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“No me considero buen actor pero trabajo harto, ése es mi mayor mérito”

06 de Marzo de 2008 | 14:45 |
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Que Juan Pablo Ogalde se haya convertido en actor fue casi fortuito. Como si el éxito lo hubiera buscado a él y no al revés.

Primero estudió ingeniería mecánica, pero duró apenas dos meses en la carrera. “No sirvo para las matemáticas. Creí que por ahí podía hacer algo y finalmente di bote”.

Luego estudió pintura. Tenía talento, que heredó de su mamá, pero tampoco lo llenaba. Hasta que el teatro se cruzó por su vida. Fue cosa del destino. “En ese minuto no sabía lo que quería pero sentía que necesitaba trasmitir muchas cosas y al ver una obra me di cuenta que por ahí podía canalizar ese rollo”.

-¿Actuar como terapia?
“Hay quienes dicen que no sirve como terapia pero en cierta forma sí y lo fue para mí en ese momento. Me sentí mejor, más tranquilo, comencé a disfrutarlo y me dejé llevar. Ahora es mi pega y no te miento en que hay veces que digo ¡hasta acá no más llego!, pero son altos y bajos y todavía siento que me queda mucho”.

-¿Qué dijeron en tu casa cuando te decidiste a estudiar teatro?
“Nada, porque la decisión la tomaba yo. En mi familia cada uno se hace responsable de su futuro. Además, primero empecé con los talleres y me dijeron que postulara a los cursos profesionales entonces me empezó a ir bien. Aunque no sé si tan bien, tampoco era tan bueno en la escuela y ahora tampoco lo creo”.

-¡Qué modesto!
“No es que me considere bueno pero creo que trabajo harto, eso sí, ése es mi mayor mérito. Nunca fui de los más destacados; era normal. Todo se fue dando, a medida que iba pasando los ramos. Pero es difícil, nunca terminas de aprender y a veces me veo en pantalla y digo pero cómo puedo ser tan malo, es una autocrítica bastante fuerte, pero no puedo pensar que no hay nada más que aprender siempre hay algo y en ese sentido hay que ser bastante humilde y trabajar y seguir trabajando, observar y saber escuchar”.

Su debut fue en grande. Cuando tenía 24 años y aún estudiaba teatro en la escuela de Fernando González, Alfredo Castro, su profesor, lo fichó para la obra “Patas de perro”. El montaje fue todo un éxito y pronto se empezó a hablar sobre este estudiante desconocido que tan bien había logrado el personaje.

“Era bonita esa obra. La historia se prestaba para que yo entrara de esa manera. Tiene que ver con lo que yo proyectaba en ese momento, la energía, que era lo que necesitaba la obra y Alfredo tuvo el ojo para elegirme y lo hice lo mejor posible”, dice.

-O sea, debutar con Alfredo Castro como mentor...
“Sí, tuve la suerte de que se fijara en mí pero también la fortuna de haber aprovechado esa oportunidad. Creo que todo el mundo tiene una oportunidad en la vida pero hay que trabajar y estar bien enfocado y tuve, siendo que era chico, la madurez para basarme 100% en ese trabajo y darme cuenta que después cosecharía frutos”.

Y cómo cosechó. Desde entonces, ofertas no han parado de lloverle. Primero protagonizó, junto a Leonor Varela, la película “Paraíso B”. Luego vinieron papeles en la TV como en “Buen partido”, de Canal 13. Luego, la grúa de TVN se lo llevó para teleseries como “Los Capo”, “Los Pincheira” y la nocturna “Disparejas”, hasta su aterrizaje en CHV con “Vivir con 10”.

Otro de sus acierto teatrales fue en la obra “Tus deseos en fragmentos” del reconocido director Ramón Griffero. Diversos personajes, aunque todos con el mismo denominador común: la intensidad. Se ha convertido desde en Neruda para una miniserie, hasta en vampiro para la cinta “Sangre eterna”, que le valió el premio al Mejor Actor en el Festival de Cine de Horror de Los Ángeles”. También en chico reality en “El nominado” y en marginal en “Mala leche”, ganándose un Apes como Mejor Actor de Cine en 2002. Además de ser elegido como uno de los jóvenes líderes de la revista El Sábado en 2004.

-¿Cambia la vida?
“Sí, jamás me imaginé… Fue entretenido empezar así y me salió mucho trabajo, se abrieron puertas y desde temprano aprendí muchos lenguajes. No sé si me hice tan conocido pero me sirvió para madurar, tener herramientas para poder trabajar después en otros proyectos”.

-Has hecho bastante de todo, ¿prefieres el cine, la TV o el teatro?
“El cine, lo paso mejor, sin menospreciar al resto, son lenguajes diferentes, pero por el rollo detrás de las cámaras y porque crea un imaginario bastante interesante que se puede modificar de distintas formas; se puede trabajar en el guión, los procesos, es entretenido. El teatro es lindo, mágico, instantáneo y es otra manera de sentir ese proceso pero es más corto, dura unos meses, en cambio la película puedes verla y verla y repasar ese imaginario. Y la TV también es entretenida, pero no veo nunca”.

-¿No te ves en la tele?
“No, trato de no verme mucho, ¡me carga!”

-¿Cómo tanto?
“¡Porque uno se encuentra todos los defectos, poh! A lo más me veo en el monitor para tratar de mejorar el trabajo. Y a veces, veo los primeros capítulos de la teleserie para ver cómo va funcionando la historia, el resto del elenco y ya después te agarra la máquina”.

-¿Y en las películas?
“Es lo mismo, las veo una o dos veces, con suerte, y chao. Es que creo que es demasiado egocentrista verse, onda ahí estoy yo, ¡qué lata! Además, las películas ya no se pueden mejorar, entonces para qué”.

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