Bien sabe Jorge Yarur que el dinero no compra la felicidad. Cuenta que desde niño sufrió por los prejuicios de ser hijo de un hombre con dinero y por la presión de tener que seguir con el negocio familiar. Todo esto lo llevó a una incertidumbre tal, que lo sumió en 15 largos años de drogadicción. Hoy dice estar recuperado de su adicción y no se aproblema en hablar del tema. Tampoco se incomoda criticando al gobierno, pero, eso sí, detesta hablar de plata.
Al morir su padre, su primo Luis Enrique Yarur lo sucedió en la presidencia del BCI, porque Jorge no quería saber nada de números.
- ¿Por qué te molesta tanto hablar de plata?
“Porque esta es una fundación sin fines de lucro… Y creo que en un país, en el que hay tanta pobreza, no se puede hablar de costos tan altos. Que una persona que gana 150 mil pesos mensuales sepa que alguien se gasta millones de pesos en un vestido, es casi una falta de respeto. Para qué tirárselo en la cara. No es como estar en Nueva York, donde es normal hablar de miles de dólares, es otro nivel”.
Y así, sin más, critica al gobierno: “Podría estar un buen rato criticando lo que pasa con la salud, el transporte y los sueldos de este país. Realmente no sé qué hace el gobierno que no mejora nada. Por eso me gusta ir a Europa porque, a pesar de que se pagan impuestos mucho más altos, la gente anda bien y más contenta. Y acá pasamos años y años tragándonos un aire asqueroso y las autoridades no hacen nada. La gente se sigue muriendo esperando en colas eternas en los hospitales. No hay posibilidades, la gente está mal y por eso hay tanta delincuencia”.
- Pero viniendo de una familia de grandes empresarios, ¿no te dan ganas de interferir en ese sentido…?
“Lo primero que estoy haciendo es la fundación con los apellidos de mis padres (Yarur-Bascuñán) para ayudar a perros vagos”.
- Dices que sufriste por tener tanta plata.
“Cuando se nace con plata uno no se anda cuestionando tanto, es una suerte del destino. Gracias a la plata puedo ayudar a los perros, para dejar un legado”.
- Cuando creciste vinieron los problemas.
“Sí, cuando me di cuenta que mucha gente se acercaba a mí sólo por la plata. Ahí empezaron los conflictos, la desconfianza, la inseguridad, la baja autoestima. Es increíble cómo discriminan por tener plata; te catalogan. Pero no me puedo quejar. Lo mejor de tener plata es que puedo viajar e ir donde quiera”.
Precisamente fue en la adolescencia que se generó un cambio en Jorge. De ser un buen alumno del colegio Grange pasó a ser uno mediocre y de ahí se paseó por varios otros y terminó dando exámenes libres. “Me cargaba el colegio. Cuando chico es algo que tienes que hacer pero cuando creces, empiezas a pensar qué te gusta realmente y no me gustaba para nada. Era como el siglo XIX, jajaja”.
- ¿Y qué querías hacer?
“Es que ahí justamente empezaron los conflictos”.
- ¿No tenías alguna aspiración?
“No, sólo una gran confusión. Me gustaba estar en la casa, tener la libertad de hacer lo que quería”.
- ¿Ahí vinieron las drogas?
“Claro, me hice adicto a la cocaína y se acabó la libertad”.
- ¿Fueron muy permisivos tus padres?
“No, mi papá era estricto a veces. Mi mamá me permitía hacer más cosas pero tampoco era tonta, se enojaba. Yo era de carácter difícil, de ideas fijas”.
- ¿Muy malcriado?
“No, por mi personalidad, no me malcriaron tanto. Por ejemplo, aunque estuviera nevando, mi papá me iba a dejar al colegio igual”.
- ¿Qué te llevó a las drogas, entonces?
“Como cualquier persona joven que sale, te ofrecen y las drogas están ahí. En esa época estaba de moda la coca, en los ‘70. Ese problema sigue en Chile. Pasa mucho con el alcohol. Pero a mí el único vicio que me queda es el cigarro”.
- Pero no todos caen, ¿qué te faltó?
“Cuando uno es adolescente está muy indefinido y empieza a probar cosas. Yo creo que me faltó equilibrio y porque era demasiado cercano a mis papás. Más que regalón era emocionalmente demasiado cercanos a ellos”.
- ¿Cómo saliste?
“Cuando empecé con el tema del museo. Antes yo viajaba y paraba pero volvía a Chile y recaía de nuevo. Lo que pasa es que cuando uno es drogadicto, los ambientes te recuerdan mucho. Hay cosas que inherentemente te vinculan con las drogas y Santiago me llevaba a eso”.
El Museo es su legado y su salvación. Fue el factor detonante que lo impulsó a salir de esta perdición. “Cuando empecé con el Museo había demasiada gente que dependía de mí, ya no estaba solo haciendo lo que quería, había gente trabajando conmigo y sentía una presión increíble y yo creo que eso me detonó mucho. Ya no estaba solo en mi casa. Estaba ahí y veía a la gente trabajando”.
- ¿Hace cuánto estás bien?
“Desde el 2000. Un par de años después pasé una etapa pésima, con mucha angustia y pastillas. Ya después la cabeza se me empezó a limpiar. Ahora ya me siento bien”.
- ¿En qué o quién te apoyaste para salir?
“En mí mismo, al darme cuenta de quién soy. Estoy muy tranquilo, a pesar de que aún me dan vuelta muchas cosas de mi pasado. Pero estoy tratando de ser mejor persona. Mientras a la gente le sirva mi experiencia, me gusta hablar del tema y que no sea un cahuín, claro”.
Son más de 20 personas las que trabajan con Jorge en el Museo. Y sus más cercanas colaboradoras lo definen como “trabajólico”. Además, está preocupado en proteger a perros vagos. Tiene unos 17 entre sus casas de Santiago y Reñaca. Un can amarillento lo persigue, no se le despega y lo mira con idolatría.
- ¿Por qué este afán de cuidar perros?
“Porque los humanos pueden hablar, los perros no. Las personas pueden pedir o robar en cambio los animales no, entonces me parece más necesario. Esto viene de mi mamá, a ella le gustaban mucho. Y todas mis fotos de niño salgo con un perro al lado”.
- ¿Fueron casi tus únicos compañeros?
“Sí, son muy fieles. Me llevo mejor con los perros que con los humanos” (se larga a reír).
- ¿Piensas seguir con otras obras?
“Lo próximo es ayudar a una señora que alberga como a 400 perros y cien gatos abandonados y yo, quiero comprar un terreno cerca de Viña para recoger los miles de perros vagos que hay en Valparaíso. En marzo haremos una comida a beneficencia para comprar ambulancias para que recorran Santiago y los esterilicen. Hay que educar a la gente para que sepa cómo tratar a los animales. La idea es que las personas participen y aporten”.
- ¿¡Y no te gustaría ayudar a personas¡?
“Sí, después me gustaría ayudar a la gente discriminada. A quienes tienen Sida, por ejemplo. Pero no puedo llegar y dar plata, también se puede ayudar con cosas materiales porque la plata uno no sabe dónde va. Hay gente que tiene mucha más plata que yo, pero hay que hacer algo como para que la gente se ponga. No se saca nada con dar plata anónimamente sino que hay hacer algo para que todos se involucren, para crear conciencia”.