Robusto, de ojos verdes y cara varonil, “Chaleco” López sabe de golpes y de todo tipo. Es por eso que ya no se amilana por nada. Y como él mismo dice, “hay darle y darle pá’ adelante no más”.
-¿Cuántos porrazos acumulas en el cuerpo?
“He tenido más accidentes en auto. En moto sólo algunas fracturas, pero gracias a Dios estoy enterito, no tengo lesiones ni secuelas. Espero seguir igual”.
Agrega que a los 12 años sufrió un accidente automovilístico que casi le costó la vida. “Quedé choqueado. Los primeros seis meses no podía subirme a un auto y hasta paré un poco el cuento con las motos. Uno ve que la familia sufre mucho y cuando uno es chico no entiende qué pasa. Hoy en día es distinto”.
Fue su propio padre el que lo subió a los 4 a una moto. Renato “Chaleco” López I también fue campeón de motocross en su época, por los ’70, y el apodo surgió porque aunque hicieran 40 grados de calor, su progenitor corría raudamente con un chaleco de lana tejido por su abuela. “Ahí me empezaron a decir ‘chalequito’”.
-¿Qué mas heredaste de él, aparte de la pasión y el sobrenombre?
“Es un todo. Él me metió el bicho en la sangre, la pasión, con una jeringa. De hecho todavía anda en moto. Pero yo aprendí solo en la vida, a porrazos. Él me dio las bases. Lo demás fue cosa mía”.
Comenta que de un día para otro, en 2002, le anunció a su familia que se iba a Europa a correr el campeonato de rally. “Arrendé un auto y recorrí durante 6 meses y conocí mucha gente. Como aventura de vida. Hice carreras, salí octavo en una competencia y volví. Estuve dos años yendo y viniendo. Trabajé en talleres, mudanzas, de todo. Y como tenía auspicios me fue fácil. Y ya al tercer año ya me di cuenta que tenía que empezar a ahorrar para el futuro, ya conocía al mundo”.
-¿Hasta cuándo dura tu carrera? ¿Qué viene después?
“Hasta que tenga una lesión fuerte y hasta que ya no lo esté disfrutando. Por lo general es hasta los 38, una buena edad. Después de eso, creo que seguiré siempre en el mundo de las motos. Me gustaría entrenar a futuros campeones, correr en auto, pero siempre con el tema motor, me gusta mucho. También tengo una tienda de motos. Pero pienso que aún me queda para rato y vivo el día a día, soy muy corto placista. Antes me asustaba más el futuro. Pero ya me hice un nombre, tengo apoyo de empresas y de aquí para adelante tengo que tratar de hacer lo mejor no más”.
-Me imagino que tu familia sufre mucho por cuánto te expones.
“Claro, porque estoy lejos, corriendo una carrera tan larga como el Dakar. Pero a ellos les gusta aunque saben el riesgo que se corre, entonces igual es preocupante. Pero me apoyan y están conmigo en un 200% y eso me deja tranquilo. Mi mamá es muy católica y más que seguro que todos los días reza por mí”.
-¿Y tú papá aún se proyecta contigo?
“Sí y está feliz porque me dejó una plataforma increíble. Fue mi mecánico hasta el 2001 y después yo formé mi equipo profesional y él se quedó en el sur, tiene una parcela y está en otra. Tengo un sobrino, de mi única hermana, de 4 años, que es mi relevo, le gustan las motos y anda siempre con mi viejo. Yo ya soy profesional y lo veo una vez al mes más o menos y le cuento en qué ando y sería”.
-¿Y tú también eres creyente y te encomiendas y aferras a algo superior?
“Sí, pero a mi modo. Me formaron católico, mi colegio y familia, pero nunca voy a misa. No soy practicante. No tengo onda con los curas. Pero sí tengo una fe tremenda. Cuando estoy solo, antes de una carrera, en la noche anterior, concentrado, Dios me acompaña y pido por estar bien y doy gracias por estar donde estoy; viajando, cumpliendo mis sueños. Ando siempre con mi rosario y una cruz. Teresa de los Andes es milagrosa, es mi santa. Le pido, pero más que por los accidentes es porque uno se siente lejos y solo: diferentes idiomas y comidas, y la única persona que siempre está contigo es Dios. En una carpa solo, así me tranquilizo. Es un apoyo importante”.
-¿De qué otra forma te entrenas? Debe ser demandante para ti tener un buen estado físico.
“Mucha pesa para resistir golpes, tengo un personal training que me echa una mano completa. La agencia, un sicólogo, un entrenador físico, un mecánico y la moto, ese es mi equipo completo”.
-¿Y cómo te preparas mentalmente antes de cada carrera?
“Con mi sicólogo deportivo. Hago un entrenamiento abajo de la moto, que la cabeza vaya igual que como cuando está arriba. Es necesario, por los puntos de concentración que se regulan con ejercicios. Es una ventaja. Se tratan todo tipo de miedos pero más que nada es entrenar y potenciar la cabeza. Ser fuerte. Que tu cabeza se acostumbre a ser fuerte. Cualquier desconcentración te puede costar la vida.
"También leo mucho libros para la concentración antes de cada competencia, para que se acostumbre la cabeza a memorizar hojas de rutas, etc.”.
-¿Cuál es tu mayor temor? ¿Una lesión grave, por ejemplo?
“Le tengo más miedo a eso que a la muerte. Porque, por ejemplo, al quedar inválido, quedas entre medio. Pero uno trabaja para que no pase eso. Hay personas que les ha pasado, pero trato de pensar que todo va a salir bien y tomar todas las precauciones para que no pase”.
-Pero debe ser complejo asumir que tu vida está en permanente cercanía con la muerte.
“No me asusta tanto porque uno nunca piensa en lo peor, si no que en llegar a la meta. Tu familia es la que sufre más que uno. Yo no pienso en eso, sino en que me va a ir bien y hacerlo lo mejor posible. Y tratar de no arriesgarse. Eso es lo importante”.
-¿Privilegias siempre más tu integridad física que ganar?
“Sí, pero uno eso lo dice de la boca para afuera porque en el momento se calienta la sangre. Antes me pasaba mucho pero hoy en día me sorprendo a mí mismo porque he logrado controlarme. Además, trabajo mucho la parte sicológica más que nada para controlar esa ansiedad y es un proceso que te hace bien. Antes no me gustaba perder. Ahora digo bueno, estoy perdiendo pero ganaré más adelante, estoy sano, que es lo importante. Es difícil pero he aprendido y me sorprendo de cómo lo he podido lograr”.