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Un goloso fan de sus seis hijos

29 de Abril de 2008 | 09:39 |
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“Me gusta la gente que me estimula a ser cabro chico”, dice Mauricio Purto Arab (judío-árabe) a sus 45 años. Es por eso que la relación con sus seis hijos (con la misma mujer, Taru Hoffman), que van de los tres a los 15, lo llena e inspira. “De todas maneras tengo que ejercer cierta autoridad, no me queda otra, pero trato de ser un papá cercano y cariñoso”, agrega.

Sus viajes no se lo impiden: “Son sólo cuatro al año de tres semanas cada uno, es decir, estoy 3 meses afuera y 9 acá, es una muy buena ecuación. Hay muchos papás ejecutivos que viajan mucho más que yo”.

Aún así optó por llevarse a los mayores en su última travesía. “Ahora que están más grandes puedo hacerlo. Para ellos la experiencia de conocer el mundo es única. Pueden perder tres semanas de colegio pero ganan mucho más”.

-¿Hay algún momento o lugar que recuerdes como especial, dentro de todos tus viajes?
“Sí, la cumbre del Monte Sinaí, en 2006. Cuando llegamos, la Antonia (Zegers), mi compañera, leyó los 10 mandamientos, ahí terminamos de grabar y nuestro viaje por Egipto. Ese último momento siempre es mágico y esperé que todo el equipo empezara a bajar y me quedé solo en la cima. Al ver ese desierto inmenso, pardo, lleno de montañas (cierra los ojos y parece que se trasportara hasta allá) y el cielo azul intenso… estaba arriba de una roca, mirando absorto todo esto cuando sentí la voz de mi hermana Jenny (la segunda de tres y ex miss Chile, quien había fallecido meses antes por una neumonía) que me dijo ‘estás lindo ‘Machicho’’, como me decía cuando chico. Me quedé paralizado, en un silencio infinito y en ese momento supe que a través de mis ojos estaba mirando mi hermana y no yo solamente. Mientras sentía que a través de mis ojos otro ser contemplaba (habla más pausado que nunca), me llené de lágrimas y fue como si me hubiera limpiado por completo. Esa sensación fue increíble y duró varios días, todos estaban felices conmigo. Ése ha sido ÉL momento. Fue una experiencia mística o como se quiera llamar. Pueden decir que estoy loco, que es esquizofrenia y que eso no existe, pero para mí es una realidad absoluta”.

-¿Entonces crees que hay algo más allá?
“No se trata de creer o no creer, se trata de que las cosas te pasan y cuando te pasan no hay nada que explicar. Son experiencias y es como el sabor del azúcar, si no lo pruebas, no puedes saber cómo es. Me pueden decir que es una volada pero eso no le da ni le quita. Es una experiencia, pasó y obviamente está en la dimensión de la mente y del alma o como quieras llamarlo. En lo que creo es que es muy misterioso estar vivo y es mucho más… mágico de lo que uno cree (suspira). Es como lo que dice el Principito: ‘Lo esencial es invisible a los ojos’”.

-¿No se contrapone con tu lado científico?
“No hay ni una contradicción, es como si la psiquiatría se contradijera con la medicina; son experiencia síquicas. De hecho, en el budismo, la psicología es muy potente; qué son los sueños, la premonición, la sugestión, la concentración, todas las cualidades de la mente. No porque no puedas ver una causa y un efecto, que es la ciencia y es respetable y permite construir todo lo que el hombre llama ciencia, no existe, porque también está la ciencia de la mente”.

Y agrega: “Una vez fui a una conferencia del Dalai Lama que se llamaba “Los puntos de encuentro entre la espiritualidad y la ciencia” y fue fantástico. También hay una película que se llama algo así como “Qué mierda sabemos” y ahí entrevistan a premios Nóbel, Lamas y una serie de personajes que hablan sobre esto, como qué es el tiempo, la relatividad, etc. Hay que tratar de entender que hay algo más allá, también”.

Su lado terrenal, en tanto, se materializa en aquellos placeres de la vida como “hacer el amor, algo demasiado natural y comer. “Me encanta la comida árabe y donde voy pruebo de todo, aunque con cuidado, pero soy muy sibarita, bien goloso”.

Dice que lo que más le gusta hacer en su escaso tiempo libre, además de estar con sus hijos y entrenar, es escribir poesías, las que a veces incluye en sus columnas para El Mercurio (es columnista desde hace más de veinte años del suplemento de deportes).

-¿Y algún vicio privado?
“Sí, tocar guitarra. La música es fantástica, qué más efectivo para cambiar tus sentimientos. Me gusta encerrarme a tocar. La soledad es otro de mis vicios, a un escritor debe gustarle. Soy solitario aunque no solo”.
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