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La confusión que invade a la familia ante la amenaza de una separación

Las parejas no suelen separarse de un día para otro; deben lidiar con semanas o meses de dolor y ambivalencias, que llevan a cometer muchos errores con los hijos.

10 de Agosto de 2007 | 10:02 |
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Algo ocurre en casa. El papá llega tarde, la mamá está muy triste, los fines de semana cada uno anda por su lado y los niños no entienden nada.

Y es que cuando un matrimonio está en crisis, ni los cónyuges sospechan en qué terminarán. Con un matrimonio de 5 años que de un mes a otro empezó a desmoronarse, Cristina R. aún no sabe si su problema es pasajero o no. "Por eso no quise adelantarme con la niña y me puse una careta, para que me vea igual de feliz. No sé de dónde saco fuerzas, pero después de acostarla me desplomo, me voy a la terraza y me pongo a llorar".

El período que está viviendo Cristina se llama "de incertidumbre", según explica Isabel Fernández, sicóloga y terapeuta de familia del Instituto Chileno de Terapia Familiar. "En esta etapa de desorganización uno puede cometer muchos errores respecto del manejo de la situación con los niños, pero es importante no sentirse culpable de eso. Hay que entender que uno está metido en su propio caos y que puede hacerse difícil vislumbrar lo que les está pasando a los hijos".

Pedir ayuda
Lo esencial es reconocer que cuando las circunstancias nos superan, es tiempo de pedir ayuda a las redes de apoyo. "Lo que el niño necesita es contención emocional, y si los padres no se sienten por ahora capaces, este apoyo perfectamente puede venir de parte de algún otro adulto significativo, que de paso le permita al menor seguir con su rutina y su desarrollo".

Eso no quiere decir que el niño deje de expresar la confusión o ambivalencia del momento, pero con la compañía de otros adultos puede evitarse la sensación de abandono.

Claro que ese tercero debe estar dispuesto a ayudar, pues es cierto que muchas familias de origen (abuelas, tíos) terminan traspasando más angustia que alivio a los menores ("¿Te ha llamado tu papá?" "¡Qué terrible lo que está pasando!").

"En esos casos, habría que recurrir a otras instancias más neutras, a una red de apoyo que pueda ver y pensar sólo en el bienestar de los hijos, no estando tan involucradas afectivamente con la situación", comenta Loreto Araya, sicóloga clínica del Centro Psicológico Espiral.

Cuando uno no consigue delegar y opta por fingir absoluta normalidad, cuando esa mamá sólo se permite sentir pena a solas y escondidas en el baño, hay que tener cuidado, "pues eso es suponer que para ser buena mamá siempre hay que ser regia y feliz", agrega.

Explicarles que la mamá anda un poco triste, pero que pronto estará mejor, le da coherencia al clima que los chicos están observando en el hogar. Tema muy distinto y contraproducente es convertir a los hijos -especialmente los adolescentes y jóvenes- en "paños de lágrimas" y confidentes.

¿De viaje?
Tal como hizo Cristina, una estrategia habitual para proteger a los hijos del dolor y la incertidumbre es mentir: "El papá se fue de viaje", "la mamá va a estar un tiempo fuera porque se enfermó y fue a recuperarse"...

Aunque no se tenga indicios de cómo acabará todo, nunca es recomendable ocultar la realidad, coinciden las sicólogas.

Los niños puede que no verbalicen emociones, pero es casi imposible que no adviertan cambios alrededor. Entonces, cuando tarde o temprano lo descubran, se sentirán traicionados y, de paso, aprenderán la lección de que no se puede confiar, opina Loreto Araya.

Por supuesto que no se trata de decirles que los papás se van a separar (cuando aún eso no se sabe), pero sí de explicarles -sin dar más detalles de la cuenta- que los padres están con problemas ("al igual como tú a veces te peleas con tu hermano y prefieren distanciarse un rato"). Es esencial que ambos juntos les expliquen que están viendo cómo resolver el conflicto, asegurarles que ellos no tienen nada que ver con las dificultades, que no se les dejará solos y que las decisiones que se tomen serán pensadas desde el bienestar de ellos como hijos.

Los niños no alcanzan a dimensionar lo que es la separación de un matrimonio, "lo que perciben es que van a perder al papá que se va de la casa", afirma Isabel Fernández.

De ahí que eso de inventar que "el papá anda de viaje y que no sabemos cuándo volverá" no garantiza tranquilidad. "¿Quién dijo que el hecho de que el papá se vaya de viaje al niño lo angustia menos? Muchos fantasean para callado con estas situaciones, porque piensan que se puede caer el avión, que no van a poder hablar con él desde tan lejos, que no regresará". Y ni hablar cuando se les dice que el progenitor ausente está enfermo.

Hay quienes deciden que el padre ausente no vea en un comienzo a los niños, "porque los confunde", dice Isabel Fernández. "A la que le hace mal es a la mamá. A los hijos, en cambio, les da continuidad y les ayuda a entender que la separación no es de ellos con sus padres".

Lenguaje no verbal
La sicóloga infanto-juvenil Teresa Quintana precisa que los niños -aunque no lo expresen- son capaces de formularse interrogantes relacionadas con aspectos de su rutina (por qué el fin de semana ya no estamos todos juntos, por qué tan largo el viaje de papá). Sus temores y sentimientos ambivalentes pueden manifestarse a través de comportamientos desadaptativos: pataletas, temores nocturnos, oposicionismo, conductas de riesgo, apatía, ensimismamiento, enuresis, etc. Por eso, agrega, hay que abrir el diálogo y darles información de acuerdo con su edad.
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