"Me crispa ver a mi hijo flojeando, mirando el techo; perdiendo el tiempo". "En Chile existe tanto flojo que, habiendo tanto por hacer, prefiere leer el diario, ver la TV o dormir". "Me cuesta creer cuando dicen que no han tenido tiempo y están tan estresados..., si yo los veo flojeando todo el día, haciendo como que hacen, perdiendo el tiempo".
Ser flojo es una característica muy desvalorizada; se asocia a la ausencia del valor del trabajo y la creación. Pero conviene saber que la flojera es síntoma y no rasgo; es como la fiebre: nadie dice "que fiebroso es".
Detrás de la flojera siempre se esconde un problema que, si no es biológico, generalmente tiene que ver con no tener un proyecto personal claro o a la falta de expectativas de éxito asociadas a ese plan. Sin un proyecto vital no existe esa energía que nos hace movernos, dejar la cama, el diario, la televisón o el chateo, actividades que nos son útiles para evadir la angustia.
Los contextos muy autoritarios, clasistas y de mala distribución de los recursos, son caldo de cultivo para la flojera de los que sienten que otros deciden, que hay arbitrariedad , que son tratados sin respeto, que solo algunos tienen recursos, que no hay expectativas de éxito personal.
La flojera es síntoma de haber "tirado la esponja" respecto de tener proyectos y esforzarse.
Entonces, cuando vemos mucha flojera conviene preguntarnos por lo que está provocando la desesperanza y desvalorización del trabajo. ¿Falta otorgar autonomía, dar responsabilidades entretenidas y desafiantes, entregar recursos o repartir mejor la torta?
"Dejé de ser flojo el día en que en la pega me encargaron de algo relevante". "Yo me apliqué cuando me convencí de que no estaba trabajando sólo para el bienestar de otros".
Respecto de la flojera, podemos hacer cosas más útiles que criticarla.