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La generación odisea, jóvenes que no quieren convertirse en adultos

Entre sus planes futuros no está el criar hijos ni contraer matrimonio. Las prioridades son el éxito profesional y conocerse a sí mismos.

04 de Diciembre de 2007 | 10:33 |
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"Tienen entre 25 y 35 años, ganan su propia plata, pero no piensan tener hijos ni formar una familia. Además, cambian de trabajo o siguen estudiando". Bastó que Paula Araya, arquitecta de 27 años, escuchara esta descripción sobre los jóvenes que los expertos norteamericanos han bautizado como "generación odisea" -por estar en una etapa de búsqueda y exploración permanente-, para que exclamara: "¡Ésa soy yo!".

Según el doctor William Galston, investigador de The Brooking Institution en Washington y quien acuñó el término, la "odisea" es una nueva fase entre la adolescencia y la adultez, que tiene como características la postergación de objetivos que años atrás se veían como fundamentales a esa edad.

Sin compromisos

Paula, quien renunció hace dos semanas a su primer trabajo estable por considerar que no la llenaba, coincide con la teoría de Galston: "Me parece anecdótico que las personas por teléfono me digan señora, porque yo no soy señora. Me siento evidentemente más madura que en mi tiempo de universitaria, más responsable, con más preguntas a cuestas, menos intolerante y más segura de mí misma, pero con todo un mundo hacia delante. Creo que estoy en un punto intermedio".

Y agrega: "Salí de la U recién hace dos años y medio, soy un mechón adulto. Siento que necesito tener más rollos resueltos antes de tener hijos; crecer en mis vínculos familiares, conocer a los míos, a mis amigos, a mí misma, saber lo que en verdad necesito".
Voz propia
PAULA ARAYA
27 años
"Para mí, tener una vida independiente antes de tener una pareja más seria es fundamental".

EDUARDO VARGAS
30 años
"Hay sacrificios que no quiero asumir. Me considero joven todavía. Adulto es el que tiene arriba de 40".font>

Ramiro G. (29) lleva, sumando rupturas y reconciliaciones, seis años pololeando, pero asegura que a pesar de lo que podría pensarse, no tiene planes de matrimonio. "Hay cosas más importantes todavía, como viajar, salir en las noches. Además, no es la idea de ninguno de los dos. Tampoco me veo como papá antes de cinco años más", reconoce.

Ante la pregunta de si se siente adulto, la respuesta es clara: "¡Para nada!". ¿Las diferencias entre un adulto y él? "Me imagino que el joven adulto quiere casarse y tener guaguas, y necesita un auto grande para transportar a sus hijos, y usa siempre zapatos, nunca zapatillas, y quiere acostarse temprano para pasear con la familia al otro día. Puras latas".

El mayor cambio en su evolución, dice Ramiro, está marcado por su poder adquisitivo. "Me siento muy parecido a cuando era más chico, sólo que con un salario para hacer las cosas que me gustan".

Según la psicóloga y docente de la UDP Ximena Santa Cruz, la decisión de Ramiro no tiene nada de raro entre los jóvenes chilenos actuales.

"Hoy muchos piensan 'Tengo que hacer cosas que después no podré hacer cuando esté emparejado'. Las prioridades están en los logros profesionales y el dinero, antes que en generar una dinámica de familia acabada. Hay mucho exitismo".

Con ella coincide la psicóloga Viviana Sosman. Según explica, entre los 27 y los 35 años los jóvenes se sienten muchas veces asustados respecto de las responsabilidades propias de la adultez. "Tienen miedo a comprometerse ya sea con la pareja o el trabajo. Temen tomar una opción que implique renuncias".

La generación odisea, explican los expertos, también estaría marcada por no querer repetir las historias de los padres. Paula lo ejemplifica bien: "Cuando vienes de núcleos desmembrados, te preguntas dos veces antes de tomar decisiones que no sólo te atañen a ti. En las generaciones que nos preceden, todos se casaron, tuvieron a los cabros chicos, la casa, todo corriendo. Y de pronto llegan a los 50 y no tienen claro si les gusta a lo que se dedicaron, se dan cuenta de que acumularon un estilo de vida que no saben si era el que querían. Yo no quiero despertar a los 50 y pensar '¿qué hice con mi vida?'".

Eduardo Vargas tiene 30 años, es abogado y sueña con seguir perfeccionándose. Por ahora, confiesa, armar una familia tampoco está entre sus planes: "Mis amigos casados me dicen que no sé para dónde va la micro, que soy inmaduro, pero yo tampoco envidio sus vidas. De hecho, siento que estoy mejor que ellos".





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