Su nombre real es Alejandro Javier González Legrand. Nació el 28 de julio de 1947 en Santiago. Vivió su infancia en Ñuñoa, en una gran familia conformada por nueve miembros (entre su mamá, padrastro, hermanastros y medios hermanos). Sus padres se separaron cuando tenía apenas dos años y no volvió a ver a su papá hasta los 15.
Dejó los barrios ñuñoinos y ahora vive en La Dehesa. ¿Quiso subir de pelo? Entre risas se defiende y explica que aún le guarda mucho cariño a esos lares. “Hasta el año pasado tenía todas mis oficinas allá, pero por un asunto práctico las cambiamos para acá, para el teatro”.
El apodo “Coco” lo adquirió gracias a Don Francisco, durante su apogeo en “Sábados Gigantes”, por los ’70, y le añadió el apellido de su madre, de quien siempre fue muy cercano, para así crear el nombre artístico que conserva hasta hoy.
Casado por segundas nupcias con Magdalena Jullian y padre de tres hijos, tuvo que afrontar la dolorosa muerte súbita de un cuarto. Por lo mismo confiesa que es muy apegado a su familia y que le encantaría que todo el clan González trabajara en Circus OK. El mayor es ingeniero civil industrial y ex marino, Matías es publicista y participa en sus shows y María José, la menor, estudia diseño industrial. “Cada uno es profesional en áreas que son necesarias acá en el teatro. ¡Todos podrían ayudar!”. Pero hasta el momento quien está metido de cabeza en el negocio es Matías, y en todo sentido, ya que maneja la parte publicitaria y ha adquirido protagonismo en los espectáculos de su declarado mentor; su propio padre.
-¿No sientes que le dejas un gran peso y una responsabilidad mayor a tu hijo Matías al instarlo a seguir con tu legado y que sea tu sucesor?
“No es que yo quiera dejárselo. Me encanta que a él le guste esto y si le apasiona y está dispuesto a entregarle la vida, ¡fantástico! Partiría en mejores condiciones que las mías. Él ha estado toda su vida a mi lado y sabe cómo trabajo. Yo partí solo con el sueño de hacer lo que me gustaba y muy joven. En el caso de Matías esto se detonó mucho después, cuando él ya había estudiado una carrera y ya llevaba un año trabajando en su profesión y lo llamaron para hacer comerciales. Ahí le empezó a gustar el cuento y me dijo que quería participar en un espectáculo conmigo. Así partió, pero yo no sé hasta dónde va a llegar esto…”.
(Recientemente, su hijo de 28 años fue condenado a 301 días de reclusión nocturna por conducir en estado de ebriedad, lo que complicaría el futuro de la puesta en escena de "Los Coquitos dicen". El humorista baraja la posibilidad de adelantar el show a las 21 horas.)
-Es lógico que lo comparen contigo.
“Eso tendrá que probarlo él, yo no puedo hacer nada ahí, no puedo controlarlo, depende de la gente. Él ya se metió en lo que quería y no creo que se preocupe de lo que digan sino de tratar de hacerlo bien. Yo lo veo estimulado, feliz y muy comprometido”.
-¿No te da cierto pudor compartir tu vida privada con el público?
“Todos mis espectáculos han ido de la mano con mi edad y lo que me está pasando, mis cambios”.
-De todas maneras es un plus para tus shows.
“Es que eso hace que la gente se sienta representada, yo no escapo a lo que vive la gente y mis problemas pueden ser muy similares a los de muchos. Si este espectáculo ha tenido tanto éxito es porque yo veo esos codazos de identificación en el público”.
-Es una fórmula que te ha funcionado a lo largo de los años y que no se agota.
“Funciona bien porque es increíble como hace que la gente piense esto me ha pasado, ¡en qué minuto se metió este gallo en mi vida! y la parte que hace Matías también produce lo mismo en los jóvenes”.
-¿A él tampoco le aproblema hablar de su vida y de sus experiencias más íntimas?
“Es que este show está más pensado en contar nuestras experiencias como familia y sacamos de todo un poquito; de nuestra vida, de la de otros, de lo que pensamos, de lo que está sucediendo. Y así tiene que ser. No puedo hacer un humor galáctico, no lo entendería nadie, tengo que hacer cosas nuestras”.
-¿Te consume mucho este ritmo de vida? En una entrevista dijiste que eras muy solitario.
“Lo que pasa es que estoy fielmente casado con el público entonces eso me obliga a cumplir una cantidad de actuaciones y eso me deja muchas veces ajeno a la familia. Pero depende de la actitud, generalmente cuando estoy fuera llamo, me hago presente”.
-¿Qué haces en tus tiempos libres?
“Esa es la peor de las locuras porque viajo. Después de tanto viajar por mis shows ya estoy acostumbrado a estar en permanente movimiento (se ríe)”.
-¿Y adónde partes?
“Si está lindo el día voy a buscar paisajes cercanos de una hora o sino me voy a La Serena y nos quedamos con mi señora un par de días, lo disfrutamos”.
-Y la moto no las sueltas.
“Es que yo gozo andado y viajando. Se asemeja a lo que es una parada militar; vamos recorriendo las carreteras con las chaquetas de cuero y es bien especial lo que se siente. La llegada a los pueblos es una fiesta”.
El humorista es aficionado a las dos ruedas. Forma parte de un grupo internacional llamado “Harley Davinson Owners Group”. “Estamos conectados vía Internet con los de otros países, en la página especificamos los días de viaje, las motos que usamos," dice mientras hojea ansioso la revista de este grupo que le acaba de llegar.
-¿Y tu mujer te aguanta, te sigue?
“No le gustan tanto las motos y trato de no presionarla, pero llega igual a los lugares finales. Se va en avión o en auto con otro grupo de señoras de motociclistas y nos encontramos allá”.
-¿Eres sibarita?
“A esta edad con lo único que se disfruta es comiendo (carcajadas). Mi especialidad son las pastas y los mariscos”.
-¿Le pegas a la cocina?
“Bien poco, hay algunas cosas que hago bien”.
-¿Y te cuidas, haces algún deporte?
“Hace tiempo dejé de hacer deporte porque me dio lata, me fui quedando. Después veré si hago algo en casa”.
-¿Algún vicio privado?
“Mi vicio es mi oficio”.
-¡Pero eso no tiene nada de privado!
“No, no sé… yo creo que la comida y dormir plácidamente, porque este trabajo me lo exige. ¡A esta altura ya nada es tan privado! (risas)”.