No pocos se preguntan qué pasa en el mundo interno de los jóvenes que atraviesan por la última etapa adolescente, llamada también adolescencia juvenil o tardía.
La adolescencia se divide clásicamente en tres etapas: puberal, nuclear y juvenil y esta última fase de la adolescencia, transcurre aproximadamente entre los 18 y 24 años de edad.
Como es sabido, el niño tiene una dependencia a los padres que luego traslada al amigo íntimo y posteriormente al grupo. En la tercera etapa el joven, intenta lograr la consolidación de su independencia y la adquisición de una identidad propia; para él es un desafío introducirse en el mundo de la adultez. Éste es un período muy exigente para el aparato mental del individuo.
Existen algunos hitos simbólicos que hacen que el adolescente abandone el fenómeno de la psicología grupal (segunda etapa), caracterizada por una necesidad imperiosa de la constitución de la identidad a través del grupo, y entre a la adolescencia tardía. Estos pueden ser la adquisición de un trabajo, un matrimonio temprano o abrupto en la adolescencia o lo más común e importante, la culminación del colegio y el ingreso a la Universidad.
Es importante tener claro que estos sucesos “per-se“, no maduran al individuo, pero dan paso desde lo externo a otro período de la vida.
Se acostumbra a pensar que porque un adolescente ha entrado a la Universidad éste ha madurado, lo importante es observar la edad mental del joven, que en muchos casos no coincide con su edad cronológica.
Es frecuente que los jóvenes acudan a la consulta y planteen lo siguiente: “estoy desorientado, revuelto, no sé que estudiar, estoy perdido no se me ocurre que voy a hacer.” En general, a grandes rasgos, esta angustia y sensación confusa y oscura se produce porque al adolescente le cuesta tolerar la incertidumbre y confiar en que, finalmente, las respuestas van a ir apareciendo y que las situaciones poco a poco se van resolviendo.
Por otra parte, la desorientación vocacional, muchas veces, es un síntoma que plantea que lo más probable es que en ese paciente no se ha consolidado aún el trabajo de elaboración de la propia identidad; tarea que se desarrolla en forma intensa, durante la etapa nuclear de la adolescencia.
Si el adolescente no se conoce, le resulta muy difícil tomar una decisión creativa desde adentro, como algo original de si mismo. Se requiere entonces realizar un trabajo para que el joven se vaya entendiendo y reconozca sus distintos aspectos pudiendo diferenciarse de los padres y los compañeros de grupo.
Durante la adolescencia juvenil, se espera que puedan mirar a los padres cara a cara, sin tanta necesidad de espacio y rebeldía para reafirmar que no se está fusionado con ellos.
El modelo adulto y las normas sociales son vividas como algo más propio. No se recurre a la moda anti-adulto para sentirse único. La sexualidad comienza a tomar un tinte más íntimo, la pareja aún sigue estando un poco idealizada, se exige el disfrute y el goce con dificultad para incorporar los costos del estar en pareja.
El joven parece un adulto, pero aún no lo es. Su travesía es larga, está poblada de distintos procesos en los que la capacidad creativa y la fuerza de vida juegan un rol fundamental para llegar a la tan anhelada y temida adultez.
Es fundamental que los padres puedan acompañar y respetar al joven en los diferentes intentos que desarrollará para encontrar su identidad como adulto.