Distintos tipos físicos o somatotipos predisponen al rendimiento en distintas disciplinas deportivas y no hay reglas generales sobre un tipo de físico ideal para el deporte.
Sin embargo, existe un somatotipo "atlético" que muchas veces idealizamos en un Apolo o en el David de Miguel. Este biotipo es fundamental para el rendimiento en pruebas aeróbicas y anaeróbicas, donde un exceso de peso en grasa resulta contraproducente, por un aumento del trabajo físico para movilizar masa no contráctil.
Sin embargo, más allá del biotipo, la composición corporal y su evaluación son un factor de previsión no sólo para el rendimiento humano frente al ejercicio, sino también para enfermedades que acechan la vida de los deportistas y los humanos en general.
Más que el biotipo, el peso, o la relación peso-estatura, es nuestra Densidad Corporal un mejor parámetro para calificar nuestra composición corporal.
Un exceso de peso per se no puede ser medido por lo que arroje una balanza. Es fundamental cotejar este resultado con la estatura del individuo, lo que llamamos Índice de Masa Corporal. Pero este índice resulta deficiente porque no discrimina si el exceso de peso es el resultado de una hipertrofia muscular o adiposa (grasa).
Así, el peso corporal es un parámetro que debe ser incluido dentro de un estudio fino de la composición corporal que permita la cuantificación de sus mayores componentes: músculo, hueso y grasa.
Ya en 1942, Welham y Behnke publicaron un estudio en el que explican que las diferencias en la cantidad de grasa en los distintos individuos se relacionan no con el peso de los individuos o su Índice de Masa Corporal, que relaciona peso y estatura, sino con la Densidad Corporal o Gravedad Específica del Cuerpo.
Su hipótesis predijo que los hombres que eran "pesados", pero magros (con poca o sin grasa corporal), serían más densos que sus contrapartidas de pesados pero grasos, y confirmaron que el peso corporal no es una buena medida para cuantificar un exceso de grasa corporal.
Esta investigación fue la primera que demostró que la densidad corporal está influenciada fundamentalmente por la cantidad de tejido adiposo que tengamos, y que las diferencias de densidad corporal entre los individuos se relacionan directamente con nuestro contenido de grasa: mientras más grasa tenga nuestro cuerpo, somos menos densos.
En consecuencia, las tablas estándar de peso-estatura muestran ser inadecuadas para determinar el peso ideal de un atleta o de cualquier persona en general. Así, estos investigadores postularon que la Densidad Corporal sí sería un indicador más útil.
Con las tablas estándar peso-estatura, 17 de 25 futbolistas americanos profesionales resultaban "no aptos" para hacer su servicio militar por sobrepeso y calificaron como obesos. Sin embargo, al incluir además de los parámetros peso y estatura el de densidad corporal, Behnke y Welham demostraron que el sobrepeso de estos deportistas no era secundario a acumulación de tejido adiposo sino a hipertrofia muscular. Porque en 11 de ellos su alta densidad corporal indicaba una composición grasa muy baja con valores cercana a 1,08 gramos por centímetro cúbico, y en los seis más pesados una densidad promedio de 1,059.
Estas observaciones dieron luz en la evaluación de la composición corporal donde la cantidad de tejido adiposo determina nuestra densidad.
Se sugiere un valor de densidad de 1,06 gramos por centímetro cúbico de cuerpo para separar las poblaciones grasas de las poblaciones magras: aquellas con densidades superiores a 1,06 son magras, aquellas con densidades menores a 1,06 son grasas.
Todo esto deja claro que el término sobrepeso no indica obesidad, sino una masa corporal superior a la estándar, usualmente referida a un peso dado en relación a una estatura dada.