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“(Chile) fue la mejor manera de hacer mi carrera”

La bailarina estrella del Ballet de Santiago asegura que ha construido una carrera que la hace muy feliz, donde la compañía y sus directores han sido fundamentales.

18 de Octubre de 2007 | 09:41 |
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Aparece, con su figura menuda, vistiendo un sencillo buzo deportivo. Viene de haber estado trabajando en la barra , en esas necesarias horas de ensayo previas a cada función. Y se le ve sonriente, como si aún disfrutara el momento en el que recibió el título de “Bailarina Estrella” que se le otorgó hace algunas semanas.

A los 39 años, la ‘prima ballerina’ del Ballet de Santiago, Marcela Goicoechea, puede afirmar con certeza que ha dejado huella en Chile, país al que llegó desde su natal Resistencia, Argentina, hace 18 años.

Recorriendo su historia, pocos podrían imaginar que quien hoy muestra un talento artístico deslumbrante, en algún momento de su vida renunció al ballet porque tenía pocas opciones de alcanzar un rol en solitario dentro de la compañía del Teatro Colón de Buenos Aires.

Sí, Marcela Goicoechea tuvo que andar un largo camino de cuestionamientos, esfuerzo y perseverancia antes de alcanzar el sitial en el que se encuentra hoy y que la coloca dentro del reducido grupo de bailarinas capacitadas para destacar en los escenarios más difíciles y exigentes del ballet clásico.

-¿Cómo evalúas tu carrera?
“Ahora, que me han dado el título de Bailarina Estrella, he hecho un ‘racconto’. A los 18 años yo dejé de bailar por un año porque no encontraba salida y lo que quería era bailar profesionalmente. Desde que volví a bailar, siento que mi camino ha sido largo y muy lindo. Encontrar una compañía como ésta, que me ofreció inmediatamente la sensación de poder llegar rápidamente a los primeros roles, que era lo que me interesaba...”.

-De hecho te demoraste sólo dos años.
“Sí, llegué en 1989 y de entrada empecé a hacer las matinés de Sara (Nieto). Después, me quedé un poquito estancadita, pero, luego, vinieron los primeros roles. Yo nunca tuve el interés de figurar o querer ser famosa, siempre tuve la sensación de querer hacer esos personajes que te dan los primeros roles. Yo estuve en cuerpos de bailes donde no hay un personaje que vaya desarrollándose a través de la historia y eso era lo que quería, estar en algo que tuviera una evolución, un desarrollo artístico”.

-¿Cuál ha sido la etapa más difícil de tu carrera?
“La etapa más difícil fue mi formación; creo que desde el año ’89, a partir de ese minuto -donde, finalmente, caigo en una compañía profesional y puedo ser independiente económicamente y dedicarme de lleno a lo que quiero-, todas mis partes se acomodaron. Cuando llegué a Chile sentí que aquí iba a poder tener la carrera que yo quería”.
Marcela alcanzó el título de Primera Bailarina a los 4 años de haber ingresado al Ballet, rol que compartió algún tiempo con la destacada y recordada uruguaya Sara Nieto, cuando Iván Nagy era el director del cuerpo de baile. Marcia Haydée, la actual directora, fue quien resolvió otorgarle la distinción de Bailarina Estrella y al explicar dicho honor aseguró que un bailarín de ese nivel, ‘sin siquiera moverse, emociona’.

“¡Qué compromiso!”, comenta Marcela y despliega una tímida sonrisa.

-¿Qué se requiere ser para ser una Primera Bailarina?
“Bueno, creo que cada uno hace su camino. Por mi experiencia, yo necesité muchísima disciplina y creo que es una de las fortalezas que tengo, tengo una disciplina de hierro porque estoy segura que estoy haciendo lo que me gusta. Una puede tener condiciones, ángel –que son cosas necesarias-, un cierto don del movimiento, pero por sobre todas las cosas, lo que me hizo llegar a donde estoy fue la disciplina”.

-¿Qué significó, para ti, el título de Bailarina Estrella?
“La verdad es que cuando Marcia me lo comunicó yo ni siquiera me lo esperaba, para nada, no había escuchado un rumor, absolutamente nada. Fue una emoción súper profunda, de esas que saltan las lágrimas sin mediar una progresión y creo que esa emoción viene a partir de quien me lo dice. Marcia Haydée es una persona a la que le tengo una admiración inmensa en todo sentido; la vi bailar a los 16 años y me conquistó y la he visto como actúa como directora; siempre está el artista detrás de la directora, ella maneja el grupo, tiene un aura tan impresionante. Para los bailarines es muy importante quien lo lleva por delante y yo le tengo un respeto inmenso.
“Que haya nacido de ella para mí fue un honor, de verdad, con el peso que significa recibir un título entregado por ella”.

-¿Es una responsabilidad? En Latinoamérica sólo lo tienen dos personas, Alicia Alonso y Sara Nieto.
“Primero, yo dije no, porque siempre tengo pánico. Después dije no, lo voy a tomar como un premio, lo voy a disfrutar y la verdad es que lo hice, pero en el fondo, por supuesto que es una responsabilidad aún mayor. Siempre he tenido la sensación de que cada vez que voy a pisar el escenario debe ser un momento especial, pero creo que ahora es aún mayor por el título y por el momento en que estoy en mi carrera, porque no tengo miles de años más.
“También tiene lo otro, que no quise dejar de lado esta vez, porque cuando Iván (Nagy) me subió a Primera Bailarina yo fui a la oficina y, por mi manera de ser, le dije no, yo todavía no lo soy y me acuerdo que él se enojó conmigo y me dijo vos tenés que tener respeto y reconocimiento por quien te lo otorga y tenía mucha razón. ¿Quién era yo para decir o no Primera Bailarina si él era el director? Esta vez lo tomé, logré encontrar toda esa alegría dentro mío, logré ver para atrás y mirar el largo camino que he hecho, porque ni siquiera soy de Buenos Aires, un centro neurálgico del ballet, sino de una provincia a mil kilómetros de distancia donde todo era tan pequeño y lejano.
“Es fantástico, cuando uno hace un largo camino con esfuerzo y pasión, recibir un premio. ¿Qué más puedo esperar de la vida?”.

-¿Por qué no hiciste carrera en Buenos Aires, por qué no te quedaste en el Colón?
“Yo quería quedarme en el Colón en ese minuto... creo que fue lo mismo que le pasó a Luis (Ortigoza). No había concurso, habían muchos arreglos, era una época muy rara, entonces, al no haber concurso no me quedó otra opción; no era que no hubieran anualmente, no se sabía cuándo iban a haber y uno no podía quedarse estancado porque pasaba la edad”.

-Después que llegaste a Chile, ¿por qué no diste el paso de internacionalizarte aún más?
“Yo di pequeños pasos, creo que no tengo el carácter. Para ser un bailarín free lance, que van invitados siempre, tenés que tener el carácter. Alguna vez hablé con un representante; me gusta mucho bailar afuera y cada vez que lo he hecho me ha ido muy bien. Cuando fui a Londres, a Stuttgart, estuve en Moscú, en Madrid... a través del ballet he hecho muchas cosas afuera, pero me doy cuenta que necesito un núcleo, una familia, necesito una compañía en donde sé quienes son mis maestros, en donde me preparan para salir; no tengo el carácter que a lo mejor Marcia tiene, ella bailó mucho fuera.
“Siempre necesité un lugar que fuera mi casa y creo que esa fue la mejor manera de hacer mi carrera, porque además fui feliz de esa manera, soy feliz; me resulta muy raro entrar y salir de una compañía y hay que tener una fuerza de voluntad enorme, cambiar de clases, de horarios... y no era el tipo de carrera para mi personalidad”.

-Hablas de familia, el Ballet de Santiago. ¿Cómo es esta familia, su nivel?
“Es excelente; para mí, la mejor de Latinoamérica y además, me da un orgullo inmenso. Cuando vamos a Argentina, ¡uff!, ése es un país que está lleno de buenos bailarines, pero creo que acá existe la mística, las ganas de llevar a cabo un trabajo artístico, no sólo pasos, técnica y por eso creo que cada vez que esta compañía ha salido fuera le ha ido tan bien. Ha sabido tener buenos directores y un repertorio que la compañía siempre ha intentado que se respete y agrandara.
“Por esto mismo, después, cuando se empezaron abrir los concursos en Buenos Aires, nunca se me imagino cambiarme de lugar, porque de verdad, conocí lo que era esto, la compañía iba siempre adelante; es algo de lujo”.

-Has interpretado muchos, muchos personajes, “La cenicienta”, La bella durmiente”, “Madame Butterfly”, “Manon”. ¿Cuál te ha llenado más?
“Han habido épocas. Al principio, quería mucho hacer los clásicos y enloquecía por “El lago de los cisnes”, “Giselle”, “Cascanueces”. Estos últimos años me gustan más las mujeres de carne y hueso, me han llenado más los personajes que, me parece, requieren más compromiso artístico, que ya no todo pasa por la técnica, como “Carmen”, “Manon”... que tengan una evolución, que mueran en el escenario, me gusta mucho el dramatismo y también he disfrutado algunos que son comedia como “Rosalinda” porque ella es muy difícil.
“Siempre digo nunca juzgo un personaje; el que me toque, de ése me voy a enamorar en ese minuto. Ahora, si me preguntas por mis preferidos, diría que “Manon”, “Romeo y Julieta” y “Eugenio Oneguin””.

-¿Cuál te queda pendiente?
“Me gustaría volver a hacer a Tatiana de Oneguin, porque lo hice muy jovencita y creo que ahora tengo muchos más bagaje profesional, y también volver a hacer “Carmen”, a Julieta. Creo que cada vez que lo repetimos, hay algo nuevo”.

Marcela ha tenido varios compañeros de baile como Maximiliano Guerra, pero con quien más ha formado pareja es con su compatriota Luis Ortigoza. “Nosotros somos como un matrimonio, con nuestro divorcio, nuestras peleas, pero, son tantos años de conocernos, que es muy agradable. Hay un entendimiento... en el último ballet que hicimos ni siquiera había contacto entre nosotros, pero él entendía cómo me tenía que ayudar”.

-¿Por qué tantas peleas?
“Es que somos bien diferentes en nuestra forma de llegar al escenario. Hay algo que siento con Luis... que yo voy a salir al escenario y él va a estar ahí. O sea, no importa cómo llegamos, pero en el minuto me va a amar si me tiene que amar y me va a abrazar. Tenemos una química total que construimos”.


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