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Madre optimista por naturaleza

01 de Agosto de 2007 | 11:11 |
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Es hiperactiva, fumadora respetuosa y empática. Se la ve absolutamente fascinada con la tarea que desarrolla y a la cual le ha dedicado toda su vida profesional.

Paula Forttes estudió trabajo social en la Universidad Tecnológica Metropolitana y luego, realizó un post título en gerontología social en la Universidad Santo Tomás. No conforme con ello, después se fue a Israel, donde hizo otra corta especialización en el Centro de Cooperación Internacional Golda Meir, MASHAV de Haifa.

Ha estado vinculada, casi siempre, al tema del adulto mayor tanto con asesorías a los ministerios de Hacienda e Interior, pero dio sus primeros pasos en este tema en la Municipalidad de Santiago donde fue ex directora de la secretaria de adulto mayor de esa comuna en la época de Jaime Ravinet.

-¿Qué te hizo optar por la gerontología?
(Se ríe) “Mi primer caso de práctica fue un adulto mayor y cuando terminé trabajo social tenía la sensación de que me especializaba o iba a saber de muchas cosas y no bien de alguna en especial. Se dio justo que postulé al municipio de Santiago, entré en el programa del adulto mayor y... me enamoré del tema (lo dice con una tono de romance total)”.

Para ella, trabajar en vejez es trabajar en la vida misma y agrega que se trata de una población sumamente afectuosa, por lo tanto, se recibe mucho cariño. “Fue un desafío porque no había nada cuando empecé a trabajar, todo había que hacerlo de cero”.

-Pero, en el trabajo social te vinculas con la cara más dolorosa, más fea de la vejez. No se vincula con el viejo que no tiene ningún problema.
“A ver, quién te dijo que los problemas en sí mismo son feos. Creo que uno de los grandes problemas es que cuando se abordan los temas sociales, lo hacen de la carencia. Yo tengo una formación distinta, creo en los enfoques de resiliencia, para mí no existen los pobres, existen las personas en situación de pobreza. Cuando tengo que intervenir lo hago en las fortalezas de las personas, no en sus carencias para poder movilizar las capacidades, las potencialidades”.

-Eso fue parte de tu aprendizaje, ¿al principio te fue doloroso?
“Nunca me fue doloroso, porque sabes, creo que la generalidad de las veces mostramos la cara brutal de la pobreza, pero la pobreza tiene caras maravillosas de solidaridad, compromiso, esfuerzo, sueños.
“Sabes lo que sí es complejo cuando se trabaja con vejez, a diferencia de otros segmentos, es que cuando se tiene un viejo al frente uno se mira a sí mismo en el futuro, entonces hay una sensación de proyección”.

-¿Por qué optaste por el servicio público?
“Partí en el municipio porque creo que es el escenario para hacer proyectos, es donde se hace el trabajo social en serio, en una dimensión acotada. Además elegí Santiago porque estaba partiendo, tenía un alcalde ‘re pila’ que además nos dio la libertad para desarrollar los proyectos.
“Siempre estuve vinculada a través de la docencia y otros al tema del adulto mayor y cuando dejé lo público por un tiempo, me dedique a las consultorías, estuve en un proyecto de la Comunidad Europea. Cuando se ofreció esto (el Senama) dije esto es lo mío, era un servicio nuevo que tenía que avanzar y tener una Presidenta mujer sólo me hacía pensar cómo te lo vas a perder”.

Separada, con 39 años y dos hijos adolescentes, Paula se declara optimista por naturaleza, de hecho, asegura que los chilenos necesitan una dosis de ansiolíticos. “Necesitamos que llueva fluoxetina, vivimos en el escenario del problema, de la cosa que se nos viene encima, y eso es parte de la vida. Algo se deberá hacer, pero lo peor sería que no pasara nada; hay como un escenario depresivo que tiene que ver con estar en el fin del mundo y nos miramos el ombligo”, dice en forma dramatizada.

-El optimismo es una buena forma de enfrentar la vejez.
“No, enfrentar la vida, no vas a poder enfrentar la vejez si no has enfrentado bien la vida; esto es un aprendizaje secuencial”.

-¿Cómo lo hace una madre trabajadora optimista para compatibilizar sus tiempos?
“Ah... es que tengo dos hijos maravillosos, son súper responsables, súper autónomos. Tienen 16 y 13 años... yo estoy todo el tiempo que puedo con ellos; de hecho siempre he tratado de no tener empleada puertas adentro para nunca tener la tentación de salir. Siempre estoy con ellos, somos aclanados y a la hora que llegue, nos echamos en la cama a conversar”.

-Se te ve tranquila.
“He tenido suerte, nunca he tenido que estar como encima de los cuadernos”.

-Pero hoy tu agenda debe estar bien sobrecargada.
“Viajo mucho y eso es complicado, tengo que ir a regiones; hay otros días en que uno llega entre las 9 y 10 y media de la noche. Bueno, pero los fines de semana los gozo más intensamente cuando no tengo que salir”.

-¿Lo estás viviendo como un etapa?
“Sabes lo que pasa, cuando me invitan a asumir esto me planteé quiero dejar una impronta y eso es dejar una ley de dependencia en Chile. Este cargo tiene fecha de término y esta apuesta fue conversada, consensuada con mis hijos que tienen claro que es de 24 horas. Después iré a hacer otras cosas, pero a mí la pobreza me duele, me avergüenza”.


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