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Miss y mamá de cachorros

26 de Septiembre de 2007 | 11:00 |
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Viene de un mundo que pareciera distante o ajeno a la beneficencia. Por seis años fue “la miss” en el Colegio San Ignacio El Bosque, lugar donde estudian hoy sus hijos.

María Paz Rencoret, de 42 años, cuenta risueña que nunca se le cruzó por la mente dirigir una fundación cuando estudiaba pedagogía básica en la Universidad Católica aunque tenía contacto con el mundo social a través de la pastoral y por formación familiar (su madre fue una de las primeras voluntarias de Coanil). Como el tema de la enseñanza le gustaba, antes de recibirse, ya estaba haciendo reemplazos y no dudó un momento en tomar la plaza definitiva cuando se la ofrecieron.

Casada, tiene tres hijos varones de 18, 15 y 12 años, más un concho, una niñita de 7 que -está de más decir- es la regalona de la casa.

Cuando su hijo mayor entró al colegio resolvió hacer un brutal cambio de giro, entre otras cosas, porque, a esas alturas, no se proyectaba eternamente como profesora. Entonces, decidió incursionar en “un mundo sorprendente” que ya conocía, las manualidades.

Ya estando en la universidad pintaba, torneaba, hacía cerámica, por lo que no fue extraño que al poco tiempo ya tuviese un torno y un horno en su casa. “Estaba preocupada de la crianza y veía que era re difícil hacerse cargo de la casa y la familia y además, trabajar en el colegio. De ahí que dicté un taller de cerámica en mi casa; recibía todas las mañanas a un grupo de alumnas y en la tarde trabajaba en lo mío teniendo a los cachorros dando vuelta... no había inconvenientes”, narra.

Llevaba 10 años en la cerámica –incluidos unos talleres en un colegio de Pudahuel- cuando un día su cuñado, cercano a los directores de la Fundación Trascender, le habló del proceso de búsqueda que se hacía para el cargo de directora ejecutiva.

-¿Qué pasó?
“No entendía mucho, yo tenía el mono armado y no sabía de qué me hablaba. Cuando le dije que tenía una pega súper buena, insistió en que le diera el currículo porque según él yo calzaba con el perfil”.

Así, fue citada a una reunión con los directores y, la verdad, es que encontró súper interesante y atractivo el proyecto, razón por la cual dudó poco de participar de la selección. “Parecía proceso para el Banco Central porque olvídate lo quisquillosos, me reuní con uno, después con otro y con otro; y me hicieron test. Me picó como el orgullo”, cuenta María Paz.

-¿Y tú no les dijiste oye, para esto necesitan una ingeniera comercial?
“No poh, era problema de ellos. Hoy, cuando evaluamos ese proceso, los directores se ríen y me echan la talla, pero creo que lo que más les llamó la atención fue el carácter, la personalidad, el desafío de haber desarrollado un negocio con autogestión, fui como una mini, mini empresaria”.

-Te embarcaste.
“Sí, como que todo me hizo sentido, pero, por otro lado, pensaba que me iba a quedar sin amigos cuando les pidiera que fueran voluntarios. Ahí me di cuenta que esto no podía funcionar a ‘la paletea’, que a ellos les iba a exigir que hicieran bien la pega e iban, todos, a terminar odiándome”.

-¿Perdiste a tus amigos?
“No, estoy llena de ellos. La verdad es que no, porque cuando uno ofrece algo en forma súper clara no se producen problemas. Me dicen sí o no con libertad, porque al proponerles algo no los estoy cazando. Cuando se es transparente, clara y directa no hay tema”.

-¿Te costó volver a salir de la casa?
“No, no. Inicialmente partí tratando de que fuera medio día, pero nunca pudo serlo y con el tiempo fue creciendo la jornada, pero ya tenía a todos los niños en el colegio. No fue complicado y de alguna manera uno se administra.
“Soy re trabajólica”.

-Eres bastante intensa (tiene fuerza de voz, gesticula, se mueve).
“Es bien intensa la María Paz Rencoret” (confiesa con una sonrisa).

-¿Sigues haciendo algo de cerámica?
“Nada, no puedo. Traté de hacerlo entremedio, pero al final dije no, es súper poco viable porque tenís que meterte y necesitai horas para que cunda”.

Asegura feliz que entre la casa y Trascender ocupa todo su tiempo y no se queja de ello. “Cuando dejé las clases pensé en estudiar o emprender algo mío, pero, si estaba buscando criar y formar familia, el camino no era estudiar; me resultó bien lo de la cerámica y no me veo no trabajando. Si iba a estudiar, iba a ser psicología que tiene un corte social”.

Sigue: “Me han ofrecido comprarme el horno, pero no lo vendo, lo tengo ahí, porque algún día, quizás... No me siento como con el yugo y me han ofrecido otras pegas, pero no me he ido porque estoy feliz acá. Esto tiene sentido y me desarrollo profesional y personalmente. No tengo idea que viene para adelante, pero aquí hay voluntad y libertad, que para mí es súper importante”.

-¿Nunca te imaginaste gestionando una fundación?
“No, para nada, pero los que me conocen encuentran que era obvio. Esto tiene mucho que ver con lo que uno hace dentro de la sala de clases; hacer un diagnóstico, ver la atención individual que cada uno requiere y ponerlos a trabajar solos para generar autonomía y responsabilidad”.


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