El actual bombardeo de información erotizada lleva a los padres a preguntarse cada vez más cómo y cuándo hablar de sexo con sus hijos. No basta con dejarle la tarea al colegio. Para un desarrollo sexual sano, importa responder con naturalidad a las dudas en la casa también. "Al niño hay que ir acompañándolo. Nunca darle más información de la que está pidiendo, ni menos. Hay que seguir su ritmo, porque muy distinta es la preocupación a los cinco años y a los doce", explica la siquiatra Lisette Lavanchy.
28 de Febrero de 2007 | 09:39 |
Mientras navegaban en un sitio de juegos en internet, los tres pequeños hijos de Aurora cayeron sobre una página de pornografía dura. "Yo alcancé a darme cuenta y la saqué. Les dije que no podían verla porque era para adultos y bloqueé todos los sitios que tienen la palabra sexo". La medida no bastó. Los niños, de cinco, siete y nueve años, al darse cuenta de que con ese filtro también se había limitado, por error, su acceso a algunos de sus juegos favoritos, lograron desactivar el sistema de control. Aurora optó entonces por suspender su suscripción a internet. "Quedé choqueada, porque mis hijos son niños que ven monitos y juegan a los Power Rangers. Son guaguas", dice.
La experiencia enfrentó a Aurora a la dificultad de hablar de sexualidad con sus hijos y de protegerlos de una sobreinformación. "Con ellos hablo de algunas cosas viendo la teleserie en que aparecen madres solteras, por ejemplo, y les explico. Pero de la relación sexual propiamente tal nunca he hablado. Tampoco de por dónde salen las guaguas, porque no sé cómo tratarlo. Me da nervio y pudor, porque uno como mamá los ve como guaguas, entonces dejo que el colegio se encargue. Además que no sé cuál es el momento preciso para hablar esos temas, a qué edad corresponde hacerlo", confiesa.
Aurora es una de muchas madres que se sienten superadas frente a la necesidad de informar a sus hijos sobre la sexualidad. ¿Cómo hacerlo? ¿Cuándo? ¿Qué tanto decirles y con qué palabras? son algunas de las preguntas más recurrentes de los padres de familia.
Hoy, sin embargo, los expertos destacan cada vez más la necesidad de que los padres no les deleguen todo a los profesores y se hagan cargo de esa responsabilidad, desde una edad muy temprana. Lisette Lavanchy, siquiatra infanto-juvenil, explica: "Con esto de la sobreinformación por internet y la televisión, con mayor razón hay que hablar de estos temas, porque es como si le pasaran al niño cuatro tortas a la vez y que se las tuviera que tragar. Es indigerible". La siquiatra explica que la sexualidad es algo que se va integrando en la mente del niño a medida que éste se desarrolla, y que por lo tanto cualquier sobreestimulación o deprivación - a través de la entrega de demasiada o muy poca información sobre sus dudas respecto a la sexualidad- es dañina. "El niño no le va a poder dar un significado a la información y eso produce confusión, patologías, y hace que la mente no se estructure en forma sana. Es como si se quedara sin masticar, tragar ni digerir. Se enferma de la guata. La receta de fondo es darle al niño, en la medida en que lo va pidiendo, el lenguaje, o sea la simbolización, y la posibilidad de pensar. Uno como padre tiene que entregar un espacio intermedio para que en vez de pasar al acto, el niño piense, elabore todas sus ansiedades, sus miedos y sus ganas de saber, que son normales. Si fallan estas cosas aparece mucha vergüenza, culpa y dificultades sexuales, porque la sexualidad no queda como algo incorporado como parte de la vida, sino como algo ajeno, de lo que no se habla o no se quiere saber o, al revés, se expone demasiado", aclara.
La doctora Flora de la Barra, siquiatra de niños y adolescentes en la Clínica Las Condes, también insiste en lo imperioso que es acompañar a los hijos en su crecimiento sexual: "Si un niño llega a la adolescencia con una serie de miedos y de tabúes, no va a estar preparado para su vida sexual. Va a estar ignorante y traumado. Además la sexualidad también involucra la parte social y valórica de la relación con el sexo opuesto y eso puede verse menoscabado. Pueden tenerles miedo a los adolescentes del otro sexo, pueden confundirse, y eso los lleva a imaginarse cosas que los angustian. Piensan: eso debe ser tan terrible que la mamá o el papá no me lo puede contar", señala.
De ahí la importancia de establecer muy luego un diálogo abierto con los hijos y de no esperar que las preguntas de los pequeños sean extremadamente concretas para responder a sus dudas. "A veces ocurre un mito, como si el niño tuviera que preguntar literalmente cómo nacen los niños o cosas así para que uno le explique, y eso hace que otras curiosidades, quizás más sutiles, pasen inadvertidas", dice Mónica Rademacher, sicóloga infanto-juvenil. "La sexualidad no es sólo la genitalidad. Abarca muchos otros aspectos de la vida. Es la sensualidad, el cómo relacionarse con lo diferente, con lo complementario. Por eso es central hablarlo", acota Lavanchy.
En todos los casos, lo ideal es observar de cerca a sus hijos, para identificar sus intereses, sus preocupaciones y la naturaleza de su curiosidad frente al tema. En la edad en que empiezan a mirar debajo de las polleras o a parecer intrigado por el pecho de las mujeres, puede que necesite que le expliquen cuál es la diferencia entre un niño y una niña. De la misma manera, si descubre la masturbación y ésta ocurre de manera ocasional (si en cambio pasa a ser su pasatiempo favorito, es recomendable consultar a un especialista), quizás sea la hora de hablarle de lo importante que es distinguir las partes públicas y privadas del cuerpo.
De manera general, los especialistas recomiendan lo mismo a la hora de conversar sobre sexualidad con los niños. En primer lugar es mejor no predisponerse a hablar del tema, porque se suele instalar una situación forzada e incómoda. Resulta más armónico observar, y cuando aparece la curiosidad o ciertas fantasías de los niños, aclarárselas sin entregar más información que la que pide. De lo contrario, puede que no entienda y se asuste. Asimismo es sumamente importante no mentir. Los mitos como que los niños los trae la cigüeña o nacen en un repollo no le ayudan al pequeño. "El niño, sobre todo el preescolar, le cree absolutamente a los padres, entonces si le mienten, más adelante se pueden desilusionar con ellos", dice la doctora De la Barra. Eso pasa también cuando los padres confunden sus valores con la explicación biológica. "Hay que distinguir entre los hechos y nuestros valores. A veces están mezclados y los niños se confunden porque escuchan una cosa y después otra. Por eso es importante decir: esto es lo que pasa y esto es lo que yo pienso", dice Rademacher.
Las tres expertas recalcan que a cada etapa del crecimiento corresponde el manejo de cierta información y que, por lo tanto, la manera de conversar va variando.
La curiosidad por lo sexual aparece a la edad preescolar. Entre los 2 y los 4 años, los niños tienen fantasías y se plantean hipótesis respecto, por ejemplo, de cómo se hacen las guaguas, cómo crecen, dónde están y también de por qué los hombres tienen pene y las mujeres no. Si el niño empieza a tener hermanos, esta curiosidad se potencia más aún. "Yo me acuerdo que mi hija a los cinco años me dijo: El papá entonces te pone la semilla en la boca o decía: No, la mamá no puede comer porque tiene una guagua en la guata. Esas son fantasías que conviene aclarar, así como la idea muy frecuente de que las mujeres no tienen pirulín, porque se lo cortaron. Hay muchos fantasmas y miedos que surgen en torno a la sexualidad, e idealmente son los padres los primeros que deben tener eso elaborado para no perpetuarlos e ir pasándolos de generación en generación", dice Lavanchy.
"Hay que organizar de manera más adecuada la información que tiene el niño, tranquilizarlo y normalizar sus conductas frente a cosas que le están pasando y que de repente no entiende", acota Rademacher. Los padres deben tener particular cuidado en no reírse de las preguntas de sus hijos - que a veces pueden parecer absurdas- y dejarlas sin respuesta.
Esa etapa corresponde también a la de la exploración sexual. Los niños juegan al papá y la mamá o al doctor. En esos momentos no conviene que los padres adopten posturas categóricas o castigadoras, sino que lo ideal es que observen hasta dónde llegan los juegos, porque los niños suelen regularse solos. También es importante asegurarse de que sólo se dé entre niños de la misma edad, para que el niño más chico no quede con la sensación de que ocurrió algo que no entendió. En ese momento, además, se puede aprovechar la oportunidad para empezar a enseñarle al menor a tener pudor. "La exploración sexual de los niños a través de juegos es totalmente normal, pero a su vez hay que empezar muy temprano a enseñarle que sus partes privadas no se las debe tocar nadie, y que tampoco se las debe mostrar a nadie, salvo a la mamá y el papá cuando lo bañan. Hay que enseñarles de forma natural a tener pudor", dice De la Barra. Esa es además una de las mejores maneras de protegerlos contra los posibles abusos sexuales.
En la edad escolar, los niños suelen preguntar menos. La teoría sicológica tradicional plantea que es porque entran en "un período de latencia", en que la energía de la líbido está enfocada en el estudio. Algunos especialistas no comparten esa teoría. Lo que está seguro, es que aparece la vergüenza, entonces los niños buscan otras maneras de averiguar lo que quieren saber, con los amigos, entre otros. De todas formas, en esta etapa también conviene seguir de cerca lo que les ocurre a los hijos, preguntándoles qué saben o qué opinan respecto de ciertos temas (viendo una telenovela o una película, por ejemplo), y estando presente para resolver sus dudas.
Entre los preadolescentes surgen nuevas preguntas, más relacionadas con los cambios físicos que viven los niños. "En la prepubertad se habla más de la menstruación, los sueños mojados y otros cambios físicos, así como de los pololeos que ya están comenzando. Lo que necesita el niño a esa edad es sentirse normal, porque algunos viven los cambios antes y otros después y se asustan. Hay que transmitirles que la normalidad es la diferencia y explicarles lo que les pasa", dice Rademacher.
Durante la adolescencia puede que la cosa cambie. "El niño ya no pregunta tanto, sino que transgrede; una niñita puede hacerlo vistiéndose de manera provocativa. Hay que decirle a qué se expone, pero de manera amorosa porque no se trata de ridiculizarla, además que está haciendo el duelo de su cuerpo de niña. Hay que estar muy atentos y muy disponibles porque las preguntas no siempre son explícitas", dice Lavanchy.
Señala que es bueno aprovechar los debates públicos, como el de la píldora del día después, para conversar ciertos temas como el de la contracepción. "Es fundamental poder hablar de sexo con los hijos porque la relación que se crea es otra", dice la siquiatra. "Es una relación de confianza en la que se discute, se pelea, pero en la que los padres pueden estar seguros de que el niño les va a decir si tiene un problema. Eso trae una tranquilidad enorme".