Se acaban de cambiar de casa. Las nuevas instalaciones, que aún no están terminadas, no dan cuenta de los ocho años que lleva el Centro de Integración Cognitivo Corporal
(CICC) funcionando como un espacio de reflexión distinto, el leit motiv que inspiró a Carmen Cordero a crearlo.
Según cuenta ella, quería generar un espacio de reflexión que sirviera para desarrollar y aportar al cambio del paradigma humano y avanzar a una lógica que integrara el racionalismo, pero considerara también otros motores, es decir, incorporara lo sistémico.
“No se trata de dejar el racionalismo fuera, pero creo que hoy hay datos suficientes como para apoyar creencias que nos permitan un desarrollo más integral. La ciencia tiene información que hace 20 años no existía; todo este cambio de paradigma es necesario hacerlo desde Occidente y éste tiene a la ciencia como un referente”, explica.
El origen del CICC está claramente en la tesis que desarrolló Carmen Cordero y que da vida al método del mismo nombre. “Fue un movimiento bastante sola y rebelde, muy apoyada por la Lola Hoffmann en sus inicios, porque ella me abre muchos espacios”.
Recuerda que en el año 1999 trabajaba en su consulta cuando decidió dar el paso para crear el CICC convencida de que era un buen camino que ella ya había probado antes cuando participó de otro centro de terapia humanista que funcionaba con psiquiatras y psicólogos.
-¿Qué objetivos te planteaste?
“El objetivo era aportar al cambio de paradigma, direccionado a las áreas de salud y educación. Había y hay una demanda alta; los niveles de angustia, de estrés, de depresión son altos -Chile está ocupando los primeros lugares de depresión en el mundo-. Tenía 40 años y me dije
no tengo mucho más tiempo, voy a seguir peleando y no estoy haciendo nada y entonces decidí jugármela y comprometerme con esto”.
-¿En qué se traduce todo esto en la práctica?
“Se traduce en grupos de trabajos en los que se enseñan herramientas del MICC. Éste permite hacer distinciones en la conducta que facilitan encontrar coherencias dentro de ti, como individuo, que te otorgan capacidad de integrar y hacer más congruente tu pensar, tu hacer y tu sentir. La incongruencia en estos tres aspectos genera sufrimiento. A lo mejor no es la única variable por la que se genera sufrimiento en el mundo, pero mientras más incongruencia, más falta de bienestar, más enfermedad hay”.
Explica el método de la manera más simple: “Si vamos a un taller donde me dicen que puedo llegar a ser el mejor líder de algo, todo me lo dicen en el lenguaje. El método nos permite buscar la coherencia histórica de la persona y la coherencia de la naturaleza biológica que le va a permitir hacer ciertas cosas y otras no, porque uno no puede hacer todo lo que se le ocurre. El ratón es ratón, el gato es gato y hay leyes que tienen su dinámica biológica que nos permiten hacer algunas cosas y otras no. No somos buenos para todo.”
En las terapias grupales e individuales que se dan en el CICC se aplican prácticas atencionales, ejercicio físico-musculares y el desarrollo de ciertas distinciones en el lenguaje, para así poder articular en los tres dominios básicos de la conducta del modelo ICC: emociones (sentir), lenguaje (pensar) y cuerpo (hacer).
“Hoy día te encuentras con personas que en el lenguaje están articulando un futuro quehacer, para el cual no necesariamente tienen las correlaciones sensomotoras para realizarlo, como se dice ‘no tienen el cuerpo para hacerlo’; entonces, la propuesta genera sufrimiento.”
Carmen Cordero dice maravillarse de cómo Occidente ha pasado desde el racionalismo a lo sistémico, está llegando a la integración del sí mismo y evolucionando.
-¿En eso, Oriente ha sido más sabio que Occidente?
“No, tenemos caminos distintos. Por eso creo en Occidente y creo que es un gran error imitar otra cultura. Una cultura tiene variables muy complejas, por ejemplo tenemos cerebros distintos, correlaciones sensomotoras distintas, y eso no es trivial.
“Algunos dicen
es fantástico meditar,
Sí, digo yo, pero Occidente necesita aprender prácticas antes de llegar a meditar, porque sino estamos todos apretados, sentados en un cojín y eso no sirve. El Lama oriental no es occidental, por lo tanto, no se explica por qué el otro no puede soltar el hombro. Ahora, cuando uno mira desde nuestra biología, puede encontrar explicaciones. Por eso el Oriente está fascinado con nuestra ciencia y el Dalai Lama envío a sus lamas a estudiar acá”.
-Estamos pasando por una fascinación con el Oriente.
“Sí, pero con una descalificación de nosotros y ahí estamos mal. No nos neguemos, nosotros también tenemos grandes tesoros con nuestra cabeza. Mi postura es no achiquemos nuestra cabeza, ni nos la cortemos, agrandemos el cuerpo, la percepción consciente, activemos las correlaciones sensomotoras que necesitamos para nuestra evolución. Creo en la ciencia, en que nos va a abrir una espiritualidad maravillosa, de hecho lo está haciendo”.
Ahondando, Carmen señala que nuestra cultura ha desarrollado un paradigma que se propone controlar nuestras emociones, esto es un grave error. La emoción tiene una correlación en el cuerpo, como tiene una correlación en el lenguaje –continúa-. Las emociones mamíferas tienen que ver con el cuerpo y son innatas: miedo, rabia, alegría y pena, y eso viene dado desde la biología. Uno de los problemas de muchas enfermedades es el control, el querer controlar las emociones, lo que es imposible porque las emociones no se controlan; cuando entras en el control entraste en el miedo. Occidente emociona en el miedo al tratar de tener todo bajo control y ¿qué es lo que quiere controlar? El lenguaje, porque el cuerpo sigue su devenir”.
-¿El control del todopoderoso?
“Obvio. Es tan liberador... liberarnos de la arrogancia de esta cultura controladora. La gente se está muriendo, literalmente, porque
si no soy todopoderoso, no soy nada. Es un horror de paradigma. Si yo tengo la percepción de mi existir no necesito decirme quien soy”.