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La generación de la intolerancia a la frustración

Los niños de hoy no están acostumbrados a recibir un NO por respuesta. Saben que tienen todo a un click o a un ring.Más allá de una pataleta infantil, el problema es que en la adolescencia no son capaces de enfrentar ni el más mínimo fracaso.¿Cómo terminar con este fenómeno?

09 de Enero de 2008 | 12:08 |
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Por Que los niños de antes no son como los de ahora... de eso no cabe duda.

Antes, por ejemplo, recolectar todos los facsímiles para completar alguna enciclopedia temática tardaba varias semanas. Y lo mismo sucedía si uno se "enganchaba" con alguna serie semanal de televisión. Todos esperaban pacientemente el día y la hora del nuevo capítulo. Había dedicación y tiempo. Sobre todo tiempo.

Hoy, por el contrario, el desarrollo de las nuevas tecnologías permite que los niños tengan todo al alcance de la mano. De hecho, la palabra "esperar", parece inexistente en su vocabulario.

En la infancia, si algo no llega a tiempo, no funciona o no resulta, aparecen abruptamente la angustia, los llantos, rabietas y pataletas.

Más tarde, si no rinden bien en el colegio, tienen decepciones amorosas o no logran entrar a la carrera que querían, pueden terminar con estrés, depresión y hasta en suicidio.

Se trata, en definitiva, de la intolerancia a la frustración: fenómeno que se ha convertido en el nuevo "mal" de esta generación que quiere todo al instante.

Tiempo versus culpabilidad

La terapeuta ocupacional y floral, María Ester Céspedes, reconoce que efectivamente esa es la percepción que día a día le transmiten los niños y adolescentes que van a su consulta.

De hecho, siente que la mayoría de sus anhelos apuntan a no "tener que 'deber' hacer las cosas", que están agobiados de tantas demandas y exigencias. O sea, la vida para ellos se está poniendo demasiado acelerada y todo se les ha ido adelantando.

Y Camila Contreras (35), psicóloga, madre de dos hijos, Andrés y Pablo, bien lo sabe.

Para ella todo iba bien hasta que Pablo cumplió la edad necesaria para entrar al colegio.
Círculo vicioso: niños enrabiados y padres agobiados
Aunque en un principio sólo sean pataletas, rabietas o llantos, la intolerancia a la frustración puede terminar mucho más allá que en una simple depresión.

En términos prácticos y no tan extremos, las personas con incapacidad para tolerar el fracaso no pueden trabajar en equipo, son dominantes a la hora de establecer relaciones de pareja y, generalmente, sienten que cualquier situación los sobrepasa.

Sin embargo, esta es una situación que no sólo afecta al niño, sino también a sus padres. "El menor que no tolera las frustraciones relacionadas con la insatisfacción vital, genera que los padres caigan en una paulatina frustración también, porque no lo ven nunca contento. Sienten que le dan y le dan y el niño parece no darse cuenta. Lo que desencadena un círculo vicioso", señala Céspedes.

Para romper con esto, Paula Salamanca propone comenzar por decir "no". Poner límites es lo fundamental. "Para algunos papás es mucho más fácil entregar todo altiro, antes que soportar una pataleta, pero eso termina perjudicando al niño", señala.

"Tú no te imaginas la cantidad de exámenes a los que deben someterse los niños. Es un estrés tremendo. Desde hace aproximadamente un mes he peregrinado por varios colegios, pero no he conseguido nada. Mis hijos estaban felices en la casa, lo pasaban bien, podían hacer lo que querían. Pero ahora cuando dejo a Pablo en algún colegio para que rinda algún examen o lo entrevisten, me llaman a la media hora para que lo vaya a buscar, porque no se comporta como debiera ser. Eso lo pone nervioso a él y me tiene muy complicada", relata.

Según los especialistas, no son sólo las nuevas tecnologías o la inmediatez del momento las responsables de la incapacidad de los adolescentes para soportar sus frustraciones o fracasos.

También juega un papel la culpabilidad que sienten los papás por no dedicarles el tiempo suficiente ya sea por el exceso de trabajo o por estar separados.

Antes las mamás tenían todo el tiempo para estar con los niños y, como las familias eran extendidas, si ella no estaba, siempre había algún adulto significativo cerca del niño para llevarlo a la plaza o a jugar. Pero el tiempo actual es aceleradísimo y el costo de la vida mayor. Por lo tanto, ambos padres deben trabajar. De ahí que nazca en ellos cierto sentimiento de culpabilidad. Eso los lleva a complacer, sin medida, los deseos de sus hijos. Y ese "sin medida" tiene como consecuencia una obsesión permanente en el niño por tener más y de manera instantánea".

"Ahora ellos nos esclavizan"

Verónica Lillo, académica de la Facultad de Educación de la Universidad Católica, revela otra arista. Según ella, este fenómeno pasa por el estilo diferente que tienen los jóvenes de relacionarse con los sistemas informativos y de poder. Explica que los padres de estos niños se relacionaron con sistemas más autoritarios. Ahora, en cambio, ellos saben perfectamente cuáles son sus derechos y cómo exigirlos. Y, al tratar de hacer el tema más democrático, los padres han perdido su poder frente a ellos. "Ahora ellos nos 'esclavizan'", señala.

El celular, por ejemplo, se está convirtiendo en un "arma mortal". Los padres están a un ring para resolverles las necesidades más mínimas e inmediatas. Ante cualquier eventualidad, ellos están ahí para entregar la solución.

Bajo este tratamiento de sobreprotección, muchos jóvenes no soportan el estrés que genera cualquier dificultad, por menor que sea. Simplemente porque no están preparados para eso.

"Hoy los adolescentes se enfrentan a un grave problema: no poseen una gran tolerancia a la frustración, lo cual afecta su manera de enfrentar la realidad y su vida. Pareciera que antiguas generaciones toleraban mejor el fracaso. De cualquier manera, éste es un problema que la sociedad debería detenerse a pensar, ya que no tiene una solución técnica aparente, sino que más bien va a necesitar un cambio de hábitos, valores y paradigmas", alerta Diego Araos junto a un grupo de compañeros de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Ellos, impactados por la muerte de una joven viñamarina por anorexia y los suicidios de dos niñas en Iquique y Talca en las últimas semanas, exigen que la sociedad se detenga a pensar en un problema "que no tiene una solución técnica aparente, sino que más bien va a necesitar un cambio de hábitos, valores y paradigmas".
Receta
"Una forma de demostrar cariño a los hijos consiste en ponerles límites", aseguran los expertos.

Según Vania Martínez, psiquiatra infantil de Psicomédica, la solución pasa por "poner oído" a las necesidades de cada uno de los hijos. "Las necesidades deben ser satisfechas de manera que la frustración sea moderada", señala.
Y aunque parezca precoz, ese aprendizaje comienza al momento de amamantar.

También, explica, hay que diferenciar los tipos de "pataletas": "Como hay padres que no soportan que sus hijos lloren un poco, se pasan al otro extremo. Cuando los niños hacen peticiones, una forma de demostrarles cariño consiste en ponerles límites. Hay que enseñarles a postergar las necesidades. Así se ayudará a los niños a autorregularse".

Para Paula Salamanca, psicóloga infantil del Instituto Neuropsiquiátrico, la única forma de que los adolescentes y niños aprendan a ser tolerantes a la frustración es... justamente bancándose algunos fracasos.





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