Aunque la marca Laura R es relativamente joven- data del 2000-, ya está consolidada en el rubro de la pastelería fina. Con sus cinco locales, envíos del 30% de su producción a supermercados, y el reparto a cafés, banqueteras, restaurantes, embajadas y productoras, vendió unos US$ 3 millones en 2006 y colocó a su postre Tres leches como el invitado obligado de las mesas del sector oriente los días domingos.
Entre sus clientes habituales se encuentran personalidades del mundo político, económico y artístico. Los senadores Jovino Novoa, José Antonio Viera-Gallo y Carmen Frei; el ex presidente de Codelco Juan Villarzú; figuras de televisión como Cecilia y Diana Bolocco, Tonka Tomicic y Jordi Castell, todos han sucumbido a las exquisiteces de la galletería de moda.
Pero el éxito no cayó de las nubes, sino que es fruto del esfuerzo de más de 37 años de trabajo de una emprendedora, Laura Rossetti.
A finales de los 60, "cuando las mujeres no trabajaban, y las que lo hacían eran miradas un poquito feo"- acota Rossetti-, inició su primer negocio junto a su amiga Cecilia Concha: la galletería Amor. Su parte del capital inicial la obtuvo de lo que le reportaba la distribuidora avícola que poseía con su marido Manuel Olivares.
Con su socia compraron todos los insumos de una fábrica que estaba muy cerca del Liceo 7 y que había sido clausurada por insalubre. Dotadas de los moldes viejos, de un par de precarias máquinas y de 3 empleados, se instalaron en el garaje de una casa en Cirujano Guzmán y se lanzaron a producir petit bouché y las galletas Amor.
Apasionada por la repostería, Rossetti no sólo metía las manos en la masa para asegurarse de la calidad de sus productos, sino que también en las máquinas. "Un día estaba arreglando una que se había echado a perder y me dieron contracciones. Un empleado le avisó a mi mamá para que me llevara a la clínica, porque yo no me quería ir hasta solucionar el problema", cuenta. Felipe nació a los 10 minutos en la Clínica Santa María.
Cinco cucharadas de amor...
Pero las ganas de Rossetti de seguir creciendo a través de ventas a supermercados y de aumentar la gama de productos, "porque no se hacían dulces, ni tortas, ni nada"- ilustra, llevó al fin consensuado de la sociedad en el año 78. De ahí estuvo asociada con sus hermanos por más de veinte años en la Galletería Amor Vitacura. Pero a finales de los 90 se independizó. Quería reinventarse.
Y también quería involucrar a sus hijos en el negocio que tanto le costó, para que lo continuaran el día de mañana cuando ella no estuviese. Y lo logró. Felipe (36), ingeniero comercial y master en Economía de la Universidad de Boston, después de incursionar en las empresas punto.com, decidió embarcarse en la aventura.
"Con mi madre trabajamos full time, pero también colaboran mi hermano Manuel, que es gerente corporativo del BBVA, mi papá que fue por 12 años gerente general de Rotter y Krauss, y mi hermana Paula, la diseñadora, que ayuda en las etiquetas y paquetes. Todos tenemos una participación", detalla el actual gerente general.
Un puñado de esfuerzo...
Conformado el equipo, había un detalle por afinar: el nombre de la galletería. Ya no podían usar la marca Amor porque la empresa confitera que la tenía inscrita y que les había autorizado usarla, la vendió. Entonces Manuel y "los niños" convencieron a Rosseti que usara la marca "Laura R" porque lo que importaba era su nombre, su trayectoria.
En diciembre de 2001 abrieron el primer local en una ex panadería en Manuel Montt con Valenzuela Castillo, lugar que era conocido por ser "yeta", negocio que se ponía, negocio que quebraba. Pero éste no sería el caso. Contrataron a 15 empleados, la mayoría ex trabajadores de las antiguas galleterías Amor.
Un año después, el local tomó vuelo y les quedó chico, por lo que arrendaron otro - "muy a mal traer"- en un edificio de 3 pisos en Vitacura, a pasos de la rotonda Pérez Zujovic. "Como era de sucesión hubo que hacer casi un concilio familiar para que decidieran la venta", relata Felipe Olivares. Pero lo lograron e instalaron allá el centro de producción.
El regreso de las galletas Amor, bajo el nombre Laura R, se extendió de boca en boca dentro de sus "viudas y viudos". Rápidamente la gente comenzó a probar el postre Tres leches y las tortas María y Mil hojas, y se empezó a acostumbrar. Tras el éxito alcanzado, con crecimientos de dos dígitos, arrendaron tres nuevos locales, dos en La Dehesa (fines de 2004, 2005) y uno en Chicureo (2006).
Este año abrirán dos nuevos locales, siempre en el sector centro-oriente. Oliveros afirma que prefiere concentrarse en Ñuñoa, La Reina, Peñalolén, porque la gente percibe ingresos medios altos y consume mucha pastelería fina. Además, remodelarán la casa matriz para aumentar el espacio de atención de los clientes, e introducirán procesos semiprofesionales en la producción.
"No es que queramos producir 10 mil galletas por minuto, porque no es nuestro negocio -es el de McKay y de Costa-, sino que queremos incorporar tecnología que nos permita capitalizar un poco el conocimiento de la marca y mejorar el producto final", acota Olivares.
Por ahora se concentrarán en Santiago, aunque mantendrán las distribuciones a la IV, V y VI Región. "Vemos mejor distribuir a nuestros locales, porque tenemos un margen de utilidad mucho mayor que los que se generan entregándoles a más supermercados o locales en regiones", aclara Olivares.
Tampoco tienen planes de exportación a corto plazo, "quizás a fines de 2008", responde Rossetti.
La meta es sacar más productos - ya en marzo lanzan una nueva línea de cheesecake-, mejorar los locales y profesionalizar la administración. Y claro, aumentar las ventas a unos US$ 4 millones.