Hasta hace ocho años, los bancos tenían una percepción de las mujeres muy distinta a la que manejan hoy. Consumistas, malas pagadoras, eternamente endeudadas y no muy buenas administradoras de los recursos del grupo familiar eran algunas de las desfavorables atribuciones que estas instituciones hacían al segmento femenino.
Para desmitificar este prejuicio, en el año 2000 la Superintendencia de Bancos, respondiendo a una petición del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam), realizó un estudio para sondear cómo se daba el endeudamiento y comportamiento de pago entre las chilenas. Y sus resultados estuvieron muy lejos de reafirmar lo que el sistema financiero pensaba sobre las mujeres. "Comparando cuánto debían hombres y mujeres, el informe constató que un 2,3% de ellos tenía su deuda vencida (deudas no pagadas después de su vencimiento), versus un 1,6% de mujeres. Eso confirmó que las mujeres eran mejores pagadoras que los hombres", analiza la investigadora de FLACSO Alejandra Faúndez.
En cuanto a la petición de créditos, el estudio también determinó que eran los hombres quienes se endeudaban más en créditos de consumo, mientras que las mujeres lo hacían mayormente en créditos hipotecarios, "porque querían asegurarse una casa, tener un resguardo para manejar su vida. Eso desechaba el mito de que los créditos hipotecarios eran esencialmente masculinos, porque ellos tenían una mayor renta", complementa.
Para la especialista, este estudio confirmó el movimiento que estaba empezando a cambiar la cara de la economía femenina: "Las mujeres comenzaron a volverse más autónomas, más independientes. Los bancos iniciaron campañas enormes para conquistar al segmento femenino, y a pelearse el nicho de profesionales mujeres que ya no usaban la cuenta corriente como adicional del marido. Les dieron chequeras y créditos con montos mucho más abultados de lo que hacían antes. Y hoy, siete años después, esta estrategia les ha dado muy buenos resultados", remarca.
Y cómo no, si hoy las mujeres representan el 38% del mercado bancario, una cifra similar a la que ocupan dentro del mercado laboral: un 38,5%. Mas de la mitad de ellas corresponde a profesionales jóvenes, aunque ahora, en el último tiempo, se ha registrado una fuerte arremetida de las mujeres entre 35 y 50 años, que están incorporándose crecientemente al mundo del trabajo, y en consecuencia también se han convertido en poderosos sujetos de consumo para los bancos. "Las tasas de separación comienzan justamente a aumentar durante este período, y por eso las mujeres deben empezar a buscar un trabajo.
Y ahora que existe el divorcio, las mujeres simplemente se quedan sin renta, entonces necesitan entrar al mercado laboral", explica la economista Olga Pizarro, decana de la Facultad de Economía de la Universidad del Desarrollo y directora del Centro de Estudios de la Mujer de esa institución. Una tendencia que ya se vive hace algunos años en Estados Unidos, donde la firma Catalyst, en un estudio realizado entre mujeres profesionales, arrojó que el 55% de ellas eran el principal sostén de su familia.
En cuanto a la posesión de tarjetas de crédito, ellas también han aumentado su uso en los últimos años, convirtiéndose en las reinas del mercado del dinero plástico: según un estudio realizado por Gemines el 95% de ellas maneja una tarjeta de casa comercial -que conforman el 75% del mercado de tarjetas de crédito- y un 30% de las tarjetas bancarias, que acumulan más de 2 millones en el mercado chileno.
La gracia, especifica Olga Pizarro, no es que ellas hayan aumentado la posesión de tarjetas, "sino que, a diferencia de antes, ahora son las titulares, y eso les está permitiendo pasar de ser sólo las encargadas de hacer las compras familiares a sujetos importantes de consumo y poder adquisitivo".
Es decir, económicamente están más empoderadas: los ingresos que generan constituyen el 40% del ingreso per cápita nacional. "Teniendo acceso a ingresos, las mujeres no sólo pueden ser más consumidoras de bienes, sino también de servicios, de información, de acceso a una serie de servicios públicos o privados que también hacen que tengan otras garantías. Claramente están más empoderadas en esos ámbitos" apunta Alejandra Faúndez.
Una nueva cara para el consumo femenino
Este empoderamiento económico de las mujeres está causando revoluciones en varios ámbitos. En el área del marketing y el consumo, por ejemplo, este aumento del poder adquisitivo de las mujeres ha significado también que el mercado comience a verlas de una forma distinta. Incluso ellas se están interesando por ámbitos antes considerados masculinos, como la tecnología o la industria automotriz, o el mercado de la inversión y el ahorro.
Lo constata Alejandra Faúndez: "La empresa privada dio el salto, descubrió aquí un nicho de mercado y empezó a generar toda una serie de condiciones para las mujeres: les dio más herramientas para que se pudieran endeudar más, para que pudieran tener más créditos. En 1991 las mujeres eran el 42% de las que pedían crédito. En 2006, subió al 49%, entonces efectivamente la capacidad de acceder a recursos de las mujeres ha cambiado".
Aun cuando esta revolución se ha producido en pocos años, todavía se está cocinando a fuego lento. "Las empresas se han demorado en concebir un marketing para mujeres que vaya más allá de los productos rosa, esos que basan su mensaje en: esto es para ti, mujer. Si te fijas en la publicidad de áreas como la tecnológica, todavía es protagonizada o por mujeres muy jóvenes o por hombres. ¿Por qué? Porque todavía no se han dado cuenta de que las mujeres nos hemos incorporado crecientemente al mercado laboral, y que nos interesa no sólo tener un notebook, sino tener algo distinto, con un diseño particular. Y no nos basta el típico bolso negro para llevarlo', explica Olga Pizarro. "Antes, la típica broma era que la mujer elegía el auto por el color, porque se da por supuesto que las mujeres no saben de autos. Pero hoy las mujeres ya no pueden esperar a que sus parejas las acompañen a comprar el fin de semana. Así, hay muchas decisiones que ahora están recayendo directamente sobre ellas. Prueba de ello es que uno de los mercados que más ha subido en público femenino es la industria automotriz", añade la especialista.
Además de tener mayor poder adquisitivo, las mujeres siguen llevando sobre sus hombros todas las decisiones de compra familiares, ya que gran parte del dinero que ganan no lo invierten en ellas, sino en su grupo familiar. "Gastan un porcentaje bajo en productos para ella, porque son muy buenas para comprar para los demás: compran para la casa, para su comunidad, para los hijos, nietos, sobrinos, para regalar... siempre están pensando en los demás. Una de las demostraciones más interesantes de esta tendencia es que gastan muy poco en capacitación; invierten poco en sí mismas, porque todavía tienen programado el chip para pensar que no se pueden pagar un posgrado, porque sienten que le están quitando plata a la familia. Por otra parte, no hace inversiones muy altas en ella: prefiere comprarse varios vestidos baratos a uno muy caro para que no le digan en qué se gastó la plata. Es austera consigo misma", dice Olga Pizarro.
¿Sigue siendo más gastadora, más compulsiva que los hombres? "No. Lo que pasa es que las mujeres tienen mucho más acceso a ir a los lugares de compra, y no les incomoda hacerlo", explica. "De ahí la importancia de que el mercado sepa dirigir sus mensajes hacia ellas, porque son las que manejan las decisiones de consumo de toda la casa, incluso de comprarle la ropa a su marido".
Complementa esta idea Alejandra Faúndez: "Las mujeres gastan, pero todavía se lo viven con culpa, sobre todo las que tienen familia. Piensan: le podría haber comprado el chalequito al niño... Pero eso no significa que no gasten. Si uno ve la cantidad de personas que han aparecido en el último tiempo ofreciendo terapias de relajación y masajes. Este boom claramente tiene que ver con todos los cariñitos que las mujeres se hacen, y que dan cuenta de su mayor poder adquisitivo".
Mujeres, ¿más empoderadas?
El aumento del poder adquisitivo entre las mujeres les ha permitido ser más independientes y autónomas en sus decisiones, lo que también ha traído beneficios en su desarrollo dentro de la sociedad. "En ese escenario de mayor autonomía económica, es mucho más fácil alcanzar y desarrollar una política de igualdad de oportunidades e igualdad de derechos para las mujeres", sostiene Alejandra Faúndez.
Pese a estas promisorias expectativas, las especialistas consideran que las mujeres todavía estamos un par de peldaños abajo en el camino por consolidar un empoderamiento femenino. "Uno puede hablar de empoderamiento en el acceso de los recursos. Pero el empoderamiento también tiene que ver con el poder, y ahí en Chile tenemos un problema muy complejo. Todos los informes de desarrollo humano según género de Naciones Unidas muestran que Chile baja 10 ó 15 lugares en el ranking respecto de otros países desarrollados y en vías de desarrollo, y cuando se habla de acceso de las mujeres al poder, Chile está en la media-baja. Una cosa es el acceso a los recursos, y otra cosa es el acceso al poder", advierte la especialista.
"La mujer no se ha empoderado en estos últimos diez años. Ha tenido mayor participación en distintos ámbitos, pero es un proceso que ha tenido avances y retrocesos", agrega Pamela Farías, directora del área de género del Ministerio del Trabajo. "Las mujeres han avanzado, pero a costa de seguir estancadas en sus derechos y en el acceso a las cuotas de poder. El sexismo aún es todavía muy fuerte, el hombre proveedor y la mujer trabajadora, pero también buena dueña de casa. Y tampoco las condiciones de trabajo en que están las mujeres son empoderadas".
La brecha salarial, explica, es la certificación de que la sociedad todavía no resuelve sus inequidades de género, "que tiene que ver con el valor que se le otorga al trabajo. El empoderamiento como tal está muy lejos de ser una realidad, porque el sustrato que alimenta estas situaciones se mantiene igual, estancado".
Porque si bien es cierto que la mujer maneja más dinero y es capaz de tomar más decisiones, sigue ganando menos que los hombres: "Hasta ahora, todavía el ingreso de las mujeres es visto como un ingreso complementario a los ingresos de los maridos, y esa fue la justificación que siempre hubo por parte de los empresarios, del Estado, de todo el mundo, de por qué las mujeres siempre ganaban menos. Porque el marido, el jefe de hogar, era el que ponía el sueldo fuerte, y las mujeres de alguna manera complementaban el ingreso de la familia. Eso tiene que ver con un tema de poder, porque no tiene ninguna justificación que una mujer más preparada y documentada no gane lo mismo que un hombre", dice Alejandra Faúndez.
Las mujeres que son profesionales hoy, y que están recién egresadas, son a ojos de las especialistas las que hoy tienen muchas mejores condiciones para equipararse en términos de empoderamiento económico con sus pares hombres. "Confío en que las nuevas generaciones negociarán mucho mejor de lo que lo hemos hecho nosotras. Hoy, por ejemplo, muchas mujeres se van de vacaciones solas, porque quieren ir a la playa y la pareja no quiere, y toman la decisión. Antes eso era imposible verlo, no estaba dentro de los patrones normales. Las generaciones jóvenes son mucho más autónomas", finaliza.