"Nuestra sociedad contemporánea implica ciertos riesgos para la salud. Influyen los estilos de vida actuales, los cambios que provocó la globalización, el manejo de información por parte de los niños y adolescentes y las transformaciones en las estructuras familiares". Así de categórica es Muriel Halpern, siquiatra de la Unidad de Siquiatría Infantil y de la Adolescencia de la Clínica Siquiátrica de la Universidad de Chile.
Enumera estadísticas: entre un 20 y un 30 por ciento de la población presenta trastornos mentales y entre los menores de edad, las patologías más frecuentes son las depresiones en la adolescencia y los problemas asociados al déficit atencional y la hiperactividad en los más pequeños.
Por eso, no hay que sorprenderse si en los últimos años, Halpern - quien también tiene una consulta privada- ha visto multiplicarse el número de padres preocupados que buscan ayuda para sus hijos.
No es la única. "Los papás que consultan por sus hijos han ido en aumento. Generalmente vienen por problemas de adaptación en el colegio o con sus pares", dice la sicóloga infantojuvenil Carolina Ewertz.
No es sólo una impresión: En 2002, un estudio publicado en la Revista Médica de Chile indicó que de todas las consultas realizadas por niños y adolescentes en un consultorio siquiátrico del sector privado, el 73 por ciento fueron solicitadas espontáneamente por los padres. Y todo parece indicar que la tendencia se mantiene.
Las razones, dicen los expertos, son diversas y tienen mucho que ver con los desafíos que presenta la sociedad actual. "Hay una tendencia a mirar los conflictos y poder consultar por ellos. A eso le agregamos que el contexto escolar, cultural y social es más exigente. Entonces la demanda hacia las familias y los niños es mayor, porque la familia trabaja más, porque estamos involucrados en un montón de cosas, porque tenemos altas expectativas y porque estamos en una sociedad exigente que pone metas", asegura Carla Inzunza, siquiatra infantojuvenil de la Unidad de Siquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica.
Exigencia es una palabra recurrente a la hora de explicar el aumento de consultas siquiátricas o sicológicas de los niños. A diferencia de las generaciones anteriores, los especialistas sienten que muchos padres no tienen la capacidad de entregarles a sus hijos el apoyo emocional que requieren para desarrollarse de manera sana. "Los papás están colapsados, sobrepasados, tienen menos tiempo. Quizás muchas veces pueden ser muy funcionales en el sentido que les dan comida, un techo, educación, pero no necesariamente están tan presentes emocionalmente para conectarse con ese hijo y contenerlo. Hay muchos papás desconectados de las necesidades emocionales de sus hijos; la idea es habilitarlos, ayudarlos en esto", dice Carolina Ewertz.
Señales para los padres |
Cuando los niños son pequeños, no siempre es fácil identificar su malestar. Los más chicos no saben cómo verbalizar lo que les pasa y muchas veces no expresan su pena, llorando o mostrándose tristes, como lo esperarían los adultos. Por eso, los expertos recomiendan estar particularmente alertas a distintas señales. "Los papás deben estar atentos a los cambios bruscos y sin razón aparente en los niños. Pueden ser cambios de rendimiento, cambios de ánimo que se sostienen durante algunas semanas", explica la sicóloga infantojuvenil Carolina Ewertz.
Otro síntoma que debe despertar preocupación es la incontinencia después de los seis años de edad, porque ser el indicador de algún trastorno emocional.
Otro elemento clave es tener más o menos claro cuáles son las pautas de desarrollo de los niños para poder así detectar toda anomalía. "Se sabe, por ejemplo, que a los tres años la pataleta es un clásico, así como lo es la fobia a los 2 o 3 años. A los 9 años hay cierto rechazo a los hábitos de aseo. El susto a los extraños es esperable a ciertas edades y en otras no, así como el exceso de sociabilidad no es esperable en un niño de 3 o 4 años. Estas son cosas que los papás debieran conocer porque es la manera de comunicarse con los niños", dice la siquiatra infantojuvenil Lisette Lavanchy.
Sicólogos y siquiatras no son los únicos en saber de estas pautas. Por eso, dicen estas expertas, es importante apoyarse en una red de educadores, pediatras o médicos de cabecera para resolver las dudas más urgentes.
|
La siquiatra infantojuvenil Lisette Lavanchy coincide. Asegura que actualmente la sociedad vive una pérdida del sentido común y que muchas veces los padres no sólo no conocen a sus hijos, sino que no les ponen los límites necesarios. "Los padres no están haciendo el rol que debieran hacer por miedo. Miedo al fantasma de que el hijo se va a suicidar, al fantasma que el niño se va a ir de la casa, que la niñita va a ser anoréxica. Hay un bombardeo de sobreinformación que los asusta. Los padres tienen miedo a decir que no porque el adolescente amenaza y manipula. Entonces no es raro que diga me voy a ir y el papá se queda pensando quizás qué va a hacer", explica.
Eso no sólo se da con los adolescentes. También sucede con los hijos más pequeños. "El padre es el referente de la realidad, por lo tanto, él decide si el niño se come la galleta o no. Puede que el niño grite y patalee porque quiere comérsela, y que uno le explique por qué no y no sirva de nada. Pero el padre tiene que estar tranquilo y saber que está haciendo lo correcto. También es importante saber que un niño pequeño no sabe lo que quiere ni lo que le hace bien. No se le puede preguntar si quiere rojo, amarillo o verde, porque así no se desarrollará a alguien más seguro, al contrario. Se va a desarrollar a alguien que dice: Si él que es grande no sabe, ¿cómo voy a tener idea yo?".
Muriel Halpern cree que mucha de esta permisividad tiene que ver con la salida de la mujer al mundo del trabajo. En Chile, asegura, aún existen pocas oportunidades para que las mujeres puedan extender sus períodos de crianza temprana sin riesgos para su carrera profesional. Eso las obliga a pasar menos tiempo en la casa y de alguna manera altera la crianza. "La culpa de las madres puede ser un motorcillo muy fuerte para criar de un modo más permisivo a los hijos, satisfacerlos rápidamente. Eso genera poca tolerancia a la frustración, visiones poco realistas de cómo son las cosas en lo concreto, temor al fracaso e inseguridades en los niños".
Otro problema actual, según Halpern, es la tendencia a no tolerar la unicidad de las personas y a buscar homogeneizar a los niños, sus actitudes e intereses. "Hay una cultura de la evaluación en la que te hago un ticket o te repruebo. Pero el desarrollo es gradual, va en espiral, por lo tanto, habrá períodos en que el niño se detiene e incluso vuelve para atrás para partir de nuevo. Hemos perdido la cultura de lo único y de lo respetable, que es lo único", dice.
Eso se hace particularmente evidente en los colegios, donde muchas veces se deriva a niños al siquiatra por un posible déficit atencional. "Cuando los niños entran al colegio se tiende a sobredimensionar todo lo que es hiperactividad e impulsividad. Y puede haber un sobrediagnóstico en el contexto de ambientes que son cada vez más exigentes y que piden que ese niño sea fácil de manejar en la sala de clase", dice Carla Inzunza.
Los riesgos de esta tendencia pueden ser altos. Las expertas indican que incluyen la estigmatización, la sobremedicación y una baja autoestima, entre otras cosas. "El niño forma su autoimagen en función de lo que le muestran los demás acerca de sí mismo; de allí que finalmente termine comportándose según lo que cree que él es. Entonces, hay que ser cautelosos frente a un diagnóstico, ya que el riesgo es que lo incorpore como parte de su identidad a futuro", dice Carolina Ewertz.
Estas dificultades, afirman las especialistas, tienen soluciones, que pasan esencialmente por reforzar el ambiente familiar. "Cada vez más le doy más valor a la familia desde el punto de vista de la salud", dice Muriel Halpern. "Ahí es donde se aprende la comunicación afectiva, las interacciones, los valores, los hábitos, cómo se goza del placer y del ocio. Por eso los padres tienen que relajarse y hacer más cosas con los hijos".