Claro que, como cada año, la llegada de marzo acabará con este desorden, obligando de nuevo a despertar temprano. Un retorno a la rutina que puede tornarse bastante complicado si no se toman en cuenta desde ya algunos sencillos consejos.
El objetivo es simple y claro: evitar que la vuelta a clases venga aparejada de un par de semanas de irritabilidad o llenas de dificultades, para mantener la concentración en las horas de estudio.
Ir ajustando el horario gradualmente. Una buena estrategia para preparar el sueño ante el arribo de marzo es intentar pasar de manera gradual desde el horario relajado de las vacaciones al más estructurado, que es la tónica del resto del año.
Para ello, la forma más fácil es empezar a levantarse cada día un poco más temprano. Cada uno se pone una meta individual, pero la idea es empezar a hacerlo con unas dos semanas de antelación a la vuelta a clases.
Por ejemplo, uno puede decidir despertarse 30 minutos más temprano cada día, hasta alcanzar la hora en la que deberá estar en pie desde marzo. Es importante, eso sí, enfatizar en que el cambio sea paulatino.
Esto permitirá, de pasada, ir regularizando también el horario de ir a dormir, pues el cuerpo se sentirá cansado a horas más convencionales.
Planificación familiar. Ponerse de acuerdo entre todos los integrantes de la familia sobre un horario de sueño puede ser de gran ayuda. De esta forma hay más personas pendientes de cumplirlo y se evita que quienes se vayan a acostar más temprano se sientan desligados de las actividades del resto.
Por supuesto que estos pactos son más difíciles de lograr cuando se trata de casas con adolescentes. En ese caso, debe haber una decisión en torno a las prioridades del joven: optar por si se quiere disfrutar de las vacaciones hasta el último día o si se prefiere llegar en buen estado al inicio del año académico. Son dos opciones que tienen sus pro y contras.
Descansar relajado. Otro consejo es evitar ciertos estímulos que pueden afectar el sueño. Es decir, ojalá no ver televisión antes de acostarse. Eso se debe a que la TV, que hoy entrega una programación nocturna bien impactante, estimula procesos cerebrales de manera tal que cuesta conciliar un buen sueño.
Lo mismo pasa con la costumbre de quedarse chateando hasta tarde. Puede ser que a uno le quede dando vueltas lo que ha conversado y le resulte complicado dormirse. En general, lo ideal es no estar frente a pantallas una hora antes de ir a la cama.