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"Soy muy dado a los afectos, aunque algo mamón"

Sin saber muy bien por qué, se convirtió en actor, pero hoy está feliz con el reconocimiento que su personaje en "Vivir con 10" tiene de parte de la gente. Le gusta que lo conozcan y les guste su trabajo, pero tiene muy claro que éste es un primer paso y espera que nunca la fama se coma al ser humano que es.

17 de Julio de 2007 | 11:37 |
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Pocos saben que su verdadero nombre es Álvaro Gómez; está en la etapa en que más bien lo reconocen por Silvestre Solé, el segundo de los hijos de Leonor y el finado Narciso. Y, claro, no puede ser de otra forma, porque ésta es su primera aparición importante en televisión, aunque había hecho algunos papeles para seriales y actuado en "Teatro en Chilevisión" en una oportunidad.

Con un look muy similar al de su personaje, al principio pareciera que ambos se asemejan bastante, pero después de un rato, empieza a mostrarse un hombre joven, con las cosas bien claras; muy cariñoso en el trato, pero más bien tímido, y con un gran sentido del humor.

Aunque nació en Santiago, sus padres se separaron cuando él tenía apenas dos años y emigró al sur, a Osorno, con su madre. Hijo único, fue muy sobreprotegido hasta que entró a la universidad y su madre tuvo que darse cuenta que ya había crecido, según sus propias palabras.

Tiene recién 26 años, así que no es raro que esté comenzando su carrera; nació el 24 de diciembre de 1980... "soy capricornio y la encarnación del anticristo; Damian", dice riéndose, mientras se toma una cerveza. "Me iba mal cuando pendejo, porque me hacían un regalo no más: Navidad y cumpleaños eran una sola cosa, así que me ponía bien triste. Bueno, menos mi vieja... las mamás, poh, siempre preocupadas".

Estudió siempre en el mismo colegio –"uno igual al San Ignacio, pero en Osorno, que se llama San Mateo"-; era alumno del 5 al 6, así que todos se sorprendieron, incluso él mismo, cuando obtuvo excelentes puntajes en la PAA. Debido a ello, varias universidades de Santiago lo contactaron para que fuera su alumno, pero él –enamorado a concho- decidió estudiar sociología en Temuco, donde se fue a vivir con su polola.

La realidad dijo otra cosa y ya al mes estaban separados. Álvaro, siempre sobreprotegido, se sintió libre y, en vez de dedicarse a estudiar, se volvió un carretero de marca mayor. Tampoco la carrera le gustaba, porque, al elegirla, pensó que tenía un sentido más social, que en la práctica no se daba."Eran puras estadísticas y matemáticas; nada que ver con lo que yo quería, algo para ayudar a la gente; algo más parecido a la asistencia social", cuenta.

-¿Cómo fue ese año?
"Negro en mi vida. Terminé reventándome y mi vieja me fue a rescatar, porque llegué a unas condiciones bien paupérrimas, con suciedad, hasta insalubres... barba, pelo muy largo, papada, gordo, muy gordo, bueno pa'l copete –tomaba todos los días-... ¡mal! Mi madre me dijo Álvaro, siento la intromisión a tu independencia, pero te devuelves conmigo a Osorno".

-¿Después de eso decidiste cambiarte a teatro?
"Pa' la Navidad, me preguntaron qué iba a estudiar y si iba a dar la prueba. Contesté que no quería rendirla de nuevo, que pensaba estudiar algo que necesitara menos despliegue de razón y más de corazón... así que entré a teatro".

-¿En Santiago?
"Sí, en la escuela de Gustavo Meza; entre una tía y mi mamá me costearon la carrera".

-¿A tu mamá no le complicó que te vinieras solo a Santiago, después del reventón en Temuco?
"Sí, bueno, desde chico tuve una relación con mi vieja bastante censuradora y bien aprensiva de su parte... creo que por ser hijo único, pero también por razones familiares. Entonces, como que nunca dejó que yo volara independientemente. De hecho, creo que es algo que me perjudica de grande... ser dependiente, muy regalón. Por otro lado es positivo, porque soy muy dado a los afectos, aunque un poco mamón en algunas circunstancias, también".

-¿Cambió cuando saliste de la casa?
"Sí, a los 18 años, la relación con mi vieja empezó a mutar, empezó a ser más adulta. Como a los 16 cachó que yo fumaba pitos y me quería internar en una clínica siquiátrica... ahora no; es distinto, viene a Santiago, ve mi plantita y se ríe, aunque igual mete el consejo entre medio.
"Me compré una motoneta hace poco... ¡y lo mismo! Pero ella misma me prestó los cheques pa' la garantía; no, es una relación que ha ido evolucionando positivamente".

El primer año en Santiago vivió en casa de unos tíos y el segundo, otro tío que vive en Canadá le prestó el suyo, que es en el que vive hasta ahora. "Pa' ahorrar plata, porque me queda cerca del estudio, por Rodrigo de Araya, cerca de la Santa Julia. No es un muy buen sector, pero ahorro lucas", dice.

-¿Fue muy violento venirte a Santiago?
(Silencio) "... Sí. En un principio me sentí muy, muy solo; es que acá la gente es muy impersonal, no se pesca; en el sur, no es que la gente se ande saludando en todas partes, pero si te encontrai con gente conocida en la calle a cada rato. Hay más diálogo, más contacto; las distancias son cortas. Acá es todo más lento; los medios de transporte son hasta indignos. Fue duro, bien duro".

-¿Estabas seguro de querer estudiar teatro?
(Pone cara de compungido) "No, poh, no. Pensé en canto, en literatura, en danza, en pintura, en escultura y, finalmente, estudié teatro, porque me dio la sensación de que era la que reunía un poquito de cada una de las demás y podía ser un complemento de todas".

Mirando siempre a los ojos y con esa voz grave, pero cálida que lo caracteriza, explica que el primer año estaba bien complicado, porque no le fue muy bien y tampoco sabía si le gustaba esta nueva carrera que había elegido. "El segundo año tampoco me fue bien, no tenía la convicción de que eso era lo que quería para el resto de mi vida; lo veía como algo muy hippie, aunque muy lúdico, también... ¡me daba mucha vergüenza!"

-¿Vergüenza?
"Me costó mucho sacarme pudores y trancas que tenía de pendejo para poder estar un poco más libre en el escenario y que la weá me guste, porque la idea es pasarlo bien, ¿te fijai?... en cualquiera de las profesiones y más en teatro que tiene que ver con eso. Si tú no lo estai pasando bien, cómo vas a hacer para que la persona que te ve lo pase bien".

-¿Cuándo te diste cuenta que sí era lo tuyo?
"En tercer año, afortunadamente, tuve a mi maestro... Lucho Ureta, director del Teatro La puerta. Estuve un año con él y ahí entendí que teatro era lo que quería hacer, que estaba embarcado en este cuento y que me gustaba, me gustaba hacerlo.
"Me apropié de algunas situaciones, del escenario, manejé mis emociones, sentí un poco más de confianza, me liberé de muchos pudores y lo empecé a pasar bien".

-¿En qué se notó el cambio?
"Hicimos dos exámenes: uno que trataba puros casos neurológicos, que fue bien entretenido y otro de Jean Genet –una obra que se llama 'Los negros- súper fuerte, violentadora, donde hice un personaje que pasaba por muchos estadios emocionales.
"Así el teatro me cautivó finalmente y supe que esto era lo que quería. Además todo cambió; en estos últimos exámenes me fue bien, salí destacado; ahí me di cuenta... ¡esto era!"

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