Hoy las futuras madres están muy ocupadas de encontrar información respecto de la maternidad; sin embargo, poner el acento sólo en el conocimiento teórico, las puede desconectar del proceso natural de irse conociendo mutuamente con el recién nacido.
Es importante que la madre tenga confianza, pues poco a poco, mediante la espontaneidad e intuición, se irá entendiendo y comunicando con su bebé.
Durante el embarazo y, en especial, hacia el final del mismo, la madre desarrolla una sensibilidad especial que dura hasta unas semanas después del parto. En este estado psicológico especial, las madres tienen una impresionante capacidad para identificarse con su bebé, en una forma que ninguna máquina puede imitar y ninguna enseñanza puede abarcar. Esto permite a la progenitora ponerse en el lugar del bebé, experimenta una particular empatía y se va conectando con las necesidades de la guagua; paso a paso va reconociendo lo que su hijo requiere (ser sostenido, dado vuelta, acostado, alzado, limpiado y alimentado).
La intercomunicación entre la madre y su hijo o hija se mantiene en determinadas formas. El recién nacido capta los movimientos respiratorios de la madre, el sonido de los latidos de su corazón, la calidez de su aliento y su aroma particular. El niño hace suyo todo lo que proviene de la madre; su olor, su calor, el tono de su voz, etc., pues en esta época precoz de su vida no distingue su persona del "otro". La criatura depende del ambiente creado por la madre, el cual es fundamental para su posterior desarrollo.
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Donald Winnicott, destacado pediatra y psicoanalista inglés planteaba que “el bebé es una panza unida a un tórax y tiene miembros flojos y, en particular, una cabeza floja”; todas estas partes las sujeta y une la madre, a través del vínculo con su hijo.
El especialista habló de ciertas funciones básicas en el cuidado físico y atención psicológica del niño que son de vital importancia en el contacto inicial y que surgen en la mayoría de las madres con mucha naturalidad.
Sostener (holding): El hecho de sostener al recién nacido de manera apropiada, representa un factor básico de cuidado. Mantener al bebé protegido de los acontecimientos impredecibles que pueden interrumpir la continuidad de su existencia implica cubrir todas sus necesidades, en especial las fisiológicas.
Manejo (handling): Son todos los quehaceres que la madre va realizando que contribuyen al desarrollo del tono muscular y la coordinación motora del infante. Con ello se permite que el pequeño disfrute la experiencia de la función corporal y conozca su cuerpo como parte de su “propio ser” y establezca los límites de si mismo y del otro. Este proceso, que Winnicott denomina “personalización”, constituye la base de la identidad.
De la dependencia absoluta que está presente en los primeros momentos, el bebé pasa a instancias de relativa dependencia y se encamina hacia la independencia, pero es una independencia que hasta su ser adulto presupondrá la necesidad de otros.
El bebé necesita un medioambiente que facilite y acoja sus necesidades y demandas, dada su extrema dependencia.
El amor que la madre entrega a su hijo es primordial. Cada deseo, cada emoción, cada sentimiento del niño llega a su madre; el niño recibe una respuesta y envía un nuevo tren de estímulos. De esta forma, la díada madre – hijo se baña en un mundo de intercomunicación y reciprocidad que le es propia y particular.
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