Durante su embarazo, Javiera mantuvo un dulce diálogo con la hija que venía. Mientras le hablaba, casi podía verla: su rostro fino, su naricita pequeña y su pelo liso y negro. Muy parecida a ella. Llegó el momento del parto y el encuentro con la niña fue inolvidable: “Tenía una gran cara redonda, la nariz ancha y era muy crespa. Igual a mi suegra. No tenía nada mío”.
Javiera reconoce que le tomó unos días adecuarse a la imagen real de su hija. Pero cree que eso no afectó para nada el fuerte lazo que generó con ella. Su caso demuestra que
el vínculo entre madre e hijo - considerado vital para el desarrollo síquico y emocional del niño- parte antes del nacimiento, incluso desde antes del embarazo, pues involucra todas las expectativas, creencias y fantasías en torno a la idea de tener un hijo.
Las investigaciones en este ámbito son muy recientes, pero ya se sabe que la calidad y la cantidad de las fantasías en torno al niño que viene tienen una directa relación con el tipo de vínculo o de apego que se genere con él.
Es normal y sano que las madres tengan estas representaciones, llamadas fetales o maternas, durante la gestación. El sicólogo Mauricio Arteaga, doctor en psicopatología infanto-juvenil, habla de que
estas fantasías son útiles para crear un nido síquico para la guagua; un espacio mental en que la madre va ensayando su maternidad.
Variado imaginario |
Hay una relación estrecha entre el tipo de representaciones fetales de las embarazadas y la clase de vínculo o apego que luego van a tener con la guagua:
Seguro: Se da en madres sensibles a las necesidades del bebé. Sus fantasías son de buena calidad (imaginan a su hijo en forma bien definida dentro del ciclo normal de representaciones).
Ambivalente: Se ve en madres que oscilan entre el cariño y la frialdad. Sus fantasías son catastróficas, llenas de miedos.
Evitativo: Son madres frías, que evitan el contacto íntimo con sus guaguas. No presentan fantasías.
Desorganizado: Su trato con el niño es caótico y extremo. Pasa del amor absoluto a los golpes. Sus representaciones son incoherentes. Se da en mujeres que han vivido situaciones traumáticas o presentan alguna psicopatología. |
El no tenerlas puede revelar que una mujer está evitando tener un vínculo con su bebé, lo que se ha visto en algunas madres adolescentes o en embarazos traumáticos como, por ejemplo, los que son producto de una violación, indica el sicólogo Felipe Lecannelier, especialista en vínculo temprano e investigador y docente de la Universidad del Desarrollo.
Las representaciones fetales comienzan a intensificarse después del tercer mes de embarazo, lo que coincide con una mayor actividad del pequeño.
Estas fantasías tienen su peak alrededor del cuarto mes para luego empezar a decaer en el séptimo. Esto coincide con la cercanía del parto y tiene que ver con un mecanismo inconsciente de protección de la guagua real que, lo más probable, no va a ser como la imaginada. La madre se está preparando, entonces, para el encuentro con el niño de carne y hueso, grafica Mauricio Arteaga, académico de la Universidad Alberto Hurtado.
Javiera, la madre del testimonio inicial, relata ahora lo que le ocurrió en su segundo embarazo: “De nuevo iba a ser una niña. Nos convencimos de lo bueno que sería darle una hermanita a la primera. Le pusimos nombre y todos los días mi marido llegaba a hablarle a mi guata.
Aló, Manacha, te estamos esperando, le decía. Llegó el parto y cuando salió la guagua hubo un silencio general: era niño. Tras el estupor inicial, todo fue alegría. Pero hasta el día de hoy me pregunto si a él le afectará que hallamos estado tantos meses tratándolo de María Ignacia”.
Capacidad reflexiva
El sicólogo Felipe Lecannelier explica que todos los padres deben hacer un proceso de adaptación desde la guagua soñada a la guagua real. Y esto tiene que ver con la capacidad reflexiva - ser capaz de ver al otro- de los progenitores.
Los que son capaces de ver al hijo como un ser individual y que no nació para cumplir sus expectativas, podrán adaptarse más rápidamente a la guagua real. Al contrario, quienes son incapaces de ver más allá de sí mismos, continuarán pegados en la imagen que se habían creado.
Mauricio Arteaga realizó en Barcelona una serie de investigaciones sobre las representaciones fetales y cómo éstas influyen en el vínculo con los hijos. De esa experiencia, el sicólogo recuerda el caso de una embarazada de gemelos que se había convencido de que sus hijos, según los movimientos fetales, eran muy diferentes entre sí: “A uno le puso el 'atleta' y al otro, 'el intelectual'. Las guaguas nacieron y ella seguía tratándolos así. A uno le estimulaba la actividad y al otro la contemplación. Pero si uno los veía, se daba cuenta de que el intelectual no lo era tanto y que sí estaba interesado en tener más estímulos”.
Para el sicólogo, expectativas y deseos paternos inamovibles pueden pasar a llevar el temperamento real de una guagua. Y éste puede ser muy distinto a lo que han indicado sus movimientos dentro del útero.
Según Arteaga, tiene que haber un aprendizaje mutuo entre los progenitores y el recién nacido. El proceso de adaptación corre para los dos lados, pero primero son los padres los que tienen que hacer el esfuerzo. Los primeros tres o cuatro meses deben ser de devoción total. Después, la guagua estará capacitada para adoptar ritmos (lactancia y sueño).
Embarazos complicados
El sicólogo Mauricio Arteaga realizó, en el Hospital Vall d'Hebron de Barcelona, una investigación que comparó las representaciones maternas de embarazadas de gemelos, de fetos con malformaciones y de fetos normales. Los resultados mostraron que los primeros dos grupos suspendían antes sus fantasías sobre el hijo y se centraban en prepararse para este alumbramiento de condiciones especiales.
Sin embargo, la calidad del vínculo que luego desarrollaron con sus guaguas no se vio afectado. El profesional lo atribuye a que estas madres recibieron un constante apoyo de parte de especialistas durante su embarazo.