Después de egresar de la Universidad de Chile, Marcelo Alonso se dedicó por más de 10 años sólo al teatro y a obras más bien profundas. Piensa que se debe, de nuevo, a su carácter de hijo de inmigrantes, porque para él el trabajo es muy importante y se mide en la cantidad de horas hombre, por eso se metió de cabeza a hacer lo mejor posible lo que había elegido como oficio para el resto de sus días.
-¿Por qué ese tipo de teatro?
"El teatro que hice y que sigo haciendo tiene que ver con el Chile que me tocó vivir. Mi adolescencia y mi primera juventud, entre el '85 y el '95, me tocaron en dictadura y luego en transición. Fue una década jodía, especial, donde todo era político: la poesía, la literatura; por lo tanto, el teatro que uno hace es político. Es lo que a uno le tocó.
"Las generaciones que vienen detrás de la mía; los cabros que ahora tienen 30 o 20 y pico (de los cuales estoy súper cerca, porque hago clases) son más libres".
-¿Te gusta entregar conocimientos?
"Creo que es una de las cosas que más me gusta. Es uno de los lugares más jodíos del teatro, porque te enfrentai a los cabros en estado puro, no tienen nada que rendir y todo que exigir; entonces, los niveles éticos, estéticos son súper altos. Los cabros son bellamente exigentes. Un actor de 21 años sabe poco, pero está lanzado a la vida y exige mucho. Es muy bonito.
"Es un desafío hacer una buena clase. Hacer una buena clase es complicado; hacer una mala es re fácil".
-Raro escucharte decir eso, porque, en general, los profesores universitarios se quejan de la falta de motivación de sus alumnos.
(Se ríe) "Tiene que ver con las importancias, yo creo que el teatro en este momento es vital, súper importante en un Chile que recién está tomando conciencia de su institucionalidad cultural. Es un arte puerta, porque abre a la cultura. Además tiene una gran importancia mediática".
-¿Por eso entraste a la televisión? ¿Para aprovecharla como un nicho que te hacía conocido y llevaba gente al teatro?
"Fue una decisión muy consciente no estar en televisión y después estar ahí. Fue por hacer un formato que me daba miedo, porque es súper complicado. El estilo de la televisión es muy distinto, es muy rápido, te desafía a responder actoralmente, a ser flexible.
"Creo que lo que más me llamó la atención fue eso, la flexibilidad; me pareció un ejercicio interesante. Hay que saber administrar súper bien el tiempo de los actores. Hay algunos que pueden hacerlo altiro, otros que no; hay que ser inteligentes para hacer televisión. En un momento me di cuenta que ya estaba preparado para hacer televisión y la hice. Tuve suerte que me llamaran y acogieran mi deseo".
Lo llamó Vicente Sabatini, hoy director del área dramática y en ese tiempo director de la teleserie del primer semestre de TVN. Su primera telenovela fue "Los Pincheira", luego "Los capos".
-¿Fue frustrante que no tuviera el resultado esperado?
"Ahí me di cuenta de que el guión lo es todo".
-¿Qué piensas del guión de "Corazón de María"?
"Es una buena historia, está bien armada y es bonita. Todos los personajes tienen algo interesante".
Marcelo Alonso también baila, hace poco estuvo en un montaje experimental, "El asado", donde un grupo de actores y bailarines representaban a través del movimiento el quiebre que se produce en un asado típico de clase media chilena. Además protagonizó "Casa de muñecas", de Ibsen, bajo la dirección de Alfredo Castro.
-¿En qué estás ahora?
"En teatro chileno, buscando; de hecho, tengo hartas ganas de montar una obra y dirigirla, porque hace tiempo que no dirijo".
Como director montó "Las brutas" de Radrigán, "El marinero" de Fernando Pezoa y "Kaspar Hauser", entre los años 2000 y 2004.
-¿La televisión no te deja tiempo?
"Poco para dirigir -igual he hecho clases y he estado en las tablas-, pero este año espero lograrlo".
Al tiempo que graba "Corazón de María" está ensayando una obra de Rodrigo Basáez de la que no quiere hablar mucho, porque la van a lanzar en marzo. Actúa junto a Néstor Cantillana y espera estrenar a mediados de abril.