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Una profesora que ama sus plantas

16 de Mayo de 2007 | 15:12 |
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María Eugenia Díaz recorrió un largo camino antes de llegar al frente de una ONG. Y ese camino fue precisamente el de la desilusión.

Profesora general básica, siempre se sintió y se siente fascinada por la educación como un instrumento de transformación humana y cultural; una herramienta de cambio, asegura.

Ejerció su profesión tres años, primero, en un colegio particular subvencionado muy pobre donde ni siquiera le compraban tiza y, después, en un colegio particular de izquierda que resultó estar súper ideologizado y en donde los profesores todavía le pegaban a los niños.

“Ahí me di cuenta que no bastaban las buenas intenciones, sino que las condiciones en que vivían mis alumnos no eran las adecuadas”, sostiene y agrega que en su segunda experiencia “no bastaban la ideología, la buena voluntad o ganas de ser profesora, sino que tenían que haber condiciones mínimas”.

Al romper con la enseñanza y quedarse sin trabajo, aceptó al poco tiempo el puesto de secretaria en una ONG, el Centro de Desarrollo de la Mujer, Domos, del cual llegó a ser directora. En este nuevo camino hizo un magíster en políticas sociales en el Arcis y se especializó en gestión estratégica de programas de intervención social.

“Busqué otras alternativas de educación”, explica y derivó a la educación de mujeres ya sea en talleres de liderazgo o desarrollo de personalidad. “Fue una suerte de educación popular”, agrega.

-¿Qué te provocó el quiebre como para dejar de hacer clases?
“Fue la gran contradicción entre el discurso y la práctica de los educadores; eso me mató y no lo soporté”.

A los 45 años, mira para atrás y ve que en su trayectoria acumula experiencias referidas al combate de la violencia intrafamiliar contra las mujeres o protección del Sida.

-¿Y qué te llevó a Genera?
“Bueno, ahí hubo otro quiebre y fue la evaluación de trabajo que había hecho en ONGs. Fui presidenta de la Asociación Chilenas de ONGs, Acción, y evalúe que estaba un poco desilusionada en realidad, de que si bien se hacía un trabajo muy bonito, era muy escondido, marginal, acotado. Mi impresión en que si uno no cambia en estrategias de participación ciudadana uno puede estar eternamente ahí... y el impacto es mínimo”.

Casada hace 19 años, tiene una hija de 15 que le entrega el apoyo para que se desarrolle profesionalmente.

-¿Cómo es tu agenda?
“Estoy ciento por ciento dedicada a Genera.
“Este trabajo es súper exigente, estamos cumpliendo 3 años, hemos tenido que posicionarnos y cuando estamos en campaña es súper demandante. Hemos tenido que aprender de las relaciones con los medios de comunicación”.

Vive en Pirque, que es otra de sus pasiones –“me encanta el campo, plantar, trabajar con la tierra”-; llega a las 9 de la mañana, a veces a las 7 para evitarse el taco y trata de andar mucho en metro para conocer las inquietudes de la gente.

Como no tiene nana, cumple con todas las labores de una dueña de casa como hacer el aseo, lavar y cocinar, cuestión que hace más su marido porque le gusta y “le queda rico”. En estas labores se involucra su hija porque tiene plena comprensión de los trabajos de sus padres.

-¿Qué pasatiempos te dejas, además de trabajar la tierra?
“Hago harta vida familiar; tengo siete hermanos y además recibo muchos amigos en la casa. Yo soy feliz en mi espacio, leyendo, escuchando música, plantando un diamelo.
“Soy una afortunada, una agradecida de la vida. He tenido oportunidades bonitas para desarrollarme como persona, tener una pareja y una familia, de encontrarme con personas con una calidad de vida humana muy grande”.

María Eugenia asegura que estar en Genera le ha permitido trabajar en algo que realmente le apasiona y eso lo encuentra maravilloso.

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