Sus inicios en el mundo artístico fueron de la mano de la música, influenciado por su melómana familia. Apuntaba a pianista hasta que a los 11 años, su precoz vida dio un giro en 180 grados: decidió cambiar el piano por un par de pinceles apenas su mirada se posó por primera vez en un cuadro de Van Gogh. “Se produjo en mí algo así como un alumbramiento, aunque sin pretensión de ser artista profesional sino que por una cosa de gusto. Cada día descubro en este maestro nuevos méritos e importancia; tiene mucha vitalidad y eso me impulsó, como una explosión que quería salir. Esa necesidad de expresión guarda relación con un intento de contacto, de comunicación, de decir aquí estoy yo, existo”, explica.
(Años más tarde retomó la música, pero no clásica sino que más popular. Formó una banda con amigos llamada “Ughs” y tocaban en fiestas y eventos por los ’60).
Luego de esa experiencia casi religiosa con Van Gogh no pudo soltar más los pinceles. Como buen escolar comenzó pintando con temperas y luego le sumó a sus pinturas, gracias a su maestro inspirador, el indispensable tubo blanco de Wash. “Con esto le daba una sensualidad y una expresividad tremenda a la tela. Primero partí con papeles del colegio y al año me tiré al óleo y bueno, nunca más paré”.
A los 14 ya se había insertado totalmente en este mundo cuando comenzó a asistir a clases vespertinas de dibujo en la escuela del Bellas Artes. “Ahí tenía que hacer figuras humanas con modelos en vivo y al principio las miraba aterrado, no quería que pensarán que las estaba mirando con otros ojos, pero después me acostumbré”, cuenta entre risas.
- ¿Por qué, al egresar del colegio, decidiste estudiar arquitectura?
“Era la única opción que tenía dentro de las aproximaciones de mis intereses. Y como ya había hecho cursos de arte, sentí que necesitaba algo más importante. Pero sucedió que en ese entonces cambió el sistema del bachillerato a la PAA y yo no entendía cómo postular y sólo rellené el espacio para arquitectura en la Católica y no me dio el puntaje, entonces quedé fuera. Mientras, opté por estudiar durante un año publicidad y marketing y después entré a la escuela de arte de la U. de Chile en forma regular. Ya al año siguiente postulé bien y quedé en arquitectura en la Chile”.
- O sea, tu paso por esa escuela fue casi por obra del destino… ¿Y por qué te retiraste, luego de tres años?
“Hice mi primera exposición de pintura el ’68, en la casa de la Luna Azul y un profe me dijo que las dos carreras se estaban anulando una a otra y que debía optar por una de las dos y yo ya estaba con conflictos porque arquitectura era demasiado técnica e ingenieril y yo quería darle más vuelo a la parte creativa”.
-¿Qué tanto te sirvió esa experiencia para tu carrera artística a futuro?
“Mucho, porque me ordenó. Arte en ese entonces era muy disperso, los profes a veces ni iban a clases y yo lo que necesitaba era disciplina. Ese método me lo dio arquitectura y fue bastante interesante. Me pasó algo parecido con publicidad; en verdad yo entré porque pensaba que tenía que ver con diseño publicitario y me encontré con administración de empresas; números. Era súper exigente pero no era lo que esperaba”.
- ¿Ahí decidiste partir a Méjico?
“Sí, opté por irme lo más lejos posible también con el ánimo de cortar el cordón umbilical y tomar la universidad de la calle, de la vida, entonces me fui con un compañero de colegio que iba a estudiar a economía. Allá me dediqué de lleno al arte porque ya me había dado cuenta que era lo que quería. Me sirvió mucho estar allá; entré a la escuela de Bellas Artes e hice muchos contactos. Luego me fui un tiempo a Buenos Aires y fue lo mismo”.
- Fue por esos lados que te topaste con el movimiento de la neofiguración. ¿Te sientes representante de esta corriente?
“No, es una consecuencia de mi historia. Aparece en mí la intención de pintar a través del encuentro con la tradición, con las obras de arte de los libros, de la reproducción. Es decir, no surjo como una persona que viene de la sociología o de la política sino que, simplemente, de un encuentro entre dos mundos. Por esos años hay una fuerte crisis de la pintura como medio y surgen otras expresiones, incluso la pintura abstracta, el arte conceptual, etc. Y yo permanecí fiel a ese origen, eso es lo que me atrae y me gusta. Me sentí solitario en un mundo donde todos comenzaron a surgir con propuestas más fuertes. Incluso en los ‘60 el arte era un instrumento de lucha política. Entonces si no estabas con un compromiso político fuerte casi no tenías derecho a ser artista. Y yo con mi figuración y mi cuento en ese mundo era un outsider, una persona que estaba fuera”.
- ¿Casi demodé?
“Exacto, pero cuando llegué a Méjico me encontré con varios personajes outsider y que estaban en lo mismo que yo y sentí familiaridad con esa corriente y después cuando me fui a Buenos Aires, también y ahí se empezó a hablar de la neofiguración y al poco tiempo se empezó a hablar de la postmodernidad. Siempre hay un eterno retorno, se vuelve atrás y empiezan a rescatarse valores de la tradición y me adscribo a esa corriente me siento más acompañado y reforzado, pero no sé si soy representante de nada”.
- ¿Por qué esa inclinación hacia lo clásico?
“Es un neoclasicismo que tiene que ver con la premodernidad, del siglo IXX hacia atrás”.
Retoma, muy serio, la pregunta anterior: “Pero no me creo líder de nada, es una pretensión creer eso. Sí me siento sobreviviente de una corriente que se ha intentado matar desde siempre que es la tradición del cuadro. Éstos siguen vigentes, desde mi punto de vista, aunque muchas corrientes, muchos críticos aseguran que el día de mañana va a ser un objeto absolutamente de modé frente a la tecnología, la TV, Internet, etc. Pero yo creo que el objeto-cuadro es una verdad ontológica, una superficie, un soporte con tierra de color y aceite, no es más que eso y manipulado de tal manera que se logra crear un objeto vivo. Es como los libros, que, por mucho que se puedan leer en Internet o escuchar, el papel con las letras, el objeto-libro siempre estará vigente”.
- Tus pinturas reflejan un afán de caricaturizar figuras humanas y situaciones, ¿es una especie de crítica de la sociedad o de la historia?
“Es que creo que la realidad de una obra de arte es una realidad en sí misma, no como mimesis de otra, por eso yo no pretendo hacer realismo, ni copiar sino que crear una realidad paralela. Y esa realidad se nutre de lo cotidiano y eso está dentro de lo que es el paisaje cultural, la historia, entonces sí son figuras antropomórficas, que aluden a la figura humana, que por su deformación a veces son más primitivas, infantiles o precolombinas, mezcladas con lo clásico, con lo greco-romano, que es la figura elegante. Pero ahí hay un intento de rescatar choques de culturas entre lo primitivo y lo clásico o la occidental judeocristiana con influencias primarias, que ha sido la tónica desde Picasso e incluso antes de él, con Van Gogh, en su encuentro con lo oriental. Pero ahí también surge una manera de ver a la sociedad no solamente reducida a un micromundo de situaciones puntuales sino que también de confrontarla con cosas más amplias. Entonces el tono de comedia se genera con la discontinuidad del relato porque cualquier relato discontinuo sorprende y lleva a la risa”.
Continúa: “Esa es la consecuencia de la articulación de distintas culturas y épocas que a veces sorprende y surge la sonrisa o al contrario, puede ser tan divertido como patético. Pero mi afán es construir un mundo paralelo, nuevo, que da cuenta de la realidad pero a través de otros ojos, ya que el disco duro está alimentado por informaciones históricas, de lo cotidiano, de todo”.
- ¿De ahí tus interpretaciones de obras clásicas, como Las Meninas?
“Claro, porque son parte del paisaje cultural que muchas veces son cuadros clichés, parte del inventario colectivo, que todo el mundo conoce, como La Mona Lisa o Las Meninas, entonces cuando las vuelves a mirar, se toman como si fuera la Cordillera de Los Andes y se vuelven a pintar a tu manera, entonces no es una copia, son interpretaciones, son citas”.
- Que también tiene que ver con sorprender o sacar una sonrisa.
“Sí, pero mi afán no es hacer reír, no soy humorista. Pero sí me inscribo más cerca de la comedia que del drama, de denuncia, sociológico. Yo voy más por la comedia, donde propongo dar una segunda o tercera mirada a algo ya trillado”.
- Y tus autorretratos, mezclados con obras clásicas, ¿no es algo un poco autoreferente?
“Viene primero por la autoreferencia, toda obra es autoreferencial. A veces en forma implícita y otras explícita, cuando hay muchas citas como cuando comencé a usar el retrato explícito y me ponía de una forma propia a la memoria eso sí, no del espejo. Entonces aparezco como una imagen residual, de lo queda, de lo que quedó en mi memoria de cómo me veo y ahí se establece una cierta incoherencia con el resto de los personajes. Pero también como consecuencia de haber trabajado Las Meninas, que es el autorretrato de un acto de retratar un conjunto de personajes, y sustituyo a Velázquez y me pongo yo, porque soy quien está haciendo una segunda o tercera mirada del mismo tema. Aparece el cuadro dentro de un cuadro y yo como protagonista pintando aquello que estoy repintando. Es un juego de palabras, de imágenes y de espejos”.
- No es por reírte de ti mismo o ponerte en el mismo nivel que los personajes…
“Hay algo más configuracional, para mí son formas; me pongo como personaje pero abordando un problema composicional, porque necesito un personaje y pienso cuál es el que debe estar ahí. Entonces, puede ser desde Condorito hasta Prat, pero no, no tienen nada que ver, el que tiene que ver ahí soy yo. Y cuando me hace click y aparezco yo entonces me pinto no más, ya sea como protagónico en un primer plano o como comparsa, más atrás”.
- O sea, ningún problema con la autoreferencia.
“Para nada, toda la obra de un artista es autoreferente, porque está hablando de sí mismo siempre. A veces no tan explícitamente y se busca un eufemismo o una metáfora pero los artistas siempre hablamos de uno mismo, de cómo vemos las cosas desde su óptica”.
-¿Cómo empezaste a tirar hacia el grabado y la escultura?
“Yo siempre he pintado pero en un minuto el dibujo empezó a tomar un fuerte protagonismo y así empecé a definir mi iconografía y me consolidé en la pintura y después volví al dibujo como una forma de masificar la obra que me llevó al grabado, en vez de la pieza única hacer ediciones. Y la búsqueda del volumen en la pintura, verla en tres dimensiones me llevó a la escultura, entonces son consecuencias de una misma matriz, derivadas pero coherente en sus orígenes”.
Agrega, cada vez más expresivo: “Algunos piensan que lo mío es el dibujo, que es la matriz y de ahí sale la pintura. Pero lo mío es el dibujo y el color, aunque no es bueno encasillar. Hay períodos más ricos en pintura, escultura o grabado, es un intento de ir abarcando lo más posible”.
-Tu última exposición, en galería Animal, tuvo mala crítica, que tus obras denotaban un afán de complacer al espectador. ¿Qué piensas de eso?
“No la comparto porque creo que es una visión sumamente superficial de la exposición. Nunca he podido complacer al espectador. Primero, me perdería porque no sé cuál es el espectador, me costaría mucho definir un espectador tipo, porque nunca se sabe quién y cómo es. Puede ser un crítico que quiere novedad o el que compra, que es tremendamente caprichoso también. Hago lo que me gusta hacer a mí; mi preocupación del momento, mis afanes y las lecturas de eso son variadas”.
-¿Y la opinión de que tu arte es más bien decorativo?
“Eso es difícil lograrlo. Matisse decía que su arte era decorativo, pero lo importante de hacerlo es que sea bueno. El arte es una instancia reflexiva, no decorativa. Yo hice el ejercicio con mis alumnos de que cada uno hiciera una obra comercial y decorativa para ver que salía… imposible. No hay recetas porque qué es decorativo, ¿un paisaje? Y si es horroroso entonces ¡cómo va a ser decorativo! Si existiera esa fórmula millones lo harían simplemente como fuente de trabajo. Pero tampoco lo logran porque no existe, no hay una forma uniforme”.
En cuanto a la afirmación de que su arte es elitista, por los altos precios y porque gira principalmente dentro de un círculo social determinado, ligado a la ‘alta sociedad’, el pintor se defiende, vehemente: “Yo creo que soy más bien popular en cuanto a que mi arte es fácil de entender, es accesible. Y lo de los precios siempre hay un “desde” que lo hace más módico. Pero es obvio que, por mí, sea lo más caro posible. El artista también es un profesional como cualquier otro que se dice que esto va a ser adquirido o usado por un solo segmento. No es así, el objeto artístico es una cosa, que puede ser de consumo material pero también cultural. Me preocupo de estar en exposiciones en todas partes, de Arica a Punta Arenas, en poblaciones, etc. Pero más elitista es Matta, porque vende más caro aún”.
-Pero Matta, a la vez, es más popular.
“Sí, porque es el artista chileno más reproducido y universal. Botero en Colombia es muy popular y caro entonces no hay relación entre el consumo de la obra como objeto material con el de lo cultural, del contenido”.
-Pero, ¿no es cierto que quienes más compran tus obras, son de la clase alta, de tu círculo social?
“No sé si soy tanto de ese sector, yo también vengo del arroyo. No creo que haya influido. Mi cliente no siempre es de un mismo grupo social. Santiago es grande y conozco muy poca de esa gente. Sí de distintas colonias extranjeras. No es un círculo social establecido, te diría que casi son los menos. Pero la pregunta es legítima y quizás sea así. Porque si uno piensa cuál es la fórmula del éxito, hay un 8 ó 10% de talento, un 70% de trabajo y otro 10 ó 15% de influencias y marketing, como también de suerte, de contexto, de realidades. El mismo hecho de haber nacido en un segmento establecido es una causal para no tener éxito, por los prejuicios. A veces el que viene de más abajo, llega con más ímpetu y aspiraciones”.
-¿Y cuál es tu fórmula para el éxito?
“Yo creo que en mi caso es que he sido muy perseverante y fiel, siempre con la misma línea propia, independiente de las influencias externas. Y también he tenido suerte, salud, gente que me ha ayudado y eso no lo puedo desconocer. Hay muchos genios que caen en vicios o no aparece la persona indicada en el momento indicado”.