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Vivir al lado del grito permanentemente

De la medicina pasó al teatro sin tener muy claras las razones, pero una vez convertido en actor, se dio cuenta que, esencialmente, las carreras se parecen, pues indagan en el sufrimiento del ser humano y procuran sanarlo, aunque por distintos caminos. Se dedicó primero sólo a las tablas, también como director, pero asegura que entrar a las teleseries fue un desafío, porque hay que desarrollar una capacidad actoral diferente.

15 de Mayo de 2007 | 08:58 |
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Guapo, moreno y musculoso, no sólo conquista por su físico, sino también por su voz suave y profunda, su mirada penetrante y su gran simpatía -aunque al principio juegue a hacerse el pesado, porque no le gusta dar entrevistas-.

Habla tan bajo que es difícil seguirlo en medio del bullicio de Providencia; sin embargo, cuando estaba muy concentrado contestando, se vuelve hacia uno de los clientes del café en que estamos y lo interpela irónicamente porque éste reclama por las fotografías. Es la única oportunidad en que sube el tono de voz y se pone colorado; queda en evidencia así que detrás del hombre tranquilo y pacífico que parece ser, se esconde un carácter fuerte y decidido.

Tras estudiar tres años medicina, sin una razón que pueda explicar a cabalidad, se cambió a teatro. "No sé por qué fue, nunca lo supe, no fue un camino muy claro para llegar a actuar, se dio no más", dice.

-¡Cómo!
"Bueno, sin duda uno lo elige, pero no fue muy claro, no fue muy premeditado".

Agrega que se retiró de medicina no porque no le gustara, sino porque detestaba los edificios en que se ejercía esa profesión. "No me gustaba la estética que rodeaba la medicina; había ciertas partes de la carrera que me gustaban, pero otras no".

-¿Sólo por estética?
"Podría confundirse con algo frívolo lo que estoy diciendo, pero no es frívolo pensar en la estética de las cosas, en las formas en que se maneja, las emociones que provoca. En el fondo, es vivir al lado del grito permanentemente (se queda pensando) ¡bueno, el teatro también!, pero desde otra perspectiva. Es lo mismo al final".

-No es fácil de entender.
"Claro, siempre me lo preguntan. Creo que son carreras muy hermanas; de hecho, hay mucho médico que hace teatro. Hay un grupo conocido... Marco Antonio de la Parra es un dramaturgo importante y es psiquiatra. Hay una afinidad en ambos mundos".

-Los dos se preocupan de la gente y sus males, pero desde distintos ángulos.
"Tal vez son distintas formas de sanar al ser humano. Tienen muchas similitudes ambas carreras; entre ésas, que ser médico es un oficio. Mi hermano es médico y lo admiro mucho –trabaja en Copiapó como internista-, es un artesano del oficio, aprende algo nuevo todos los días, es un trabajo fundado en la experiencia. La teoría es dura, pero la experiencia en terreno es lo que te hace médico".

Cuenta que sus padres tenían mucha confianza en él, así es que lo apoyaron incondicionalmente cuando decidió dejar la medicina y entrar a estudiar teatro a la Universidad de Chile en 1991.

Cuesta que se explaye, es muy reservado y contesta pensando cada palabra; también con monosílabos cuando parece sentirse incómodo. Tose reiteradamente, pero lo atribuye a la levantada temprano y al estresante régimen de grabaciones de "Corazón de María".

-Insisto, ¿por qué el cambio a teatro? ¿Habías actuado antes?
"Noo, la primera vez que actué fue en la prueba de admisión de la escuela. Al principio, más que gustarme el oficio, me gustó la gente que lo hacía: cómo era, lo que conversaba. Yo venía de un lugar muy distinto y las personas que encontré miraban el mundo desde muchas posiciones; era muy motivante y entretenido.
"Claro, después, uno va accediendo a hacer el oficio mejor o peor, pero, básicamente, es la gente la que hace la actividad".

Aunque da vueltas una y otra vez e incluso dice que la idea de estudiar teatro le llegó del aire, finalmente –y ya más suelto- confiesa que empezó a interesarse porque su novia de aquel tiempo estudiaba actuación y por ella conoció a muchos actores; así se empezó a entusiasmar con la idea de cambiarse de carrera. "Yo creo que uno siempre busca como una familia, un grupo..."

Se queda callado y escucha al vecino de mesa. De repente, se da vuelta y le dice: "¿Qué pasa hombre?... Ah, ¡veo que estás bien hoy! (Sube la voz) Veo que estás tranquilo contigo". Después del impasse se da vuelta y se pone muy colorado; aparentemente más molesto que nada. El hombre en cuestión reclamaba por las fotos.

-¡Mira salió tu otro lado!, habías estado tan relajado hasta ahora.
(Se ríe) "Me acabas de ver poco relajado, ¡qué vergüenza! (risa de nuevo) No, no soy relajado, trato, pero soy muy intenso. Control".

-Pero todo este rato has jugado con las pausas y los silencios.
"Jajaja... ¡es pa' no contestar tonteras!"

-No te gustan las entrevistas.
"Es que son difíciles, porque si uno trata de contestar bien, puede ser largo; por ejemplo, explicarte el paso de medicina a teatro".

Ahora sí cuenta que se tomó un año entremedio: "Escribí, ‘hice nada’, pensé. Es que no es fácil, porque vengo de una familia en que concebir la idea de vivir una vida en el arte, de ser un artista es raro, desconocido... ¡era muy complejo!"

-¿Para ellos?
"No sólo para ellos, para mí también.Vengo de una familia de clase media inmigrante, españoles; gente de mucho trabajo, que se levanta a las cinco de la mañana y trabaja hasta la una del día siguiente. Gente de panaderías, de aserraderos en el sur de Chile, de curtiembres; unos más enriquecidos que otros, pero gente de trabajo".

-Y el teatro no era un trabajo.
"Claro. Pero, lo más importante, es que no era visto por mí como un trabajo ¿me entendís? Eso era lo más complejo, porque dedicarse a algo que era como perder el tiempo y hacerle perder el tiempo a los otros, era inconcebible en mi ambiente sociológico, no teníamos ninguna experiencia en vivir de eso y que tuviera un valor importante".

-¿Cómo te convenciste que no era así?
"Fue más largo que en otras personas; fue más prolongado poder autorizarme, pero finalmente fue muy bueno para mí y para mi familia".

-Fue abrir nuevos espacios.
"Sí, un gran espacio. Ahora, había una puerta, porque en mi familia siempre se leyó muchísimo; creo que por ahí se hizo más fácil".

-Debes haber sido muy buen alumno, estudiaste en el Instituto Nacional, luego medicina...
"Sí, bueno, un hijo de inmigrantes tiene que ser un buen alumno".

-¿Eres primera generación en Chile?
"No; mis abuelos son españoles... ¡Tengo un anillo de españoles que me rodea! y eso no es menor".

-¿Machista como ellos?
"Sí, siii. Yo no tengo nada en contra del machismo, pienso que es biológico, me gusta, pero bien administrado".

-¿Cómo bien administrado?
"Es laaargo de explicar. No pienso en el machista que no deja que la mujer se ponga la falda corta, no va por ahí.
"Siento que hay algo que estamos negando y que es vital para la relación, que es la autoridad amatoria del varón... que es linda. Es bonita la autoridad amatoria que tenía mi abuelo sobre mi abuela, pero es amatoria ¿cachai? y hacía que ella lo amara a él; eso hacía que él se sintiera amado y devolviera ese amor; era una cosa muy bonita. Ese amor del Chile fiscal, del Chile republicano, no sé, lo echo de menos".

-¿Una familia más unida?
"Claro. Ahora andamos todos solos".

-Pero tú hace rato que no estás solo.
"He estado poco solo; en general no soporto estar mucho solo, me aburro. Me gustan las mujeres, estar con ellas, conversar, pelear... ¡todo!"


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