El sedentarismo y la sobrealimentación del hombre postmoderno son los fundamentos de la epidemia de obesidad que se cierne en las sociedades más industrializadas, con efectos colaterales en la calidad y la cantidad de vida.
Así, el exceso de peso respecto de la norma se está convirtiendo en una regla entre los humanos, con hábitos de vida que propenden al sedentarismo y al consumo de insanas dietas hipercalóricas.
En 1991, un estudio demostró obesidad en un 33 por ciento de los adultos estadounidenses, entendiendo ese estado como un exceso de más del veinte por ciento del peso corporal. Con esto, la enfermedad aumentaba velozmente su incidencia desde 1976, cuando comprometía a poco más de un cuarto de esa población. Y ese es muchas veces el ideal de vida que encasillamos bajo el críptico término "progreso"...
La obesidad es un problema que se cierne con mayor incidencia en países de alto ingreso per cápita, y va de la mano con el aumento de la ingesta de caloría de los alimentos -que se almacenan como grasa-, coludida con una muy baja actividad física. En el exceso de calorías tragadas, pesan la cantidad y la calidad de los alimentos, facilitado por la presentación altamente procesada de éstos, y un exceso de apetito -bulimia-, que generalmente traduce una forma de entretenerse, de pasar el tiempo o de aplacar la ansiedad comiendo.
Cuidado |
Antes de aventurarse en la práctica sistemática de ejercicios, es recomendable someterse a un control médico y asesorarse por otros especialistas. |
Quizás usted está con unos kilos de más, y con la consiguiente amenaza de una mala calidad de vida en los años maduros. Quizás ha intentado más de una "dieta". Sin embargo, hay que añadir a su tiempo una disciplina de ejercicios.
Por supuesto que los beneficios del ejercicio van más allá del control del peso y del mejoramiento del estado físico. La actividad física baja el riesgo de diabetes o de enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión o el infarto del miocardio.
Además de "quemar" azúcares y grasas, de consumir calorías -que no son muchas si se las compara con el déficit que se concreta comiendo menos en una dieta-, el ejercicio modera el ánimo, y por ende los síntomas de ansiedad o de depresión. Además, la gente obesa puede mejorar su autocontrol, la confianza en sí misma y su bienestar, regulando de paso su apetito.
Actuando en sinergismo, dieta y ejercicios, coludidos como parte de una disciplina, pueden moldear cualquier cuerpo. Si usted caminase quince minutos más al día, y no ingiriese más alimento traducido en calorías, por ejemplo, podría perder unos cuatro kilos de sobrepeso al año.
Si podemos caminar ese pequeño lapso o trotar a un ritmo aunque sea muy lento, nos beneficiaremos. El énfasis está en la perseverancia, la baja intensidad, y la motivación de sentirnos arquitectos de nosotros mismos.
Sin embargo, antes de iniciar cualquier programa de dieta y ejercicios, es conveniente consultar a un médico de confianza.
Falta de tiempo y falta de acceso a lugares de práctica, se yerguen como las barreras típicas para comenzar un plan de ejercicios. Pero sobretodo, lo que falta es control sobre uno mismo, lo que llaman fuerza de voluntad. La única herramienta para cambiar su realidad.