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Una extraterrestre que ya se siente en casa

18 de Octubre de 2007 | 12:12 |
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Marcela Ríos (40) obtuvo el título de socióloga en la Universidad de York, Canadá, país donde vivió toda su adolescencia. Sus padres debieron exiliarse en 1979, cuando ella tenía sólo 12 años, porque las cosas en Chile no se estaban dando bien ni en lo político, ni en lo económico.

El tema la incomoda, su voz se pone triste y como que busca retraerse, quizás por todos los recuerdos que se le vienen a la mente. “Fueron años muy duros –reconoce-, fue muy fuerte para mi familia, fue un período complejo. Yo era chica, pero de todas maneras ha marcado mi historia de vida y mi historia familiar; de hecho mi padre vive en Canadá todavía, no regresó”.

Llegaron al lado oeste de Canadá, la parte de habla inglesa, y tuvieron que adaptarse –sus padres y dos hermanos menores más- a un mundo muy diferente. El resultado final fue que, después de muchos años, poco a poco cada uno fue retornando a Chile. “Pasamos muchos años separados, siempre digo como broma que cuesta mucho juntar a la familia a tomar once el día domingo; hemos estado muy desparramados y creo que ha marcado nuestra vida, pero después de tantos años estamos casi todos acá. Esperamos que mi papá se vuelva cuando jubile”.

Al terminar la universidad, Marcela viajó a México, lugar donde obtuvo un magíster en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. En ese momento decidió volver a su país de origen, porque siempre tuvo la inquietud de vivir acá; aunque había venido de visita antes, en 1994 decidió “venir a probar suerte”.

-¿Y qué pasó?
“Me fue relativamente bien, conseguí trabajo y me fui quedando. Después conocí a mi marido”.

-¿Te fue difícil adaptarte?
“El primer tiempo sí, fueron unos años muy complejos porque había vivido tanto tiempo afuera que soy un poco atípica y también porque este es un país donde las redes son muy importantes; el no haber estudiado en la universidad acá es una desventaja en el mundo laboral, profesional y social; parece que las redes que se hacen en la universidad son muy fuertes y todo el mundo tiende a preguntar hola, eres de la Católica o de la Chile.
“Es una desventaja en términos de inserción, te demoras mucho más en hacerlo laboralmente porque la gente no te conoce, nadie sabe si te iba bien o mal en la escuela, no tienes profesores que te puedan recomendar. Creo que ahora con el tiempo, eso ha pasado, pero sigo siendo un poco como extraterrestre (se ríe)”.

-¿Hoy te sientes ambientada? Volviste de 27 años con otro mundo en la cabeza.
“Sí, me siento ambientada, me siento en casa. Ahora Chile es una sociedad mucho más cosmopolita, hay muchos chilenos que han vivido en otras partes y eso te genera una dinámica distinta. Pero también me siento en casa porque mi marido es de acá, mis raíces ya están aquí; eso no significa que tenga muchos contactos y quizás tengo formas de ser distintas, pero no siento que se note en el cotidiano demasiado. A veces la gente me encuentra un poco gringa”.

Quizás lo anterior explique porque sus trabajos han estado vinculados a organismos extranjeros. Si bien hace clases de ciencia política en la Universidad Diego Portales y tiene un programa de radio en la Universidad de Chile, fue directora del programa de gobernabilidad en Flacso-Chile, antes de asumir en el mismo cargo en el PNUD. “Obviamente hablo inglés bastante mejor que el promedio y eso se ha vuelto un plus que ayuda y haber vivido en otros países también te sirve para tener una mirada más de conjunto”.

Ya casada y con un hijo (hoy tiene 6 años), partió a hacer un doctorado en ciencias políticas en la Universidad de Wisconsin. Estando allá nació su hija, ahora de 4.

-¿Casarte en Chile ayudó a retenerte?
“Sí, creo que eso fue clave, si no me hubiera casado en ese momento, quizás hubiera partido. Y si no hubiese tenido hijos también; mientras hacía el doctorado muchas veces me preguntaban si no me quería quedar a trabajar en EE.UU., pero la verdad es que mi experiencia de vivir deambulando me hacía querer que mis hijos estuvieran en el lugar donde estaban sus primos, sus abuelos, que tuvieran una vida de barrio y llevarlos de vacaciones al mismo lugar todos los años. Estoy contenta de haberlo asumido así”.

Como toda madre en etapa de crianza, sus tiempos ajenos al trabajo están destinados a sus hijos. Hace el esfuerzo de irlos a buscar al colegio y el jardín y cuando no puede recurre a su marido o su madre. “Mi hijo me reclama”, dice.

De gimnasia, nada, aunque reconoce que lleva como un mes pensando en comprarse una máquina de ejercicios para la casa. Pero, sus cercanos la boicotean diciéndole que no la va a usar.

-¿Tienes alguna incógnita sobre qué habría sido de tu vida si te hubieses quedado fuera?
“Siempre pensé que me iba a dedicar al mundo académico y si me hubiese quedado afuera tengo súper claro cómo sería mi vida; lo más probable es que sería profesora en alguna universidad en EE.UU. y Canadá. Hay veces que siento... pucha, podría estar haciendo estas cosas, pero en términos profesionales tengo asumido estar acá.
“Estoy contenta con poder aportar en algo, estar en EE.UU. me tendría alejada de esa opción. No tengo ninguna espina por estar en Chile”.

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