Desde pequeño le dicen “Coco”, derivado de “Coquín”, el hijo menor de la añeja familia televisiva “Los telerines”. Eso, porque él también es el conchito del clan, compuesto por cinco hermanos. “Me encantan las familias grandes, me siento arropadito. No concebiría mi vida de otra forma”, explica entre risas.
Tanto le gustan los choclones que dice que podría tener ocho o diez hijos, pero que se “conformaría” con unos seis. Y ya va en el cuarto. “Mi mujer también es de familia grande y no hemos tenido más por las condiciones, porque ahora están muy demandantes. Imagínate, el mayor (9) me pide siempre que le baje música para su ipod, el segundo (7) está en la onda del deporte extremo, la que viene hay que llevarla al jardín y anda con papitis y a la guagua después del programa “Ultima…” tengo que llegar a darle la papa”.
-¡Un papá todo terreno!
“¡Sí, me encanta! Es que sino para qué tener hijos, es como comprarse una casa en la playa y no usarla, sería tonto”.
Si bien salió del colegio Manquehue, sus dos hijos mayores están en el San Ignacio porque “me gustan los jesuitas, su mirada. Yo soy católico dominical, no de los conservadores pero igual es válido. La misa me da tranquilidad, paz, es familiar, cosas que hoy están tan en desuso”, explica.
Fue precisamente en su época escolar que descubrió todas sus “fallas”. “Era pésimo alumno, desordenado, tenía que tomar Ritalin, además era disléxico, disgráfico y zurdo, todo lo que no se podía ser. Aún no me he normalizado, sigo igual de disperso entonces me cuesta el doble trabajar que los demás. Me cuesta el doble pero me gusta el doble también, por eso me están saliendo canas, pero no quiero descansar”.
Busquilla, no para. Desde que egresó de periodismo en la Universidad Finis Terrae no ha dejado de trabajar en medios escritos, radio y ahora TV y entremedio se fue a Madrid por un Master en la Universidad Complutense, apenas se casó. “Lo pasamos increíble, los dos estudiábamos y viajamos mucho, era como vivir en un mundo de bilz y pap”.
Su señora es agrónoma y sólo tiene flores para ella. “Es muy seca, matea, ordenada, todo lo contrario a mí, nos complementamos muy bien. Ahora está haciendo un postgrado en paisajismo en la Católica y está súper metida, así que me toca harto turno con los niños”.
Y más aún, decidió “regalarle” un año sabático a su mujer cuando nació Elena, la cuarta. “Tomé el ejemplo de un muy buen amigo, me quedó dando vueltas la idea y como ella se veía tan cansada y desmotivada que con mis niños se lo regalamos. Le hicimos una carta como de empresa y todos firmamos”.
-Entonces, menos tiempo libre te queda.
“Sí, pero aprovecho de estar con los niños, en Internet, o trato de ir a charlas en colegios y Ues. El acercamiento con los jóvenes es súper útil para mi pega y me encanta la educación”.
-¿De ahí que seas miembro de la fundación educacional “Astoreca”?
“Sí, con 10 amigos estamos a la patada y el combo, buscamos educación de excelencia y gratuita en lugares de pobreza, hay que conseguir plata y es apasionante. La educación me fascina tanto como el periodismo. Cuando hacía clases en la U le ponía mucho corazón y me evaluaron bien los alumnos. Pero yo soy pura guata y para nada planificado. No uso nada de teoría por la vida”.
-¿Tiene que ver con que te sientas sobrevalorado?
“Sí, creo que aún no han descubierto al verdadero Matías del Río. Tengo sustento intelectual y bagaje académico. Siempre me siento al límite, en la cresta de la ola y en cualquier momento puedo caer. No me da el ancho para los programas, me da pudor. Hay gente mucho más capa, pero ellos son los responsables de tenerme a ahí. Por eso pensé en tomarme un año sabático para leer y aprender más cosas, tapar algunos baches. Pero no lo haré por ahora”.
-Estás en alza, no sería un buen momento para tomarte un año sabático.
“Claro, pero tampoco sería para descansar, me carga. Quiero leerme la historia de Chile y universal al revés y al derecho, a todos los pensadores, los clásicos, quiero tomar un curso de matemáticas ahora y otro de inglés, porque como era disléxico no estaba en ese curso. La primera vez que hablé inglés fue porque mi papá, cuando cumplí 18, me subió a un avión y me mandó a Inglaterra. No me quiero morir sin entender más cosas del mundo que me rodea y me precedió”.
-¿Nunca te cansas? (Se acuesta pasado la 1 am y se levanta a las 5 de la madrugada)
“Anoche dormí cuatro horas y me encanta porque siento que gano tiempo. Cuando jubile, descansaré con un chal. Igual ando con sueño y mi mujer se preocupa por eso, me compró vitaminas y me anda cuidando el sueño, me obliga a dormir”.
-¿Tienes algún vicio privado?
“No respondo preguntas de intimidad. Así que creo que podría ser el ocio, no tengo más vicios, soy un latoso. Sería más interesante si tuviera una doble vida o me encontraran en un bar en la noche, pero jamás me verán en esa. Es que me pasan cosas que a nadie, como que yo no dejé el cigarro sino que el cigarro me dejó a mí (risas). Me encantaría fumar, con el gesto galán ese (y lo imita), pero ahora me produce rechazo al tratar”.
- ¡Nunca había escuchado eso! Pero, algo más tendrás que tener…
“No sé, por ejemplo, está tan malo el fútbol que ya casi ni voy al estadio. Ah, eso sí, soy absolutamente tecnotonto, no puedo estar desconectado. Tengo criadero de árboles en un campo en San Felipe, me gusta eso de la tierra pero siempre con el iphone en el bolsillo, es medio esquizofrénico. Puede que me falte vida interior, tengo una tarea pendiente con la soledad.
“Algo que nadie me cree, ni mi señora, que es la que más me conoce, es que me encanta mi casa, jamás me verás en fotos de vida social. Prefiero estar en cama a las 9 con mis niños, ojalá no me invitaran más a ni un cumple ni evento”.