Pedro Carcuro es un hombre que a sus 60 años, recién cumplidos en febrero pasado, se conserva muy bien; es fino, gentil y muy caballero; un santiaguino hijo de italianos y un apasionado, no sólo del fútbol, sino de la buena mesa.
Así es el relator clásico del canal estatal, un hombre con pasión, sencillo, cordial, delicado, respetuoso y muy cálido en el momento de entrevistarlo, capaz de entregarse por completo y dejar brotar sus emociones. Se considera un agradecido de la vida y con la capacidad de tomarse sus momentos difíciles con humor y positivismo.
Es un innegable hincha del equipo italiano “Audax” y toma como uno de sus mejores regalos deportivos, haber transmitido el campeonato mundial en 2006, cuando ganó Italia.
-¿Estás pasando por una buena etapa?
Pedro contesta espontáneamente, pero después comienza a sentirse la emoción en sus palabras y a expresarse pausadamente: “Estoy tranquilo, estoy contento; soy un agradecido de Dios y de la vida. Uno siempre le pide a Dios y le pide mucho, pero no tengo derecho a pedir, creo que Dios ha sido muy generoso conmigo, en todo sentido y te lo digo francamente, con mucha sinceridad.
“Tengo hijos fantásticos y una mujer entrañable. A pesar de que mi madre acaba de fallecer, cumplía el 27 de marzo los 95 años, fue un regalo tenerla por tanto tiempo, un regalo que Dios me dio..., mi padre..., tiene 101 años (guarda silencio por unos segundos) Entonces, ¿qué cosa más podría pedirle?, he tenido trabajo, me ha ido bien, he hecho todo lo que me gusta, lo que he querido, ¿que más puedo pedir?, no tengo derecho a pedir mucho. Estoy demasiado contento y soy demasiado agradecido”.
Casado en segunda nupcias, Pedro Carcuro tiene dos hijos, uno de su señora que asume como propio. Dice tener una relación entrañable con el de 18 años y asegura que para él, es muy importante.
-Hace un instante me hablabas de la muerte de tu madre, ¿qué recuerdos se te vienen a tu cabeza?
“En este momento se me vienen muchos recuerdos (guarda silencio por unos segundos) como los domingos del fútbol con mi padre, en las tribunas del estadio. Fíjate que me haces la pregunta y con eso, me pegaste en el corazón, ¡te juro!, me diste en el clavo, (calla nuevamente y sus ojos se humedecen).
“Con tu pregunta, empiezo a sentir cosas y se me pasa una película rápida de todos los recuerdos..., de tantas cosas: de los juegos en la parroquia cuando chico, del colegio, del barrio, del fútbol. Pero fíjate que hay más cosas que se asoman a mis recuerdos como el almuerzo del día domingo, tan italiano, con toda la familia, el olor profundo a la salsa de tomate, a la pasta recién hecha, era toda una ceremonia (la emoción torna su rostro sonrosado). Todo iba más allá del cuidado de mi madre por preparar el plato de comida, también era toda una ceremonia donde estaba involucrado el afecto de una familia, era el domingo para la pelea italiana, para gritar, para gozar y para sentir todas las cosas que estaban pasando (sonríe tímido).
Se deja llevar por sus recuerdos: “Creo que ese olor del plato de comida del día domingo me provoca algo que me trasciende. Tiene un sentido profundo para mí, un almuerzo a la italiana (guarda silencio, con los ojos aún húmedos le pide al mozo un vaso de agua). Son las cosas que te mantienen vivo”, comenta después de beber un gran sorbo.
-¿El trabajo te da tiempo para compartir esas cosas con tu familia?
"Trato, trato, es difícil, pero trato. Siempre hay unos espacios para compartir y hay que aprovecharlos al máximo. Me encanta viajar y además mi señora es agente de viajes y también compartimos gustos en este sentido".
-¿Qué haces en tu tiempo libre?
“Lo que más me gusta es viajar. Es mi pasión, mi placer máximo, me genera demasiado gozo, es lo que más me gusta. También otras cosas como la buena mesa, soy un tipo que disfruta del buen comer, me encanta”.
Se entusiasma: “Como te decía antes, con el almuerzo del domingo la buena mesa significa un momento de encuentro, de saborear la vida y de gusto, Como decía Leonardo Da Vinci la comida es de todos los sentidos, desde el disfrutar de la mesa hasta compartirlo”.
-Hoy en día los hombres son especialistas en la cocina ¿es tu caso?
“No me dejan cocinar, por cochino y por desordenado (ríe con mucha picardía). Mi mujer es demasiado preocupada por el orden, por la limpieza, es muy pulcra, entonces prefiero no meterme y además, como soy un poco flojo en las tareas domésticas y muy cómodo, prefiero que me atiendan, soy más bien relajado”, reitera con una carcajada.
-¿Viendo tus ojos que reflejan tanta emoción no puedo dejar de preguntarte si después de la cirugía quedaste bien?
Se carcajea, respira profundo, parpadea muchas veces y con mucha timidez responde que siempre ha habido inquietud sobre el tema. “Lo pasé muy mal en año 99, he sido afortunado de la vista siempre, todavía veo bien, pero pasé un momento muy mal, se me rompió el epitelio en los dos ojos, pero por fortuna tuve un proceso de recuperación y con pequeñas intervenciones quirúrgicas el tema pasó. Después de aquella época me manejo muy bien; han pasado ya ocho años y las cosas han funcionado bien.”
-¿Tienes algún vicio privado?
“No tengo un vicio que haga en forma privada. Soy más bien fome y no tengo nada entretenido para contar. Pero tengo uno que no puedo evitar y es arrancarme cuando puedo para Buenos Aires. Es una ciudad que me trastorna, no me gusta nada en especial, simplemente me gusta todo, absolutamente todo. Su gente, sus librerías, el teatro, ir a comer rico, caminar por las calles y el tango, no se bailarlo, pero me encanta, es decir todo lo que tenga que ver con Buenos Aires, me encanta”.