Gonzalo Cienfuegos viene aterrizando de Milán (Italia). El afamado pintor se la pasa viajando, entre una exposición y otra. Tanto así que hasta adquirió costumbres del viejo continente, como saludar con dos besos. Un esnobismo del que hasta él mismo se ríe.
También le parece gracioso que su amplio departamento, ubicado en la comuna de Vitacura, esté plagado únicamente de cuadros de su autoría. Es que el pintor se confiesa, sin tapujos, inherentemente autoreferente.
Por estos días está muy solicitado; su teléfono, celular y timbre no paran de sonar. Lo llaman de una universidad, le envían una encomienda, “¡necesito una secretaria!”, dice él entre risas.
Y tiene por qué. Su currículo es interminable. Sus obras han circulado por toda la orbe. Desde Nueva York hasta Japón. En Chile, ha sido reconocido con múltiples premios y escalafones. Hasta en 1997 se dio el lujo de acompañar al otrora mandatario Eduardo Frei Ruiz Tagle a Estados Unidos para ser recibidos en la Casa Blanca por el mismísimo Bill Clinton.
Entre sus actuales actividades está ser miembro del Comité Metroarte, que decide qué obras se instalarán en algunas de las estaciones del Metro, además de ser profesor de pintura en la UC. También ha participado en la gestión de importantes proyectos culturales como el Museo Interactivo Mirador, MIM, y es Académico de Número de la Academia de Bellas Artes.
El pintor, de estilo más tradicional y cercano a la neofiguración, defiende con ahínco su línea de arte, que últimamente ha probado otras facetas, como la escultura, y reprocha algunas expresiones contemporáneas. Si bien se le ve muy serio y parco en un principio, cuando empieza a fluir la conversación se relaja y sonríe de tanto en tanto, hasta se saca los anteojos y se funde cada vez en su sillón de cuero beige.
-Difícil que un artista más clásico siga sobreviviendo en esta época. ¿Qué piensas del arte contemporáneo, en particular de la fotografía y las instalaciones?
“Creo que todo arte es legítimo; hay fotos espectaculares donde se aprovecha la tecnología para crear cosas notables, instalaciones también. Lo único que me interesa encontrar en cualquier obra de arte es la emoción. Ya sea por la vía del afecto, de la sorpresa, de la información, del asombro, lo que sea. Hay obras conceptuales que pueden ser muy conmovedoras y otras que son totalmente ajenas a mi interés o al de la mayoría, con códigos que a nadie le llegan”.
-¿El problema es cuando este tipo de arte se academiza?
“Claro, entonces se cree que poner cualquier mugre arriba de otra basta para sostenerse como obra. Hay veces que los conceptos son lugares comunes, poco interesantes, herméticos o demasiado personales; que no logran ningún grado de universalización y quedan como un ejercicio individual”.
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- Sin importar el formato, el fin de una obra es causar sensaciones.
“Exacto, da lo mismo que sea danza, teatro, sonido, pero que transmita y logre establecer un vínculo de afectividad, de emoción. Yo no pretendo que las artes visuales permanezcan dentro del papel o la tela, porque con el cine y la multimedia se pueden hacer muchas cosas, ¡pero tiene que estar bien hechas!”
- Pero, ¿una obra debe ser necesariamente universal, como tú dices?
“No necesariamente, pero no es cosa de llegar y poner cualquier tontera y decir que es arte. Y no es que yo no tenga sensibilidad para apreciar otras cosas, pero esa poesía, que le llaman, no debe faltar; se puede construir un mundo a partir de imágenes diferentes, pero si no se logra no es nada”.
- Como profesor, ¿qué les trasmites a tus alumnos sobre arte?
“Precisamente lo anterior. Como profe pretendo ayudar y me preocupa el concepto enseñar como sinónimo de mostrar. Mostrarles, primero, lo que tienen dentro para que puedan sacarlo; como su propio origen, motivaciones, sin que se vayan con un zapping de información externa sino que encontrar lo que tienen adentro y ayudarlos a crear un método de trabajo que les permita desarrollar eso. Y luego enseñar, desde mi experiencia, lo que yo he visto en otras partes y que les pueda ayudar. Pero básicamente, a que surjan como artistas y seres humanos”.
- ¿No tratas de acercarlos a tu línea?
“No, trato de no hacer escuela, no me interesa, es falso. Pueden haber afinidades pero cada persona es diferente y por eso lo que me interesa en cada uno de los alumnos es que busquen su propia originalidad y ésta guarda relación no con lo distinto, sino con el origen, en tomar contacto con eso, con la fuerza, con los acontecimientos que los hayan marcado y desde ahí expresar su propuesta. Pero no es mi idea hacer academia de lo mío, porque eso es una artesanía no más”.
- ¿Qué artista chileno joven te llama la atención?
“Me parece muy interesante la obra de
Mónica Bengoa porque toma la visualidad pero sin utilizar el pigmento como medio sino que utiliza flores u otros elementos que, combinados con el uso de la computación y del píxel, logra resultados que me parecen súper atractivos. También Pablo Ferrer, pintor que utiliza la tradición de la pintura con toda una actitud tremendamente contemporánea”.
- ¿Y extranjero?
“En videoarte, por ejemplo, la obra del español
Bill Viola me conmueve profundamente”.
- ¿En qué te basas para elegir las obras del Metro?
“Tratando de ser coherente con las características de las estaciones, los problemas de tráfico, de mantención, de tipo de obra. Son muchos los factores que participan en la elección. Todo comenzó más espontáneamente y hay que cuidar eso, porque el Metro tiene una estética y hay que cuidar lo que se cuelga, que no se convierta en una especie de feria que cualquiera pueda colgar lo que quiera”.
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