Hay niños y niñas a los que les toca ser ricos, bonitos o extraordinariamente brillantes. Su adaptación social al ambiente escolar dependerá mucho de cómo logren interactuar con los otros. La relación con la belleza, la riqueza y la inteligencia -es decir, con las ventajas- no es fácil ni para los que la poseen ni para los que interactúan con ellos.
Los primeros pueden convertirse en arrogantes, egoístas, soberbios, maltratadores o egocéntricos solitarios. Los que están a su alrededor pueden llegar a transformarse en unos amargados, envidiosos, sumisos o agresivos.
Lograr una relación natural, transparente y solidaria es vital. Lo que se observa en la vida social escolar es que cuando un niño "con ventajas" es generoso, buen compañero y que no oculta sus ventajas, sino las comparte, será una persona querida, que recibirá cuidado y apoyo. Por el contrario, un(a) aventajado(a) que, creyendo que sus bienes son gracia propia, se enfoca en lograr todavía más ventajas de ello está perdido.
Los padres pueden hacer mucho. Educar para compartir significa cultivar una idea comunitaria en vez de individualista. En el paradigma comunitario se entiende que el juego es "ser-con-otros", "co-laborar", compartir y no ganarles a todos. Las ventajas personales en el juego comunitario son "dones" que permiten al grupo ser más y mejor, porque cuentan con un miembro que los posee y los pone a disposición de esa comunidad.
En la vida social, las personas se dividen entre aquellas que ponen y se ponen a disposición y las que tienen placer en quedarse con la pelota... aunque pierdan felicidad.
Enseñar a "ser-con-otros", siendo rico(a), bonito(a) y/o brillante es una tarea de la familia y de la escuela tan relevante para el proyecto de vida de las personas como lograr un buen resultado en la PSU.
Para el país, contar con ciudadanos especialmente dotados que tienen espíritu comunitario constituye un capital que hará la diferencia.