Hoy se ríe cuando recuerda que en su época de becaria, en Boston, tenía que caminar sus buenas cuadras bajo el frío y la nieve para poder tomar el metro y llevar a uno de sus hijos al doctor.
Sus tiempos (de 1997 a 2002) haciendo el doctorado en la Universidad de Boston la templaron y a lo mejor eso es lo que permite que hoy, Solange Berstein pueda compatibilizar (en parte), sus roles de madre, esposa y superintendenta.
A los 39 años, casada y con tres hijos, que van hoy de los 14 a los 2 años, 10 meses, mira con cariño esos cinco años de tremendo esfuerzo. No tenían auto; sí tenían dos hijos y la nana que los acompañó al principio, pero que después se regresó. El departamento era chico y cada vez que quería ducharse tenía que hacerlo con los niños dentro del baño para mirarlos.
Las cosas mejoraron cuando su hija mayor comenzó a ir al colegio en jornada completa, lo que en Estados Unidos se llama “after school” y el más pequeño pudo permanecer en el jardín infantil de 8 a.m. a 6 de la tarde.
Estudió ingeniería comercial en la Universidad de Santiago y luego hizo, en el Ilade, un master dictado por la Universidad de Georgetown. Sus planes, al igual que los de su marido, comprendían hacer un doctorado y cuando éste se concretó ya tenía dos niños (de 4 años y un año y medio) y a la beca Presidente de la República debieron sumar un crédito Corfo -que todavía están pagando- para poder solventar la estadía.
-¿Qué te llevó a tomar la opción de hacer el doctorado cuando ya tenías dos hijos?
“Me casé apenas terminé la universidad y quería hacer el doctorado con una hija, porque siempre quisimos ser padres tempranos (lo fue a los 24 años). Por cosas de la vida nos fuimos con dos, cosa que no era el plan original, pero la experiencia fue absolutamente maravillosa. El irnos a estudiar como familia fue enriquecedor para mí, mi marido y mis hijos que tuvieron la oportunidad de compartir una etapa donde los cuatro éramos estudiantes”.
-¿Cómo se lleva una familia estudiando y en una ciudad ajena?
“Bueno, creo que con muchas ganas. Tuvimos la suerte de que nos acompañó, por los tres primeros años, mi nana de toda la vida, cuestión que si no hubiese sido absolutamente imposible. Cuando nos quedamos solos ya estábamos en la etapa de la tesis y los niños eran más grandes; los tiempos eran más manejables y era posible llevar la tarea con menos dificultades”.
-No tuviste las redes de apoyo que hay en Chile. ¿Lo viviste en forma muy estresada?
“Diría que el primer año del doctorado es siempre muy estresante así que, aunque tenía la nana conmigo, fue muy estresante y sentí al termino de él que me había perdido un año de ver a mis hijos; uno está muy metida en los estudios. Sin embargo, después las cosas se van haciendo más fáciles y uno se va acostumbrando al ritmo.
“Es cierto que las redes familiares no están, pero como no están para todos entre los chilenos que estaban ahí –por lo menos en la ciudad de Boston- al final se transformaban en tus compañeros, tu familia y uno tenía mucha ayuda en ese sentido.
“Sí, hubo períodos más difíciles, otros más fáciles, pero pudimos compartir vivencias distintas y al final del día fue una experiencia muy enriquecedora para todos”.
-Si haces una suma y una resta, ¿hubo mayores costos o mayores beneficios?
“Para nosotros fueron lejos, lejos, lejos beneficios; efectivamente tiene un costo en términos económicos enorme, todavía estamos pagando el crédito Corfo que nos permitió mantenernos mientras no obtuvimos más becas de allá en una ciudad tan cara como Boston. Pero en términos familiares, de estudios, de aprendizaje, de crecimiento personal fue una experiencia muy, muy favorable que sobrepasa los malos momentos que obviamente, se pasaron con tanto que estudiar”.
Antes de hacer el doctorado Solange Berstein fue profesora de jornada completa en la USACh y luego, trabajó en la Superintendencia de AFP. Al regresar de Estados Unidos, se incorporó como economista senior del Banco Central y a fines de 2003 arribó nuevamente a la super como jefa de la división de estudios, institución que nunca estuvo en sus planes encabezar.
-Con un niño tan chico, ¿cómo ha sido enfrentar esta nueva etapa de tu vida? ¿Estás sintiendo un poco lo que experimentaste en el doctorado?
“Siempre tuve la idea de tener dos hijos grandes y tener luego, uno más; siempre quise tener otra guagua después de regresar del doctorado. El minuto en que se dio no fue programado, no fue planificado, pero llegó y fue absolutamente bienvenido por todos, incluidos mis dos hijos grandes que lo adoran. Tiene dos mamás y dos papás.
“Es un sacrificio, me pasó un poquito el año pasado lo que viví en el doctorado. Ya lo viví una vez, ahora lo viví de nuevo con este chiquitito, pero...”
-¿Qué vives? ¿Angustia, culpa, tensión?
“Creo que es más tensión, ganas de dividirse en dos en algunos minutos en que uno no puede... pero estoy muy contenta con mi trabajo y he logrado ir encontrando el equilibrio. Como lo decía antes, así como el primer año del doctorado fue intenso, hasta que uno logra equilibrar las cosas y manejar los tiempos, creo que ahora es un poco lo mismo y este año estoy retomando las cosas y ordenando un poco la vida como todas las mujeres que tienen que cumplir con múltiples funciones día a día”.
-¿Qué minutos se deja para ella Solange Berstein?
“Estoy intentándolo, creo que también es importante, así que estoy haciendo Pilates que ha sido súper sano, así que vamos a tratar de mantenernos así. Hay que tener algún rato para poder vivir en buen estado tantos años que vamos a vivir”.
-¿Como dueña de casa funcionas en un 50% o sigues llevándola?
“Como toda mujer la sigo llevando, pero debo reconocer que tengo una gran ayuda en mi casa”.
-¿De qué tareas te has liberado?
“De ninguna, nunca una dueña de casa se libera de nada, siempre se está preocupada de todo, de los niños, de los médicos, de las compras. No me siento liberada de nada, sigo cumpliendo las funciones que la vida te trae. Los fines de semana son cien por ciento para mis niños, me levanto temprano para llevar a mi hija a vóleibol o jockey y a mi otro hijo a fútbol”.
-Pero, tu marido debe ser bastante moderno; él tuvo que haber cambiado pañales y dado papa.
“Sí, de todo, él comparte roles conmigo, creo que tengo un marido moderno como deben ser los maridos hoy día de toda mujer que trabaja. Compartimos tareas, va al supermercado, lleva los niños al doctor; el que tiene tiempo lo hace y nos coordinamos”.