Desde su oficina en la "Maison des adolescents" del destacado Hospital Cochin en París, Marie Choquet, sicóloga y epidemióloga, se declara antes que nada optimista. Hace 35 años que se interesa por la salud mental de los adolescentes y junto a su equipo ha realizado múltiples estudios que toman el pulso de los comportamientos, deseos, sueños y malestares de estos jóvenes. Como directora de investigación del Instituto Nacional de Salud e Investigación Médica (Inserm) ha observado con detención la evolución de las distintas generaciones y cómo los marca el tiempo en que viven. Y su diagnóstico hoy es más bien alentador: "Soy de naturaleza muy optimista, porque pienso que a pesar de todo, los jóvenes de hoy están bien", asegura.
Según ella, entre el 80 y el 85 por ciento de los adolescentes se encuentran en una situación favorable. Sólo el 15 por ciento está mal, es decir, caen en comportamientos de riesgo, como el uso frecuente de marihuana, la anorexia y la fuga de la casa, entre otros. La experta indica que es en la enseñanza media, en torno a los 15 años, que estas señales de malestar suelen aparecer. Y es ahí, entonces - si se acumulan varias problemáticas (ver recuadro)- , que los padres deben preocuparse.
Hombres y mujeres las expresan de maneras distintas. "Los trastornos más típicamente femeninos son la depresión, los intentos de suicidio, los trastornos alimentarios y todas las quejas sicosomáticas: dolores de cabeza, de estómago. Más masculino es, en cambio, todo lo que es transgresión: el consumo de alcohol y drogas, la violencia escolar. Para mí, el problema más grave es la depresión, porque muchas veces no se supera en la adolescencia y esos jóvenes se convierten en adultos que no toman las riendas de su vida", asegura.
Las dificultades de esta edad no son nuevas; existen hace muchas generaciones. Sin embargo, desde los años '90, Choquet ha notado un cambio: la adolescencia se ha extendido y eso tiene consecuencias a las que los padres deben estar atentos. "La definición de la adolescencia ha cambiado con el tiempo. Antes eran más bien los niños de entre 15 y 19 años. Ahora, hasta la Organización Mundial de la Salud incluye en ese período a preadolescentes, adolescentes y postadolescentes. Así que es una etapa que se extiende de los 8 o 10 años hasta los 24 años. Tiene que ver con la mayor precocidad de la pubertad y con el hecho de que la gente se casa y construye su propia familia más tarde".
También corresponde a otro fenómeno social: la alta valoración de la juventud. "En nuestra sociedad, la juventud es símbolo de esperanza, lo que hace que se apueste todo a permanecer joven todo el tiempo posible. La adolescencia se vuelve una etapa de la vida atractiva por los dos lados. Para los más niños y los más adultos. Y eso hace que haya una presión que se ejerce sobre todo el mundo para ser adolescente más rápido, para actuar más grande de lo que uno es en realidad".
- ¿Qué consecuencias tiene eso?
"Lo que llamamos el período de latencia, que en principio se extendía entre los 6 y 12 años, se redujo mucho. Y existe ahora una especie de sobreexcitación del niño muy temprano para que tome decisiones, sea autónomo y haga cosas de estilo adolescente. La infancia se está reduciendo: los padres hablan antes con sus hijos, los hacen leer más rápidamente, de alguna manera se preocupan más de sus hijos. Les dan más, pero a la vez demandan más: los inscriben en montones de clubes, los suscriben a montones de revistas porque para ellos, los niños tienen que crecer, ser inteligentes, hacer tal o cual cosa. Eso es muy bueno para algunos, pero puede ser demasiado para otros, quienes quizás son un poco más inmaduros o les cuestan más las cosas. Al reducir el período de latencia, que es un período tranquilo en que el niño piensa en estudiar en el colegio y poco más, hay que preguntarse si no estamos poniendo demasiada presión sobre los pequeños y de alguna manera aumentando su malestar".
Otro desafío de los tiempos modernos ha sido el exitismo. La experta señala que los jóvenes de hoy son hijos de una generación que no estableció muchas reglas, y se quejan muy seguido de haber sufrido de una falta de estructura en su educación. No obstante, existe a la vez una exigencia de excelencia que se hace cada día más fuerte. "El nuevo desafío para los adolescentes hoy, por lo menos en Francia, es que todos tienen que estudiar. Antes eran sólo los padres universitarios los que presionaban a los hijos para que estudiaran, pero ahora todas las clases sociales tienen alguna demanda en cuanto a la escolaridad de sus hijos. Esa exigencia de excelencia es nueva para el conjunto de la generación. Y los padres son exigentes: sus hijos tienen que ser los más lindos, los más fuertes y los más inteligentes; entonces se deja un poco de lado a los que no pueden serlo y eso es algo que no sabemos manejar. ¿Cómo hacerlo cuando un niño no es tan inteligente o tan lindo, y hay montones? No tenemos respuestas para eso".
Choquet cuenta que eso se refleja en el problema de la violencia escolar o "bullying". La experta distingue la "violencia ancestral" de las clásicas peleas entre alumnos en el recreo, de una violencia que se centra en uno o dos niños que se convierten en el blanco del resto. "En esos casos, el niño se transforma en rehén, la víctima siempre es la misma. Y lo que hemos notado es que los niños que sufren de bullying generalmente son los buenos alumnos. Actualmente, debido a la presión escolar que existe, los buenos alumnos despiertan celos. Un buen alumno ya no es un buen ejemplo, sino que es visto como una excepción comparado con el resto".
El porqué del malestar femenino
El tema de las niñas adolescentes es, sin duda, uno de los que más preocupan a Marie Choquet. Según ella, lo que más ha aumentado en el último tiempo es la depresión y los intentos de suicidio, sobre todo en las adolescentes mujeres. Pero siente que a pesar de eso, no se le está prestando suficiente atención al fenómeno.
"Creo que para las niñas, la situación actual es mucho más difícil. Ellas maduran físicamente más precozmente que los niños, por lo que la presión es más fuerte sobre ellas. Es fácil ver cómo pueden sentirse abrumadas a los 12 o 13 años cuando hay hombres que las miran como mujeres, porque parecen de 15 o 16.
Lo otro que notamos es que las madres de nuestras adolescentes son mujeres que quedaron decepcionadas del feminismo y que están un poco deprimidas, y no hay nada mejor para estar deprimida que tener a una madre deprimida. La depresión femenina aumentó con la presión sobre las mujeres para trabajar, donde además son peor pagadas que los hombres, menos reconocidas, menos presentes en la vida política. Muchas pensaron en algún momento que el trabajo iba a llenarlas de gratificaciones y es cierto para algunas, pero para otras el cambio no se hizo de manera tan armoniosa".
Eso demuestra algo que Choquet considera determinante en la salud mental de los adolescentes: el peso de la familia. "Lo que nosotros encontramos es que el malestar adolescente tiene más que ver con problemas intrafamiliares que sociales, como la falta de autoridad de los padres, con el hecho de que éstos tengan vidas afectivas difíciles y con que dejan que los jóvenes sean autónomos demasiado luego. Todo eso influye mucho más que los factores sociales, como la categoría socioprofesional y étnica o la edad de los padres, por ejemplo. En nuestra investigación no hemos encontrado grandes diferencias en el nivel de malestar de los jóvenes según los años de estudios de los padres, según si están en el sistema público o privado, según si están en colegios ubicados en zonas más problemáticas o no. Hay pocas diferencias según esos ejes de lectura", asegura.
- ¿Y cuáles son los sueños de los adolescentes de hoy?
"Lo que sorprende mucho es que tienen sueños bastante medidos. No tienen el sueño de la generación de Mayo de 1968, no quieren transformar el mundo, quieren adaptarse al mundo. Su sueño es poder integrarse en este mundo de adultos, con valores como la belleza, el dinero. ¡El dinero les importa mucho! No buscan modificar el mundo y enfrentarse a ciertas opciones. Tienen un sueño realista".
Señales de alerta para los padres
Para evitar que los adolescentes lleguen a altos niveles de malestar e incursionen en conductas peligrosas y difíciles de controlar, Marie Choquet recomienda a los padres estar atentos a dos cosas: la precocidad y la acumulación de los factores de riesgo. "Es importante estar pendiente a ciertas señales de alerta. La fuga, por ejemplo, es un indicador muy malo, al igual que un intento de suicidio. Y también cuando los jóvenes toman, fuman y consumen marihuana antes de los 15 años. Pero hay que entender que lo malo es la acumulación de esos factores. Si un adolescente se fuma un cigarro a los 14 años y nada más, no hay que entrar en pánico. Si además está desanimado, toma y fuma marihuana, entonces hay un problema. La acumulación es un indicador importante. Así como la precocidad".
Choquet se refiere con "precoz" a los adolescentes menores de 15 años, porque "después es probable que fume o tome, o las dos cosas, pero más por el afán de imitar a los adultos y de explorar".
También señala que hay que estar atento a no patologizar a los adolescentes llevándolos a ver un sicólogo o siquiatra apenas hacen algo que preocupa a los padres, porque "al patologizarlos se crea la patología".
"Creo que hay que ser razonable. No hay que poner todo al mismo nivel y angustiarse apenas sucede algo, porque en todas las generaciones pasan cosas. ¿Cómo los jóvenes se convertirán en adultos si no hacen por lo menos un poco su propia experiencia? Sin embargo, está claro que cuando acumulan factores, cuando éstos son precoces, cuando los niños se pierden un poco en su comportamiento, entonces significa que están mal, y su malestar tiene que preocuparnos", concluye.