (incluyendo las piscinas pequeñas).
Prevención
Estimular la enseñanza de reanimación en padres y familiares. Un niño que es reanimado al borde de la piscina tiene muchas más posibilidades que el que es trasladado a un centro asistencial. |
"En un tema tan delicado como las muertes por inmersión,
no hay que guiarse por las excepciones. Probablemente algunos niños pequeños logren flotar, otros más grandes con 8 o 10 sesiones van a nadar espectacularmente, pero la mayoría no lo logrará", precisa.
Diversión acuática
Ante una caída, muchos se bloquean.
"En la clínica hemos tenido casos de niños ahogados en una bacinica, en baldes, artesas... Es tal el bloqueo que ni siquiera levantan la cabeza. Bastan tres centímetros de agua para que se ahoguen".
En el Spa de Providencia conocen el tema. Hasta el recinto ubicado en Jorge Matte Gormaz llegan padres con niños menores de un año. Augusto Mandujano, coordinador técnico, aclara que
las clases de natación son para mayores de cuatro y las de desarrollo motor para los más pequeños. "En ellos se ve más que nada el enriquecimiento motriz del sistema nervioso.
Un niño pequeño tendría que estar muy estimulado para abrir los ojos, respirar, pero si cae al agua puede avanzar hasta la orilla".
"No falta el mateo del curso, pero no hay que guiarse por las excepciones", insiste Cordero. En todo caso, Mandujano reconoce que para aprender técnicas de natación se requiere que esté maduro el sistema nervioso.
"Hay que evaluar caso a caso las habilidades logradas: abrir los ojos bajo el agua, saber respirar, hundir la cabeza, deslizarse, volver a la posición de pie, flotar de espalda y con distintos elementos (alitas, mochila, tallarín) hasta que lo haga solo".
No existen recetas mágicas para aprender a nadar, dice. Para algunos niños las clases intensivas (todos los días) resultan más eficientes, pero para otros no.
Clave es no obligarlos; que descubran que pueden manejarse en el agua y divertirse.