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Penas, miedos y autonomía

26 de Octubre de 2007 | 15:18 |
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Entrar en el terreno personal es algo que definitivamente le incomoda. De hecho no suelta ni a cañones la edad y sólo se ríe.

Hoy se la puede encontrar en la división de estudios de la Dirección del Trabajo, lugar al que llegó en enero de 2003. “Me tienen ahí para que no meta bulla”, dice con una sonrisa.

“Después de las parlamentarias quedé hasta el cogote de deudas, cesante, estuve un año sin encontrar una pega y lo pasé muy mal. Entré a la Cámara de Diputados (en reemplazo del fallecido Manuel Bustos, en 1999) con 3 millones de pesos en mi cuenta de ahorro, que estaba juntando para comprarme una casa, y salí con 14 millones en deuda tras la campaña”, cuenta.

-¿En qué has estado?
“Bueno, en mi trabajo, aprendiendo porque tengo capacidad; analizar documentos técnicamente o sociológicamente me ha significado aprender una brutalidad. En eso estoy y pensando cómo ordenar mi vida”.

-¿Cómo viviste el proceso de desvincularte de la política contingente tras la derrota?
“Es que nunca me desvinculé de la política misma porque seguí en ella en el Consejo Nacional del partido. La gente –con todas las críticas que me hacen como que soy una piedra en el zapato de la Soledad en vez de apoyo- me reconoce que soy consecuente, que tengo una línea de trabajo y siempre obtengo las primeras mayorías”.

-¿Y del Congreso? ¿Fue duro?
“Es que el Congreso fue una cosa que yo gocé poco porque llegué reemplazando a Manuel; no fue una cosa voluntaria y era recordarme todos los días su imagen. Tengo la impresión de que no viví el duelo de Manuel, de repente tengo la idea de que me va a llamar o que está lejos y eso porque… ocupé su mismo asiento, su oficina.
“Además, no tenía la preparación para vivir la cosa interna del Congreso que es muy rígida y muy flexible a la vez, o sea, puedes hacer de todo o no hacer nada y no te pasa nada. Cuando me di cuenta que podía ocupar la estructura, la asesoría, lo aproveché a concho. Eso sí fue el descueve”.

Cuando recuerda sus pocos años en la Cámara, María Rozas, no puede dejar de poner el acento en el ambiente de confraternidad que se da en ella, donde parlamentarios de distintos partidos y pensamientos pueden conversar y sacar adelante proyectos de ley valiosos. “Había tipos que yo tenía en la línea de derechistas, casi odiosos, y de verdad creo que me gané el respeto de todos y ellos, el respeto y el cariño mío. Fueron muy cálidos, me trataron muy bien”.

-¿Fue duro perder la elección el 2001?
“Sí (lo dice con tono seco). Y fue duro por perderlo frente a Longueira, porque él no tenía ninguna raíz en la zona y claramente, más allá de las capacidades de Longueira, me ganó por plata y por mucha; eso me dolió. Él como persona se portó conmigo un siete.
“Esto duele porque siento que no concluí la tarea de Manuel. Él, el ’99, se estaba preparando para la reelección y no quería ser segundo, ésa era su meta. Entonces me quedé con la sensación de haber dejado su tarea inconclusa desde el punto de vista formal, porque informal no he dejado nunca la zona… hasta el día de hoy me siguen preguntando si voy a ser candidata”.

-¿Y vas a ser candidata?
“No se me pasa por la cabeza. Espero que no y por una razón muy simple, económicas. No estoy en capacidad de volverme a meter en un lío como ese. Si hubieran los recursos, los medios, me encantaría porque a mí la política, en serio, me gusta. Creo en la política de verdad”.

-¿En qué te apoyaste para recuperarte de un golpe tan fuerte?
“La familia, mis padres, mis hermanos y mis amigos. Todo bien, porque ellos lo pasaron mal, sufrían pensando en lo que yo supuestamente sufría. Me apoyaron económicamente aunque mi familia es trabajadora; mi padre está jubilado y mi madre, si Dios quiere, jubila este año de prisiones (Gendarmería), entonces no es gente que le sobre la plata… les compliqué la vida y se las sigo complicando porque, aunque soy la mayor, soy como la menor y –entre comillas- soy la que hay que proteger más”.

-¿Sigues soltera?
“Sí y sin complejos. Lo asumí como parte… (no termina la frase) No es algo de dolor ni de peso; es tan difícil hacer pareja permanente a esta edad porque uno se acostumbra a la autonomía, a la independencia. A mí me formaron con que hay que ceder, compartir mucho y yo digo ¿por qué tengo que ceder lo que tengo, mi independencia, mis rabietas?. Si, gracias a Dios, tengo un domingo libre no me levanto, no cocino o lo hago a las 8 de la noche cuando me dé hambre; con una pareja tienes que hacer cosas”.

-¿La maternidad no fue tema?
“Sí, con conflicto. Nunca he podido asumir el tema de la maternidad de manera normal. Cuando estaba en 4to. básico nos llevaron a ver un video sobre el parto de una guagua y cuando éste se produjo, me desmayé. Estaba en el Liceo 2 de Niñas, que era fantástico; después de eso me llevaron al psicólogo quien dijo que lo que me había pasado era normal, que era natural que una niña reaccionara así a algo tan violento, que cuando tuviera un hijo se me iba a pasar el miedo, pero nunca he perdido el miedo”.

Pese a lo anterior, María dice tener una relación muy especial con los niños, que con ellos se produce una sintonía única. “Soy muy profe, malcriadora terrible. Si hubiese tenido situación económica me hubiese llevado 3 o 4 cabros chicos pa’ la casa”.

-¿Adoptarías?
“Sí, veo el programa World Vision y hay un cabro que me fascina que se llama Jonattan”.

Sus actividades partidarias y gremiales ocupan gran parte del tiempo libre de María Rozas, por eso, confiesa que cuando se puede quedar en casa se dedica a ver televisión. “Grabo las telenovelas, ¡eso siempre! para verlas más tarde. Es lo light de mi vida y lo compenso con libros densos… eso provoca el equilibrio”, dice entre risas.

-¿Echas de menos el Congreso?
“Sí, aunque hay algunos que con sus shows y la farándula lo han desprestigiado”.

-Entonces necesitas un mecenas.
“Sí, pero los mecenas no existen si no das algo a cambio y yo tengo un precio muy alto por mi libertad y autonomía. Además, pienso que con tanta plata que se mete, más allá de lo que dice la ley, se podrían hacer cosas maravillosas”.




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