El año pasado, durante la rebelión de los pingüinos, alumnos de 5 colegios de los 18 que tiene la Sociedad de Instrucción Primaria, SIP, se los tomaron. Patricia Matte en su calidad de presidenta ejecutiva se dispuso a parlamentar con ellos y descubrió, entre otras cosas, que algunos de los dirigentes eran, simplemente, anarquistas, o sea, estaban contra todo el sistema.
Como una forma de encontrar una solución también se reunió con los padres, ocasión en la que algunos plantearon que la SIP era muy exigente con sus hijos. Patricia no tuvo que intervenir, fueron los mismos padres, los demás, quienes les aclararon que se habían equivocado de establecimiento, que ellos habían elegido ese colegio precisamente por las exigencias académicas que ponía.
Así funciona el proyecto educativo creado hace 151 años, en 1856, por el tío bisabuelo de Patricia, Claudio Matte Pérez, bajo el lema ¡guerra a la ignorancia! Los casi 20 mil alumnos que se educan en las “escuelas Matte” pertenecen a familias de escasos recursos que en los últimos años han registrado altos puntajes en las pruebas Simce y PSU. Y todo con los cerca de 35 mil pesos de subvención por alumno más los $8.500 que paga cada padre.
-A algunos les llama la atención que, dirigiendo una fundación sin fines de lucro, estés a favor de éste.
“Podría no defenderlos, sería mucho más cómodo, pero creo mucho en el emprendimiento y en la libertad. Creo que uno tiene que fijar reglas del juego, exigir cumplimiento de ellas, muy estrictamente y mirar resultados. No quiero excluir gente y cuando defiendo el lucro entre sostenedores de la educación pienso en personas concretas. Conozco gente que lo está haciendo muy bien”.
No puede evitar revelar una anécdota con la que hace rabiar a los directores de la fundación. Desde hace algunos años, el colegio Francisco Ramírez en la población La Bandera, comuna de San Ramón, -vecino del colegio de la SIP, Arturo Matte Larraín- sostenidamente le gana en resultados. “Tiene un edificio menos bonito, tiene profesores igual de motivados que los nuestros y tiene una sostenedora que vive de eso y yo me pregunto por qué excluirlo. Me podría llenar de gloria, porque, a lo mejor, ahí pasaría a ser la número uno, pero para mí es un aliciente para seguir mejorando”, cuenta.
-Pero, tú eres un ejemplo de que se puede hacer educación sin fines de lucro.
“Claro, pero creo que no todo el mundo lo va a hacer igual con el mismo sistema de incentivos. Por qué impedir que otros lo hagan con fines de lucro, por qué querer reproducir sólo un modelo; si aquí tienen que haber múltiples modelos. Por qué evitar que algunos de los sostenedores de hoy -que son ingenieros comerciales y perfectamente podrían estar trabajando en cualquier lado, que son el ejemplo máximo de la meritocracia porque sus padres eran profesores normalistas- sigan haciendo las cosas bien”.
-¿Para hacer educación sin fines de lucro se necesita de filantropía?
“Por supuesto, pero la educación en Chile no podría vivir en base a la filantropía. El modelo de la SIP es muy reproducible, pero no puede ser un modelo excluyente: no todos los colegios del país pueden tener objetivos filantrópicos”.
-¿Cuál es la receta de la SIP que explica su excelencia?
“El proyecto educativo, el ideario que está detrás. Se trata de creerse el cuento de que se le puede dar una educación de calidad a niños de bajos recursos; eso es algo que tienen metido en la sangre todos nuestros profesores y el que no cree, no sirve para nuestro proyecto. El que dice no, esta cosa es insuperable, los niños están cada día peor, no tienen familia, no tienen papá, la mamá trabaja en el mall y llega a las 10 de las noches, no hacen las tareas... esas son disculpas y son realidades y con ellas tenemos que aprender a educar.
“Cuando se creó la SIP los cursos eran de 150 alumnos y hay directores míos, gente mayor ya, que trabajaron con 80 en un curso y nunca dijeron no se puede hacer esto. Por eso creo que los profesores nuestros son maravillosos, pero son los mismos del sector municipal, vienen de las mismas universidades y reciben remuneraciones similares, pero creen en un sistema que funciona. Tú abres la puerta y ves que funciona, los profesores están en clases, no se pierde tiempo, los niños son ordenados, las materias se pasan los días que corresponde, hay una planificación cuidadosa”.
-¿Pilar fundamental es el hecho de que los profesores se sometan a una evaluación exigente?
“Es uno de los pilares fundamentales, nosotros tenemos un sistema de evaluación objetivo externo desde hace pocos años que no significó una huelga cuando lo introdujimos. Sin embargo, nuestros profesores siempre han sido evaluados, porque los observamos en clases. La mentalidad es exigencia con apoyo, no excluimos a un profesor si no sabe el sistema de ‘lecto-escritura’ que usamos, pero sí tiene que perfeccionarse en él durante dos años”
-Pero el sistema de evaluación ha sido el Talón de Aquiles en la educación municipal.
“No, es el sistema laxo el Talón de Aquiles, que nada importa nada, que estés o no en clases; que no prepares la clase da lo mismo, que el niño le dé lo mismo atender en clase”.
-Este año se anunció que sólo 6 profesores iban a salir del sistema después de tres evaluaciones negativas.
“Eso es insólito. Qué significa eso, significa que durante tres evaluaciones sistemáticas esos profesores les estaban haciendo clases a niños reales que obviamente quedaron con un vacío. Llegan a 5° básico sin saber leer, cómo pretenden que comprendan lo demás. Es algo grave y por eso es que me desespera que hayamos partido la discusión en forma ideológica. Es grave lo que está pasando en los colegios hoy, son generaciones que se van a perder, que no van a tener lo mínimo básico requerido para salir adelante. Por eso tengo desazón y me duele el estomago”.
Patricia Matte está convencida de que el modelo de la SIP puede ser replicado y para ello, están prestando asesorías a diversos colegios privados subvencionados que están surgiendo. Uno de ellos es en Ralco, que es financiado por privado y “olvídate las ansias de los profesores por aprender, pero no tienen la oportunidad; están en un sistema que tiene puestos los incentivos al revés”.
“Esto se trata de exigencia y apoyo a los alumnos y a los profesores. Aquí no hay ninguna magia, es trabajo sistemático serio y responsables. Nada es al azar”, agrega.
-¿Qué explica que no tengan completa la matrícula de los colegios de la SIP? En 2006 les quedaron 800 vacantes.
“Esto es algo que me da risa cuando se habla del fin de la selección. Resulta que nos ha ido pasando, con la baja de la población infantil, que algunos colegios del centro no llenan la matrícula porque aunque ha habido un auge habitacional, se trata de parejas jóvenes que no tienen hijos todavía. Esto además se vio acrecentado por el Transantiago, porque 35 alumnos de un colegio del centro lo abandonaron después de su implementación; ellos venían de la periferia y se trasladaban al centro y eso no lo pueden hacer.
“Hay un problema de escasez de niños, hoy tenemos más colegios que niños y eso hay que decirlo con fuerza y no hay ninguna proyección que diga que eso va a cambiar. Vamos a tener que aprender a conquistar niños, cerrar algunos colegios –cuestión que nos entristece, porque son buenísimos-.
“El tema de la selección tiene un elemento de mito inmenso. Mis directoras de colegio me dicen que nos les exija tantos resultados porque ya no hay muchos niños donde seleccionar; qué más grave que no tener niños. La encuesta del CEP dice que un 9% de los padres reconoce haber tenido dificultades para colocar a sus hijos, pero probablemente se trate de la elite que se disputa los mejores 10 colegios particulares, pero los subvencionados tenemos problemas para tener niños”.
Uno de los desafíos de Patricia Matte es unificar la SIP con la Fundación Los Nogales, que creó hace algunos años, antes de asumir la presidencia ejecutiva de la sociedad. El colegio del mismo nombre de la fundación está en Puente Alto y se vincula a la empresa familiar, la Papelera, CPC, que donó los terrenos donde fue levantado.
“Para hacer las cosas bien necesitas una red de colegios, porque tienes que probar mucho, tener método de prueba y error. Los Nogales no puede financiar un departamento pedagógico, por lo que uso el departamento pedagógico de la SIP, le compro el servicio y asesoría. De hecho tengo el terreno para hacer un segundo colegio, pero lo tengo detenido el proyecto precisamente porque creo que debo fusionarlos”, aclara.