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El duelo de los hombres al separarse

El ambiente de fiesta en que muchos se sumen no logra esconder el profundo dolor que acarrea el quiebre.

13 de Marzo de 2007 | 16:31 |
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Tenía una angustia gigantesca, una sensación de vacío difícil de describir; una pérdida de sentido. Porque me construí un proyecto como padre y esposo que se acabó. Y entonces me preguntaba ¿quién soy ahora?, ¿hacia dónde voy?
Tenía dudas acerca de cómo definirme y además la sensación frustrante de que me separé porque estaba mal, pero resulta que después la situación no mejoró.

José, como prefirió llamarse, tiene 36 años y hace cinco que terminó un matrimonio que alcanzó a durar siete. Recuerda que los primeros seis meses de separación fueron de confusión total: se comportó como un adolescente con recursos - loquillo, apunta él- , con harta salida nocturna y carrete. Pero esa vida de fiestas y panoramas no alcanzó nunca a disipar el sufrimiento y dolor que le provocó el quiebre de su matrimonio. Y a los seis meses de la ruptura debió buscar ayuda para elaborar su duelo.

Hay una especie de mito al respecto: que los hombres lo pasan bien y viven en una permanente fiesta después de la separación. Pero los estudios demuestran que eso no es más que una fachada, y que también viven la angustia, la pena y el duelo de ver terminar su matrimonio y de distanciarse de sus hijos, afirma el doctor Arturo Roizblatt, psiquiatra y académico de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile.

Papá más cercano

Hay por lo menos tres situaciones que los hombres viven con profunda tristeza. La primera es el alejamiento de los hijos, de no dormir todos los días en la misma casa con ellos, no darles el beso de las buenas noches, en definitiva, de no hacer la vida cotidiana a la que estaban acostumbrados.

Para superar este problema, hay padres que se ven estimulados a continuar la relación con sus hijos llevándolos al colegio, dándose una hora para ayudarlos con las tareas. Es decir, no ser 'un papá de domingo', sino que uno más cercano a lo normal y a la cotidianidad.

La segunda es el alejamiento del hogar, porque generalmente es el hombre el que se va de la casa. Esto es muy doloroso para él, porque no solamente deja aspectos materiales, sino que también los espirituales relacionados con el proyecto de vida que ese hogar alguna vez significó.

Hay algunos hombres que se sienten con el derecho de seguir entrando en ese hogar al que ya no pertenecen. Esto, explica el doctor Roizblatt, les crea falsas expectativas a los niños, quienes se imaginan que siguen perteneciendo a una familia intacta, pero viven el dolor recurrente de ver a este padre salir varias veces de la casa. Se debe dejar bien establecido que ese hogar ya no le pertenece a ese padre y que puede tener el mejor contacto con sus hijos, pero en otro lugar.
Recuperando la confianza
Restablecer las confianzas con los hijos es una de
las tareas que el hombre deberá asumir durante el período post separación, para que ésta no sea una etapa conflictiva.

En el caso de los pequeños, el doctor Arturo Roizblatt explica que muchas veces se sienten traicionados, porque se les prometió un proyecto de vida con papá y mamá y uno de ellos se les desapareció. Hay que demostrarles que el papá seguirá presente, pero de otra manera.

Entonces, por ejemplo, si el papá les dice que pasará a buscarlos a las cuatro de la tarde, que sea a esa hora. Los niños son como el cuento de 'El Principito', en que los rituales son importantes, porque entonces uno se alegra desde antes.

También recomienda evitar hablar de régimen de visitas, porque tiene una connotación que no corresponde al nexo que debe existir entre padres e hijos. Un papá no debiera visitar a sus hijos, sino que encontrarse con ellos, llevarlos al médico, al dentista, hacer tareas y también actividades deportivas y de entretención.

La tercera situación es que son abandonados por su medio social, el que muchas veces los obliga a buscar un entorno distinto. Una de las tareas que debería tomar este medio es aceptar a ambos miembros del matrimonio, y evitar caer en conflictos de lealtad con ellos. Quizás acogerlos en momentos y lugares distintos para evitar roces y malos ratos.

Reflexión de calidad

Muchos hombres desarrollan síntomas físicos durante el proceso anterior a la ruptura, el quiebre mismo y después de la separación. Bajas de peso, hipertensión, problemas dentales (bruxismo) y cefaleas son algunos. José, por ejemplo, despertaba todas las mañanas con una sensación de náusea terrible, que él siempre atribuyó a su estado nervioso.

El doctor Roizblatt recalca que el buen o mal pronóstico médico de este hombre se relaciona con el estrés que viva durante estas etapas. Éste, a su vez, dependerá de qué tan cercano sea el contacto con los hijos y la calidad de la relación con su ex esposa. Otro aspecto importante es el esfuerzo que esta persona haya hecho por mantener su matrimonio y también cuánto ha logrado imaginarse todo lo que sigue a la separación, por las situaciones estresantes y el dolor que sufrirá.

La reflexión en la etapa de calidad debe ser muy profunda, con mucho sentido de la realidad. De hecho, una gran cantidad de hombres en el período post separación piensan arrepentidos que a lo mejor no hicieron lo suficiente por mantener su matrimonio y se sienten culpables, porque con la ruptura da-ñaron a su ex mujer, sus hijos y a sí mismos.

En esa etapa, el papel de la familia más cercana es crucial. Generalmente ellos son los primeros que constatan lo mal que va la relación, entonces pueden colaborar para que esa pareja consulte precozmente a algún especialista y también ayudan en la medida en que no le echen más leña al fuego, es decir, que no estimulen la confrontación, concluye el psiquiatra.

Pregunta clave

Para Francisco, 33 años, uno de los dolores más grandes es no poder ver a su hijo de manera normal y seguido. Me ha costado mucho hacerme un espacio de privacidad con él, porque cuando estoy con el niño ella llama a mi casa, o va para allá, y además debo compartir ese tiempo con mis papás, sus abuelos, que también quieren verlo.

El doctor Arturo Roizblatt afirma que la pregunta que ambos padres deben hacerse antes de emprender cualquier acción es: ¿Esto beneficiará o perjudicará a mis hijos?.

Esta pregunta es válida si se considera que muchas veces ambos padres llevan adelante una lucha en la que los más dañados resultan ser los hijos. Es importante que cuando el papá va a buscar a los niños no se los nieguen, ni le diga que están en otra parte, porque entonces perjudicará la relación entre los dos y con los niños.

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