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Proteger lo intrínseco de la adolescencia

11 de Junio de 2007 | 09:58 |
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Los adolescentes, especialmente entre los trece y diecisiete años, apelan a su propio mundo, con especiales formas de vestirse, comportarse, hablar y bailar; sus específicas costumbres tribales y sus característicos ídolos para glorificar y venerar.

Este mundo al que acuden, los ayuda a amortiguar la humillación de ser y sentirse mucho menos, todopoderosos de lo que imaginan que deberían ser.

Los adultos muchas veces emulan estas conductas adolescentes para sentirse vitales y jóvenes, pero éstas son privativas de los jóvenes y deben ser protegidas de la posibilidad de que el mundo adulto se apodere de ellas.

Cuanto más usurpa la generación adulta lo que pertenece a la juventud, más estrafalarias y ambiguas serán las nuevas costumbres adoptadas por los adolescentes.

Esta etapa se caracteriza por el nacimiento del grupo, la consigna es no ser rechazado y es fundamental, estar incluido en todas las actividades grupales; “No estoy solo”, “Pertenezco a un grupo”.

El trato heterosexual es en grupo. Las visitas a la polola son en grupo. Les atrae el sexo contrario y lo buscan con intensidad, pero con ambivalencia.
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Aparecen enamoramientos apasionados e idealizados, la relación es más intensa dentro de la mente con un otro imaginado más que con un otro real. Es el momento del “amor platónico”.

Es sano y necesario que los jóvenes cuestionen y examinen el mundo adulto que los recibe; su ingreso a él es confuso y decepcionante.

En este período, el pensamiento tiene un tinte moralista y filosófico. Se rechaza todo aquello que se considere infantil, se habla de madurez teniendo un comportamiento inmaduro, como corresponde al desarrollo psicológico de esta etapa.

La crítica a los padres es despiadada y severa siendo muy laxos consigo mismos. Por ello resulta bastante inconfortable el lugar de los progenitores en este período. Si bien es necesario comprender la agresión del hijo como proceso de formación de identidad, también es fundamental poner limites a esa descalificación, el hijo no debe destruir realmente al padre, necesita sólo probar fuerza.

El problema del adolescente radica en cómo ir adecuando la vida de las posibilidades infinitas a la vida de lo realizable y factible; este proceso es fundamental en el desarrollo psíquico. Cada joven irá resolviendo este desafío a su manera y ritmo personal, inicialmente apoyándose en el grupo.


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