Claramente no le gusta mucho hablar con la prensa ni se siente cómodo mientras lo fotografían, pero lo intenta. Se sonríe y se ríe de lo acartonado que lo vuelve la cámara fotográfica, no así las de los estudios donde alguna vez condujo programas de televisión; "es que de ésas no tienes conciencia", dice. Después de un rato, reconoce que lo que más le incomoda es que se vaya a ver gordo: "Acartonado, serio... da la mismo, pero con rollo en la guata ¡ni por nada!".
Así es el alcalde de Santiago, un hombre más bien tímido y que no le gusta hablar de más; incluso puede llegar a ser tan escueto en sus respuestas que pareciera que le molestara haber accedido a la entrevista. No obstante, se va relajando, se sonríe y se apresura a aclarar que se trata de su personalidad, un ingeniero hecho y derecho, esquemático y concreto.
Sigue siendo, eso sí, un hombre guapo y elegante; impecablemente vestido de pantalón y chaqueta azul marino, camisa celeste, zapatos negros y una corbata a rayas que le da la gota de color. A pesar de su corrección absoluta, dice que esa es su pinta de trabajo, porque prefiere vestirse de jeans y camisa o polera.
Tiene muy claro que fue elegido alcalde porque la gente reconocía su cara por sus años de televisión, pero se siente a gusto trabajando al servicio de la gente de la capital, pese a los cientos de problemas que debe enfrentar cada día.
-¿Por qué la alcaldía?
"Porque uno sirve y cuando uno tiene unas ciertas ganas de servir, este es un bonito lugar. Yo no me veo como parlamentario. Estudié ingeniería y he sido toda mi vida un empresario, un ejecutivo; así que me desempeño mucho mejor aquí y me gusta más la cosa de terreno... entonces, ¡aquí!"
-Claro, pero ¿qué genera el cambio de empresario a conductor de televisión a alcalde?
"Es que uno no es una persona lineal, uno tiene un conjunto de vocaciones, de contradicciones, de intereses, de luces y sombras. Hay otros que tienen vocaciones más definidas –los curas, los diplomáticos, los marinos-.
"En el caso mío, al igual que una inmensa mayoría de personas, tengo múltiples intereses y una de mis facetas es el servicio público. Por eso, vine a servir, no a hacer carrera ni a candidatearme para nada, y eso es lo único que me da una cierta satisfacción".
Sin cambiar jamás el tono de voz y hasta con un cierto dejo de aburrimiento, continúa: "Desde que me levanto hasta que me acuesto trabajo para llevar a cabo una serie de medidas pensando en el resto. Ahora, pueden que sean populares o no, pero yo hago todo pensando en la comunidad y este es un bonito lugar para hacer eso".
-¿Cómo te presentaste a candidato, qué camino seguiste si no eres político?
"Quería servir a mi país, a la gente; me parecía muy bonito que fuera desde la Municipalidad de Santiago, porque no había ningún candidato, al menos que yo supiera. Entonces, como a mí me interpreta más la derecha –a pesar de que ahora no se entiende nada políticamente quién es quién-, fui donde quien tenía la potestad para elegir al candidato, Joaquín Lavín. Hablé con él y le dije que yo quería ser".
-¿Así de fácil? ¿No había más interesados?
"Había un par más, pero no muchos".
-Me imagino que esta no es una alcaldía fácil, ¿por qué ésta, entonces?
"No, poh, no es fácil. Hay muchos requerimientos; aquí se protesta, en el centro de la ciudad; aquí está la sede del Poder Político; aquí están la mayoría de los ministerios, la sede del Poder Judicial. Hacer un hoyo en Santiago cuesta cinco veces más que en cualquiera otra comuna, porque aquí se dejan caer los arqueólogos (se sonríe), está lleno de redes, de cables, de ductos... ¡no te digo si encontrai un cacharrito, porque ahí queda la grande! Ahora, si encontrai un huesito, se paró la obra... ¡es muy complejo!".
La lista de ejemplos es interminable: "La cantidad de colegios que son baluarte de la educación pública -49, partiendo por el Instituto Nacional-; pasan casi todas las micros de Santiago; el Teatro Municipal, que trasciende los límites comunales; el Parque Forestal; el Parque O´Higgins; el cerro Santa Lucía; aquí está la historia republicana de este país y los monumentos históricos. Además, todos los días circulan por aquí dos millones de personas... ¡Es re complejo!".
-De todos esos temas, ¿cuáles te apasionan?
"Los que dicen relación con la ciudad y la calidad de vida de sus habitantes".
Alcaíno explica que todos los temas se complican en la capital; pone como ejemplo que los vecinos le reclaman por el tema de la delincuencia, pero que eso es responsabilidad de Carabineros o por los hoyos que corresponden al ministerio de Obras Públicas o al TranSantiago.
-¿Amarrado de manos?
"Es que está muy sobrepuesto el poder y eso amarra un poco, claro que sí. En una ciudad tan grande, el alcalde es una autoridad de un lugar limitado. En educación, por ejemplo, no tenemos ningún poder resolutivo, a pesar de que somos los sostenedores de los establecimientos públicos y responsables de ellos. Todos los conflictos dicen relación con el nivel central, no con la municipalidad".
-¿Qué puedes hacer en la práctica, entonces?
"Bueno, en la práctica, puedes manejar todo el tema de la mantención de la ciudad, de los permisos, de las patentes, del comercio legal, poder intervenir la ciudad y administrar los bienes de uso público –las calles, las plazas, los parques-. Pero para eso necesitas recursos (sube la voz)".
-¿Los hay?
"Quedamos ras, ras; lo que es muy malo, porque nosotros tenemos un sólo centro histórico y tenemos para invertir en la ciudad, dos mil millones de pesos y eso, en proporción, es como tener cien pesos para remodelar tu casa... ¡no compras ni la brocha para pintar una puerta!"
Agrega que este es un problema de la mayoría de las ciudades capitales del mundo, pero que muchas europeas lo han mejorado con una Ley de Capitalidad que le otorga recursos especiales al centro de la ciudad. "Aquí, lamentablemente, no pasa así, no existe la visión de que aquí está el patrimonio histórico del país más concentrado que en ninguna otra parte".
-¿Desanima eso?
"Esta es una pega donde hay que mirar pa' adelante, porque si no es complicado".
-¿Nunca te has arrepentido de tener este cargo?
"Sí, pero nunca más de dos o tres veces al día" (lo dice muy serio, tanto, que da risa).
-¡Tanto así!
"Es que los problemas son muchos y la administración pública es lentísima, ¡decimonónica!, fue pensada para resolver problemas de hace 60 o 70 años atrás. Yo entiendo que manejamos cajas públicas, que son de todos los chilenos, y hay que ser cuidadosos, pero es... ¡antiquísima! Esas cosas te desaniman, porque la empresa privada va a 200 kilómetros por hora y nosotros, a 28. Es complicado, pero no hay que desanimarse, eso está prohibido; las autoridades que se desaniman se tienen que ir pa' la casa. Uno viene pa'cá a galopar, sabe que va a haber momentos malos".
-¿Te repostularías?
"Me lo han preguntado mucho, pero tengo que meditar mi decisión. Como buen ingeniero, no me voy a hacer atados y voy a contestar a final de año. Además, es un tema que no sólo pasa por mí, sino por los partidos políticos que me apoyan. Si me repostulo, me gustaría tener un apoyo importante de los partidos y muy transversal... me gustaría, pero como este país es medio chato, entonces van a votar unos que sí y otros que no, porque sí no más".
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