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“Yo no vengo a competir con ningún hombre”

02 de Abril de 2008 | 16:40 |
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Asistente social y talladora en madera son otros de los oficios de esta as del balón. Por siete años tuvo su tienda en el Pueblito de los Dominicos, para luego dedicarse al desarrollo de la autoestima y capacidades de varias pobladoras que asistieron a la “Casa Sofía”. “Era un lugar hermoso, donde todas las habitaciones tenían nombres de mujeres importantes para el país, como Violeta Parra o Gabriela Mistral” recuerda Isabel.

Pero todas estas actividades no la separaron de su pasión: el fútbol, que desde 1986 dejó de ser una actividad pichanguera, para perfeccionarse en las ligas femeninas de la Universidad de Chile, desde el mediocampo.

“La Maradona chilena”, como se le llamó, se destacó rápido entre las jugadoras, logrando en 1991 hacerse con un puesto dentro de la selección de mujeres. Pero once años después, el 2002, dijo adiós al escenario de césped, para dedicarse a la formación de futuros deportistas.

“Me producía mucha angustia dejar de jugar, pero me retiré. Fue en el Estadio Nacional, en un partido que fue preliminar del Colo Colo y la “U”. Fui capitana, como todos los años, y fue maravilloso porque hice dos goles”.

-¿Por qué lo hiciste?
“Porque se había abierto la posibilidad de estudiar. Antes no lo podían hacer las mujeres, sólo los hombres y yo sufría pensando que no iba a poder seguir vinculada al fútbol. Pero cuando supe que podría hacerlo me aferré con diente y muela y dejé de jugar para dedicarme por completo a eso, porque sabía que era una carrera con una malla curricular súper severa y que le tenía que poner todo el cototo”.

-Cuando llegaste y fuiste la única mujer entre sesenta y tres hombres, ¿cómo te recibieron?
(Suspira) “Recordar ese tiempo es una mezcla de satisfacción y de mucha impotencia, porque un gran grupo se encargó de hacerme la vida un poquito complicada. Pero con el tiempo me di cuenta que el problema era de ellos, porque yo no tenía limitantes. Yo podía correr, hacer la preparación física, los movimientos tácticos y ellos no aceptaban que yo podía hacerlo igual que ellos. Ese es un problema psicológico serio que tiene el hombre en este país, que cree que una mujer, o lo viene ridiculizar o le viene a quitar el puesto, compitiendo con él. Yo no vengo a competir con ningún hombre. Lo hago conmigo misma, para demostrar que ésta es una actividad totalmente viable para la mujer. Nada más”.

-¿Cómo superaste todo y lograste terminar la carrera?
“Yo siempre pensé que no me iba a poder titular. No por falta de conocimientos, pero siempre sentí que el medio no estaba preparado para una mujer y que alguien iba a poner algún problema para que yo no terminara la carrera. Así que el día que me titulé con máxima distinción, y con orgullo lo digo, agarré el título y pegué un grito: ‘¡Bien!’, porque lo había logrado.
“Es que fue súper difícil. De hecho, el primer año quise retirarme. Todo lo sentía muy doloroso… Nuestros alumnos eran los propios compañeros y de ellos, sesenta y tres que no tenían ningún deseo de que yo estuviera ahí, enseñándole una clase. Lo empezaban a hacer mal, no le ponían empeño para que me evaluaran mal. Así que un día dije ‘ya, el que no lo quiera hacer bien, lo saco de mi ejercicio’ y me transformé en un ogro. Terminé sacando a muchos de mi clase y dejé sólo a los que tenían la mejor disposición”.

-¿Tuviste que esforzarte el doble para demostrarles que te la podías?
“De partida, cuando naces, dicen ‘mira, nació una chancleta’. O sea, ya despectivamente, con un vocabulario sexista. Yo, por ejemplo, soy entrenador profesional, no entrenadora. Eso dice mi título y cuando tengo que poner lo que soy, me dicen ‘oye, tú te crees hombre’. Pero una vez leí una frase que decía ‘la mujer tiene que demostrar dos veces una misma cosa, pero por suerte no le es difícil’ y es verdad. Con el tiempo y después de cometer el error de andar justificándolo todo, decidí que debía demostrar las cosas en la cancha y hasta hoy me dedico a dar frutos y menos explicaciones. Eso es lo que trato de traspasar a las niñas que tengo (como alumnas), con la misma pasión y entrega que tengo por esta actividad, para que en el futuro ellas sean capaces de defender su gusto por este deporte”.

-Al final, ¿saliste con amigos del INAF?
“Sí, y son amigos que tengo hasta hoy”.

-¿Te tratan como a una colega?
“Sí. Lo que das recibes… Yo he sido tremendamente respetuosa con mis colegas. Jamás he hecho o dicho algo de lo que tenga que lamentarme. Así que siempre he esperado lo mismo de ellos”.

-¿Cómo fue entonces haber trabajado para Osvaldo Hurtado, el antiguo entrenador de la Sub-20?
“Fue una experiencia mala para mí, porque él no quería un ayudante técnico, así que no me dio funciones en el trabajo. Fui de observante no más. No participé en las decisiones ni aportando con los conocimientos que yo tenía. También fue una mala decisión de mi parte, porque no debí haber aceptado el puesto si no existía la disposición de integrarme a la altura que yo lo merecía”.

-¿Te gustaría entrenar a la selección de la Sub-20?
“No. Todos los entrenadores dicen que les gustaría algún día estar en la selección, y obvio que es una meta importante, pero también lo es poder aportar con un tipo de enseñanza, con una metodología que desarrolle jugadoras y jugadores distintos. Así que mi meta es poder cambiar la mentalidad de los deportistas que pasen por mi mano y eso lo estoy haciendo acá”.
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