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Madre de dos hijos nada de machistas

21 de Febrero de 2007 | 12:10 |
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La familia de Cecilia se tuvo que acostumbrar a su profesión, que para otros sería una afición. Por años su hermana compró los vinos de Santa Rita hasta que un día, durante un asado, se pelearon; claro, estaban sirviendo un Casa Real en un vaso plástico, cuestión que a Cecilia le pareció un insulto. En señal de independencia, entonces, su hermana comenzó a probar de otras marcas.

Cecilia se reía porque cada vez que iba de visita encontraba las botellas a medio tomar. Un día su hermana le dijo que había dado en el clavo, que había encontrado un vino exquisito que no era de ella. Pero oh, ¡sorpresa!, en la letra chica de la botella se leía con toda claridad “embotellado por Viña Santa Rita”. Ahí terminó la disputa familiar.

Lo mismo le pasa con sus dos hijos de 26 y 25 años, que con sus amigos, no se complican mayormente y llegan a su casa con vinos de la competencia. Ella los deja porque como sostiene, hay que probar para comparar.

A los 50 años, declara que está iniciando una etapa distinta, “rica”, porque ya los crió. De hecho uno es ingeniero civil y el otro ingeniero agrónomo y están aventurándose en el mundo laboral. Aunque “todavía en casa”, dice entre risas.

-¿Heredaron esta pasión de la madre por el vino?
“Sí, claro, sobre todo el mayor. Yo le digo tú vas a tener que trabajar mucho en tu vida, porque le encanta todo lo que es la buena comida, el buen vino. Está muy mal acostumbrado, muy mal criado; prefiere no salir si es por ir a comer cualquier cosa, es de los poquito, pero bien. Disfruta, es de abrir botellitas los viernes, los sábados, los domingos, siempre hay una excusa, es muy gourmet”.

-¿El el que estudia agronomía quiere seguir tus pasos?
“Yo esperaba que fuera viticultor, para lo que tenía un talento maravilloso por ser muy observador y acampado, pero se enamoró de la economía y está trabajando en el área comercial. Él mira el vino desde otro punto de vista, lo mira como un producto, de marketing, de venta, de consumo masivo”.

Cecilia Torres reconoce que fue buena madre con ellos, pero lamenta que en el tiempo de crianza, en que ya estaba separada de su marido, no los haya disfrutado todo lo que hubiese querido.

“Tengo un sentimiento de culpa con ellos y son costos que uno tiene que asumir, conversarlos con ellos porque no son cosas que uno se pueda llevar calladita. Yo no me acuerdo cuando mi hijo chico empezó a leer (dice con nostalgia) y son cosas que uno nunca olvida. Tuvieron muchos veranos con ausencia, privados de su mamá y los médicos y dentistas tenían que adaptarse a mis horarios”, narra.

-Te fue difícil, parece.
“Sí, era mujer que tenía que demostrar que no porque tenía familia y niños iba a dejar de trabajar. Nunca he tenido licencias, parece que uno se va formateando para no enfermarse. De hecho había un cartel en mi casa que decía prohibido enfermarse y eso les dejó un trauma a mis niños”.

-¿Tus exigencias fueron mayores por haberte separado?
“Sí, las cosas fueron muy duras, el más chico tenía sólo 2 años. Una vez mi hijo, a los 17 años, me dijo me encantaría casarme con una artista y yo, pensando que se fijaba en el tema de los sentidos le pregunté ¿y por qué no una enóloga y no me la mandó a decir con nadie: ¡pero por ningún motivo!, me acuesto y no estás, me levanto y no estás. ¡Uyyy que fue dura ésa!, pero bueno, estábamos en una edad en que lo podíamos conversar”.

Pese a todo se manifiesta orgullosa de sus hijos: “Son cabros autosuficientes, que hacen de todos, que son buenos partners, pero sé que eso tiene un costo, nada es gratis. Ahora, claro, somos requete yuntas, pero la mamá no siempre estuvo; de repente me iba por 5 semanas a Australia y los dejaba con una súper buena nana. Bueno, tuve mucha suerte, creo que aquí hay un ángel que me permitió llevar adelante este proceso”.

-¿Mucho costo personal? No te volviste a emparejar.
“Oportunidades siempre hubo, nunca faltan (se ríe), pero uno tiene claro que los hijos son primero. Uno dice esta cosa fracasó, viene el dolor y una pérdida que hay que asumir, pero se fija en los niños y todo lo demás pasa a ser secundario, no tiene ninguna importancia al lado de sacar a tus hijos adelante.
“Además, uno intimida un poco con esa independencia, esa autonomía y empiezas a darles el susto al resto, aunque la verdad son mecanismos de defensa no más”.

-¿Y tus hijos buscan hoy mujeres dependientes?
“Mira, los dos están pololeando con ingenieras, que son totalmente independientes y ellos lo valoran muchísimo, porque no son de los hombres que creen que las mujeres se deben quedar en la casa. Las dos están trabajando, de mucho carácter, y supongo que de alguna manera buscaron un partner con el que complementarse, con opinión, no pasivo. Creo que ése ha sido mi mensaje, no sean lateros, sepan hacer de todo, que si van pasando por el supermercado, llamen y pregunten si se necesita algo. Eso es lo que quieren las mujeres”.

-¿Echaste de menos a la mujer?
“Sí, me habría gustado tener una chiquitita. Cuando yo me enojaba con mis hijos les decía porque no habré tenido una niñita que me hiciera queques y ellos me decían las mujeres hoy día no cocinan y para demostrármelo, ellos aprendieron a hacer galletitas; fueron muy regalones”.

Se reconoce una mujer con suerte por haber tenido la oportunidad de criar a sus hijos en el campo, Calera de Tango para ser precisos, aunque ello implicó que se tuvo que sacrificar más para repartirlos por las casas de sus amigos en El Monte, Talagante, Peñaflor y todos los alrededores. No lamenta el haberles dado la posibilidad de crecer en un ambiente más natural, alejados de las malas influencias citadinas.

-Ahora que están más grandes, ¿estás pensando en cambiar estilo de vida?
“Recién. Tenía toda una expectativa sobre esto y en vez de venirme todo ese síndrome del nido vacío, lo único en que pienso es en todas las cosas que quiero hacer; leer más, ir al teatro, viajar. Es un período en que se te mueve el piso, porque el cambio es brusco -ellos ya no te preguntan las cosas-, pero hay que entender que viene otra etapa donde tengo tiempo para mí, el que nunca tuve.
“Es un período de reacomodo y de hecho ahora me gustaría cambiarme a Santiago para tener acceso a los restoranes, cines para así poder sociabilizar más. Hay que ser positiva y estoy con muchas energías”.
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