Nació el 6 de octubre del 78; sin embargo, su cabeza está llena de canas desde los 20 años que comenzaron a salir. Esta es una de las pocas teleseries en que no han hecho que se tiña y está feliz por eso.
Estudió en el Seminario Pontificio menor, un colegio muy católico donde, según sus propias palabras, se convirtió en un ciudadano tremendamente escéptico. A pesar de eso, reconoce que lo pasó bien. "Debo decir que si no hubiera sido por la copia, habría salido con abogado del colegio, especialmente por los ramos que detestaba, como matemáticas y física", cuenta riendo.
Sus padres no se opusieron a que estudiara teatro, aunque Ricardo piensa que como era una carrera corta, su papá pensó que después tendría tiempo para recapacitar y "estudiar una carrera de verdad, jajaja".
-¿Verdad?
"Es comprensible. Ahora, yo, junto con estudiar y demostrarles que me gustaba mucho lo que hacía, empezó a dar frutos la decisión; así que se terminaron por convencer que esto no sólo era fruto de la buena suerte, sino también de una vocación que se había revelado en mí".
Tanto más difícil fue si se tiene en cuenta que proviene de una familia convencional que no está vinculada de ninguna manera al arte. Su padre es constructor civil; su madre, dueña de casa y su única hermana, dos años mayor, es más tradicional.
Explica que en algún momento tuvo muchos desacuerdos con ellos, pero que, con el paso de los años, se siente muy bien con su familia y es un espacio que lo tranquiliza mucho. "Uno nunca debiera desplazarse, ni perder de vista sus orígenes".
De chico era muy enamoradizo y reconoce ése como su punto de fragilidad: "Cuando me di cuenta de que era arrasado por esas emociones y diezmado por el amor, dije no, no, no, esto no me conviene y me puse un poco más sensato. Eso me ha ayudado a mantener un poco más mi integridad, porque, de verdad, hace unos años el amor podía aniquilarme" (se ríe nervioso).
Mantuvo una larga relación con la actriz Antonia Zegers, "pero terminó hace tanto tiempo que ya perdí la cuenta", dice.
-¿Y los rumores que te ligaban a Carolina Varleta?
"Ehh, si fueran ciertos no te los diría. No tengo problema en contar las cosas que tienen un cierto grado de oficialidad, pero no las que se están gestando. No estoy diciendo que eso fue así".
Se apura en aclarar que "tengo novia, una bailarina importante de este país. Ya, ya, eso es suficiente", se sonríe.
-Te declaras apasionado, pero mantienes estricta calma para responder, muy cerebral, ¿por qué?
"Es por tener claridad sobre lo que estoy diciendo. Me gusta mucho el lenguaje, las palabras, soy un amante de los libros; entonces, pienso que un actor tiene la misión de enriquecer el lenguaje, siento que es un vehículo que tiene como objetivo darse a entender. Si uno toma su verdadera dimensión, empieza a enriquecer su vocabulario, su manera de hablar".
Aunque es hiperkinético y le cuesta concentrarse, ama la lectura, pero necesita tiempo y silencio para concentrarse, aislarse y focalizar la atención en alguna cosa, así que no puede leer tanto como le gustaría. En sus espacios sin televisión y teatro acostumbra leer dos libros al mismo tiempo.
A propósito de lo mismo –y entre carcajadas- explica que así como hay gente que "se va para adentro", él "se va para afuera": "Cuando me aburro, hueveo mucho, mucho. Eso me tranquiliza, me hace estar despierto, estar enchufado".
-¿Qué música te gusta?
"Uff... ahí nos empezamos a meter en un tema en que quedo como un viejo desagradable... Bach me sobre revoluciona, especialmente las piezas menos conocidas, como las para un solo violín, para cello, las fugas... ¡me gusta mucho!, me excita y me tranquiliza al mismo tiempo.
"También me gustan muchos grupos ingleses, de música –para decirlo de alguna forma- más bien atmosférica, triste, más conmovedora..."
-¡Eres súper sensible!
"¡Ese ha sido mi castigo! Hay quienes lo consideran un gran atributo y que, si bien lo es, no es una condición que yo celebre particularmente; siempre he pensado que la lucidez es más importante... claro que la lucidez nace de la sensibilidad. Ser sensible y lúcido no es lo mismo que ser una persona llena de afectaciones, porque en ese caso se pierde credibilidad. Trato de combinar ambas, lucidez y sensibilidad, para no fragilizarme. Pero ambas condiciones son propias de los artistas y de los actores".
-¿Proyecciones?
"Creo que es el momento de buscar el propio espacio, de armar algo, de ocupar un lugar existencial. No me refiero a una cosa física, sino más bien de crear tu propio espacio en el mundo, tener una residencia histórica.
"Uno anda pululando por la vida de forma de hacer el oficio de la mejor manera posible; siempre estás mirando lo que sucede a tu alrededor y te vas quedando vacío, por eso uno trata de pertenecer a algo".
-¿Desencantando?
"En alguna medida, también".
En lo más cotidiano, a Ricardo Fernández le encanta cocinar para él y para sus amigos, incluso en los momentos menos adecuados, porque le gusta comer bien. Al principio cocinaba cosas exóticas, cocina fusión, pero hoy ha vuelto a los orígenes: "¡Qué tiene que ver con Chile comer un pedazo de corvina con mermelada de mora! Hay que volver a los porotos granados, a las humitas, a lo nuestro".
Además, es muy ordenado con los horarios, a menos que esté de vacaciones, cosa bastante difícil para su profesión. No habla de sus hobbies, porque reconoce que se apasiona tanto con cada cosa que hace que se vuelve casi una obsesión... hasta que parte con la siguiente; igual reconoce que le gusta nadar, hacer yoga y pescar.
-¿Cómo te definirías?
"Perfeccionista, impetuoso, febril, obsesivo y fundamentalmente frenético, de llevar las cosas hasta las últimas consecuencias. Aunque eso no tiene nada que ver con el grado de seriedad o profundidad que puedo tener. Uno es un poco de todo: soy tremendamente frívolo, pero profundo también; no lo puedo evitar".
-¿Vicio privado?
"Jeje, ¡qué me gusta hacer!... todo lo que me gusta resulta un poco cliché. Por ejemplo, cuando digo que me gusta el vino, me gusta de verdad; degustarlo, olerlo, saborearlo y lo reconozco... se ríen de mí, me dicen siútico por eso. Como entiendo de ese tema y me fascina, está muy lejos de ser una actividad snob u ondera, ¡qué sé yo!
"Cuando me compré una copa carísima, mis amigos se reían... ¡es que no me gusta tomar en cualquier copa!, pero me sucede, es un placer auténtico y entiendo perfectamente a quien no le pasa".