Un recién nacido con un tenue color amarillo en su piel suele ser común. No obstante, el fenómeno debe ser observado con cuidado por los padres, pues el 10% de los niños con ictericia desarrolla un tipo más grave que se vuelve enfermedad.
La ictericia es la acumulación de la bilirrubina (pigmento que contiene la hemoglobina) que se manifiesta a través del color amarillo que tiñe piel y mucosas. La más conocida, explica José Luis Martínez, pediatra neonatólogo y jefe de Neonatología de la Clínica Las Condes, es la ictericia neonatal, que afecta en algún grado al 90% de los recién nacidos.
Esto se produce porque las guaguas presentan inmadurez en el sistema que metaboliza la bilirrubina. Para ello necesitan que su hígado alcance la madurez, lo que ocurre a la semana del nacimiento.
Habitualmente, la ictericia neonatal aparece a las 48 horas de nacido el niño y dura hasta la primera semana de vida.
Sin embargo, el 10% de los que registran algún grado de ictericia pueden desarrollar hiperbilirrubinemia o ictericia patológica, que se detecta con un examen de sangre. Ocurre cuando la bilirrubina se presenta en altas concentraciones y los niños se vuelven intensamente amarillos. Es una enfermedad con muy buen pronóstico y sin secuelas si se diagnostica a tiempo.
Ya que la bilirrubina es una sustancia fotosensible, el tratamiento es la fototerapia, donde se somete al niño a sesiones de luz artificial habitualmente durante 48 horas.
Mientras más prematuro es un niño, más probabilidades tiene de desarrollar ictericia. Además, la incompatibilidad de grupos sanguíneos entre madre e hijo pueden inducir el cuadro.
Por eso, si el niño tiene la cara y el pecho intensamente amarillo, y especialmente manos y pies, es mejor llamar al pediatra de inmediato.