Sol Serrano disfruta el mundo académico. Historiadora de la Universidad Católica, donde también obtuvo su doctorado, posee, además, un master of Arts de la Universidad de Yale.
Su destacada trayectoria fue una de las razones que llevó al ex Presidente Frei Ruiz-Tagle a nominarla como una de los miembros de la “Mesa de Diálogo” que, en 1999, intentó dar con el paradero de los detenidos desaparecidos. Y hasta hace poco formaba parte del consejo de Canal 13.
-¿Sol, diminutivo de Soledad?
“No, y me carga que me digan Soledad. Me tocas un tema muy divertido, porque todos mis amigos saben que me molesta que me digan Soledad, entonces, cuando se quieren reír de mí me llaman así.
“Me llamo Sol por la hija del Cid”.
-¿Esa fue una inspiración de Elisa (Pérez Walker, su madre)?
“Y de Horacio, de ambos... doña Elvira y doña Sol, las hijas del Cid. Es lo más español, castizo de este mundo”.
Hija de una escritora que abrió el camino para la literatura femenina en Chile bajo el seudónimo de Elisa Serrana (un femenino del apellido de su marido), tiene otras cuatro hermanas igual de mediáticas que ella: Margarita, la periodista; Paula, la psicóloga; Marcela, la escritora y Elena, la economista.
Por esas paradojas de la vida, tras casarse con el abogado y ex subsecretario del Interior, Jorge Correa Sutil, Sol tuvo cuatro hijos varones que van de los 24 a los 14 años.
-¿Cómo fue esto de crecer rodeada de mujeres y madurar rodeada de hombres?
“Lo mejor que me ha pasado, es fascinante porque crecer entre puras mujeres es agotador también. Es muy entretenido, pero muy cansador, porque las mujeres somos un poquito intensas. Obviamente, todo el mundo prefiere tener hijos hombres y mujeres, pero si hubiera tenido que escoger uno, habría elegido hombre. Lo que no habría querido es vivir toda mi vida entre puras mujeres”.
-¿No hubieses repetido la experiencia de tu madre?
“No, no, no, no... es muy divertido tener puros hijos hombres”.
Cuando habla de su madre, Sol dice reírse del hecho que presenten a Elisita como una mujer vanguardista. “Es lo más conservadora que hay, católica, observante, pechoña”.
-¿Pero ella trató de correr los márgenes?
“No (lo dice con una expresión categórica), si lo hizo no se dio cuenta. Lo hizo porque le gustaba escribir y era una mujer inteligente”.
-¿Crees que a ustedes las formó conservadoramente?
“Sí, tengo la sensación de haber tenido una formación entretenida, pero ¿liberal? nada”.
-¿Y libertaria de la mujer y sus derechos?
“Creo que eso tiene que ver más con los años ’60; mi mamá nunca tuvo una gota de feminista. Discursivamente nada, lo que pasa es que hizo cosas porque era una mujer inteligente, animosa, sobre todo muy entretenida. Pero nunca le oí decir que las mujeres tuvieran que hacer otra cosa distinta a la que hacían”.
-¿Su discurso no fue mijita, estudie no más, no cocine?
“Pero para nada, no, no, no. Hay esa imagen, pero es por los ’60. Mi familia era conservadora, nunca convencional”.
Sol asegura que su familia, la propia, también es conservadora y no duda mucho en cuanto a que sus hijos deben tener varios rasgos machistas. “No lo sé... supongo que se aburrirían con una mujer con pocos intereses, pero mi papá también. Por eso, hay una diferencia entre un mundo interesante y un mundo liberal”.
“Mi marido, Jorge, es bastante conservador. ¿Machista? En lo profundo de su alma lo es, pero gracias a Dios es muy tolerante de mis defectos; es muy tolerante con el hecho de que yo sea una pésima cocinera cuando su mamá es una maravillosa. No soy una muy buena dueña de casa y lo lamento”, agrega.
-¿Por qué no convencional?
“Me carga. La izquierda es lo más convencional que hay”.
-La DC (el partido de su marido) también.
“También, es un convencionalismo más...”
-¿Puritano?
“Sí, es menos pretencioso como convencionalismo. No, por eso me cargan los lugares comunes, me carga decir una frase que sea evidente cual es la siguiente, eso me latea, pero tampoco creo ser nada de liberal”.
A modo de declaración de principios dice con fuerza: “Yo no soy vanguardista, no tengo esa vocación”.
Divertidamente, Sol dice no darse cuenta de lo mediáticas que son sus hermanas y su marido e incluso ella, que se expone los sábados con una columna en “El Mercurio”. Agrega que, como historiadora, prefiere vivir más “dentro de uno mismo”, razón que podría explicar que haya inventado un refugio personal en uno de los cerros de Valparaíso.
-Nada de convencional formar un hogar en el puerto.
(Se apasiona) “Ahhh.... y eso que no es un hogar. Es un estudio para mi marido y para mí, al cual mis hijos son invitados; ellos no tienen espacio ahí”.
-¿Por qué?
“Es que yo me arranco en la semana, yo trabajo allá, escribo y Jorge me va a ver. A veces, convido a los niños y otras, se los presto. Pero, no, es un gran lugar de trabajo”.
-¿Por qué necesitas aislarte?
“¿Por qué?” (se queda pensando).
-¿Son muy demandantes de ti?
“No, yo de ellos mucho más, yo los persigo y muchísimo. A veces me voy a Valparaíso por tres días y estoy de vuelta al siguiente. ¿Por qué será? (retoma la pregunta anterior) Será por una cierta idea de la distancia necesaria, me gusta, me evoca”.
Al definirse como madre, asegura ser una muy presente que gracias a la academia pudo estar mucho tiempo en casa. Además, insiste en que le gusta que sus retoños estén cerca.
-Mejor ni saber qué va a pasar cuando seas abuela.
“Me voy a morir...”
-Y si es mujer.
“Me muero. Les he rogado a mis hijos hasta los nombres, cuál quiero que le pongan, a que colegio quiero que entre... ¡pobres de mis nueras! Dios te oiga que la primera sea mujer”.