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La luz del deporte

Los beneficios de la actividad física son innumerables, tanto en el aspecto físico como en el emocional. Por lo mismo, catalogar a un deportista como un cabeza de músculo es una ignorancia que resume y simplifica estúpidamente el arquetipo.

16 de Octubre de 2007 | 10:24 |
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El sedentarismo es un mal de incidencia epidémica. Sumado a malos hábitos alimenticios y al estrés, preparamos un terreno fértil para la enfermedad.
La salud no se compra en la farmacia, ni en la consulta médica.

La salud es un estado que se gana mediante un proceso de trabajo personal, en el que la perseverancia en los buenos hábitos de vida tiene un rol fundamental.

Entre estos hábitos está la educación física, para manejar nuestra mente-cuerpo más allá de la función psíquica del intelecto. Visto hoy en día, es una compensación de patrones de conducta morbosos, como sentarse todo el día frente a un escritorio o en el asiento de un vehículo, el uso de ropa apretada, dormir en camas blandas, usar zapatos de taco alto o corbatas extrangulantes.

Como medio para canalizar y disipar energía, al mismo tiempo que despierta y entrena nuestra mente-cuerpo, la educación que llamo psicofísica debe ocupar un espacio mucho mayor, más allá de las intenciones y discursos.

La educación física no templa sólo nuestro cuerpo físico, sino que entrena además nuestro cuerpo psíquico, estimulando no sólo el intelecto, sino además la inteligencia emocional, los procesos de sugestión, ensoñación y premonición, entre otras cualidades mentales.

Porque el deporte es una de las actividades más espirituales de la sociedad. Y compromete todo nuestro ser. La búsqueda del superhombre, de la evolución en el juego, es una búsqueda inmaterial que mejora al hombre como un todo.

La distorsión del deportista como un cabeza de músculo es una proyección ignorante que resume y simplifica estúpidamente el arquetipo. Todos los grandes deportistas son seres luminosos. Y esto es contagioso.

Desde el punto de vista médico, el deporte es un pilar de salud, controla la obesidad, disipa la ansiedad, mejora la profundidad del sueño, aumenta la autoestima, mejora nuestra capacidad aeróbica y anaeróbica y la potencia sexual. Asimismo, el deporte previene las enfermedades cardiovasculares, como el infarto al miocardio, y la hipertensión arterial, y las enfermedades metabólicas, como la diabetes mellitus.

Visto así, la importancia del deporte es incuestionable en la evolución de una sociedad sana física y psíquicamente.

Adiestrarse en el juego, moldeando un conjunto de gestos físicos sostenidos en el tiempo, es la forma que toma el proceso. Es la forma que ha tomado desde nuestro ancestro primigenio, que bajó de los árboles, pudo erguirse y caminar en dos pies, pudo liberar sus manos, oponer sus pulgares a los otros dedos y entrenar la pinza. En fin, pudo -con pura voluntad o intento- tomar el mundo con sus manos, manos que todo el tiempo retroalimentaron su creciente cerebro a través del tacto y de los ojos...

El cuerpo y la mente evolucionando recíprocamente, en grandes y pequeños pasos, en mutaciones visibles e invisibles. Detalles que hacen la diferencia entre un hombre deportista y uno sedentario, entre la salud y la enfermedad.
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