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La ruta de los day spa

Elegir un spa donde ir a relajarse o a hacerse un tratamiento de belleza no es fácil. Cada día aparecen más, y todos ofrecen beneficios más o menos similares: "desconexión total, relajo, belleza, equilibrio, purificación, paz y tranquilidad". Pero, ¿será cierto? ¿A cuál ir? ¿Dan resultados? ¿Sirve para algo cuando a los cinco minutos de un masaje de relajación uno tiene que volver a la calle, a la vorágine, a los tacos? Para no recomendar sin saber, fuimos a probar distintos tratamientos en algunos de los mejores spa de Santiago.

30 de Mayo de 2008 | 10:07 |
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Cuando pienso en los spa me los imagino en lugares apartados, tranquilos, alejados de la vorágine, en las montañas, al lado del mar. Pero aquí en Santiago la realidad es otra. Hace un par de meses se instaló uno en medio de los tacos y de los bocinazos, en toda la esquina de Isidora Goyenechea con Vitacura. En esa esquina maldita donde miles de autos quieren cruzar todos los días para seguir por avenida El Bosque. Es el Eva Spa Urbano, un edificio blanco por fuera y por dentro: son blancos el piso, las mesas, las sillas, los sillones, las camillas para masajes, el techo, las paredes. El único detalle es que para llegar hasta aquí hay que pasar por el estrés del estacionamiento. ¿Estacionamiento de la calle Zurich? Es miércoles en la tarde y está lleno. Llamo al spa: ¿dónde me puedo estacionar? Me dicen que hay un estacionamiento un poco más abajo, por Vitacura, en un edificio de la CCU. Me meto, hay estacionamiento, pero varios pisos hacia abajo y después tengo que pagar más de mil doscientos pesos. Subo caminando por avenida Vitacura, con los tacos que se me meten en los hoyos de la vereda, los autos pasan demasiado rápido, el viento me pega en la cara. Llego estresada.

Pero, por dentro, el Eva Spa es como un oasis. Cero ruido de la calle, cero agitación, un milagro. Me hacen sentarme en un pequeño saloncito, donde hay varias buenas revistas para hojear. A los cinco minutos aparece la terapeuta, una joven y amable brasileña que me hará un masaje descontracturante y otro de relajación. Media hora cada uno, para probarlos. La sala era muy pequeña, a media luz, perfecta. Me puse boca abajo, con la cabeza sobre la camilla, y disfruté de las manos de esta brasileña. Pero el masaje descontracturante lo encontré bastante suave. Tanto que sin darme cuenta, ya había cambiado al de relajación. Pienso que más vale la pena escoger uno de estos dos de una hora completa, que los hay, porque además son de cuerpo entero, lo que es mucho más agradable. De todas maneras, después de estar una hora cabeza abajo en la camilla cuesta levantarse. La masajista me explicó que los masajes bajan la presión. Por eso, es mejor quedarse un rato sentada antes de irse. Porque yo, que salí al tiro, para variar apurada, me fui mareada calle abajo.

En resumen: A las que les gusta el ambiente urbano, práctico, rápido, la que trabaja por ahí cerca o quiere hacerse un masaje a la hora de almuerzo o simplemente hacerse las uñas, este lugar es ideal. Lo que sí, no tiene servicio para almorzar, aunque uno puede llevar un sándwich o una ensalada, siempre que no deje mal olor.

Buscando otro lugar nuevo, y que ofreciera un concepto un poco diferente, llegué al Spa One & Only, en la calle Luis Pasteur. Aquí pude dejar mi auto en la entrada del spa, hasta con cuidador. La entrada es a través de un deck de madera; piedras y bolones de río al costado, bambúes en línea; un edificio blanco, cuadrado, moderno, logra transportar. Adentro tiene un área dedicada al cuidado de las manos y los pies, muy amplia, luminosa, y en la terraza me instalé un rato a leer una revista, a la sombra de un gran árbol, un agrado. Al minuto se acercó una niña a ofrecerme si quería algo: un café, un té, una bebida. En la otra ala de la casa está el área del spa propiamente tal, con varias salas de masajes y una pequeña salita de espera donde uno se puede tomar un té con miel o agua fresca con especias, mientras aguarda el turno. Además, hay una pequeña fuente de agua, la luz es tenue, y si las masajistas no hablaran castellano, por sus atuendos, anchos pantalones tipo tailandés y blusas ad hoc, uno se podría sentir en otro país. La decoración también tiene un toque oriental y entre las batas de algodón, los inciensos, las velas y los aceites uno empieza prácticamente a levitar.

Partí con un facial: la "Exfoliación con sales del Mar Muerto", que se supone que limpia los poros y extrae las células muertas. Primero me limpiaron la cara y después vino la exfoliación, suave, rica, con cuello incluido. Lo que sí, como no quise sacarme la blusa, al final estuve todo el rato preocupada de que se me fuera a manchar. Moraleja: hay que sacarse la blusa. Después, con unas esponjas húmedas, me limpiaron de las sales y luego vino el masaje. Placentero también, pero breve; me quedé con gusto a poco. Es cierto que la cara me quedó suave e hidratada -que es lo que uno finalmente busca- pero estuve todo el día sacándome los restos de sal de la cara, de las cejas, de las orejas, de la orilla del pelo. Algo no recomendable. Pero no podía quedarme con esa impresión, así que decidí probar los tratamientos corporales: entre muchos tipos de masajes, piedras calientes y un cuanto hay, elegí el "Masaje de relajación con esferas chinas" junto con reflexología, que me habían recomendado mucho. Sonaba prometedor.

El masaje con esferas chinas se hace con la ropa puesta y no se ocupan cremas ni aceites. Son unas bolas plateadas que cuando se agitan emiten una música muy agradable. Con música suave, aroma a limón, la masajista -Ana María, una verdadera experta que lleva 35 años dedicada al tema-, me fue pasando las esferas primero por la cabeza, a un lado, al otro, luego el cuello, la espalda, las piernas, primero mirando boca abajo y después de espalda. Para no creerlo. Una delicia, que lleva a tal estado de relajación que uno se pierde en el tiempo, durmiendo y despertando varias veces durante la sesión. Ssólo se escuchan las esferas. Este placer dura una hora completa. Cuando llegó el momento de la reflexología, Ana María me tuvo que despertar para avisarme que iba a empezar el masaje de los pies con el aceite. Increíble, suave; otra hora de relajo total. Demasiado recomendable. Al terminar, Ana María me dice que si quiero puedo pasar al baño a ducharme y me indica el camino a una sala de baño enorme, con toallas blancas y suaves, con más jabones, más cremas y más cosas ricas para echarse encima. Además, no hay apuro. Las horas las dan con bastante margen para que las clientas se tomen su tiempo antes de irse. Como este lugar se puede transformar en un vicio, siguiendo la tendencia de los day spa internacionales, si uno avisa con anticipación le pueden preparar una ensalada o algo liviano para almorzar y pasar todo el día aquí sin preocuparse del hambre.

Spa de hotel

En este recorrido era imposible saltarse un spa de hotel, porque tienen fama de ser los mejores, acostumbrados a recibir a extranjeros exigentes. Por eso partí al Ako Spa, del hotel Hyatt. El que quiera sentirse en otro país, como viajando, tiene que venir hasta aquí. Por el uso de las maderas, las telas blancas, la música, los espacios amplios y los aromas exquisitos me acordé de un hotel con un spa fascinante que conocí en Malasia (The Andaman), hace varios años, cuando aquí todavía no existía este boom por el wellness. El Ako es un edificio independiente del hotel, y en el primer piso hay un moderno gimnasio con máquinas de alta tecnología, sauna y con vista a la piscina estilo laguna. Subiendo al segundo piso están las salas de tratamientos, que son cinco, todas decoradas con persianas y sillones de madera, velas, semillas y en el ambiente un suave olor producto de la aromaterapia. Las salas de masajes son grandes, con música ambiental, y tienen dos camillas para quienes quieran hacerse un tratamiento en pareja.

Aquí tienen que venir los fanáticos de los jacuzzi, porque muchos de los paquetes de "day spa" lo incluyen. Además, bajo este nuevo concepto se puede disfrutar del sauna y de la sala de máquinas durante todo el día. Yo elegí el paquete "Aromas", que incluye una exfoliación corporal, un baño de leche en el jacuzzi y un masaje de aromaterapia de 60 minutos. Estaba programada para estar dos horas en el spa. Para partir, la terapeuta -Elena- me dice que me saque toda la ropa. ¿Toda la ropa? Sí, toda, toda la ropa. Aunque suene un poco intimidante, Elena se las arregla para que esto sea lo más natural del mundo. Ella sale de la sala y me dice que la espere sobre la camilla tapada con la toalla que está encima. Perfecto. Luego empieza la exfoliación, con unos gránulos suaves que Elena va pasando por todo el cuerpo, de manera tal que va levantando por capas la toalla sólo en la parte que va necesitando. Primero una pierna, la tapa; la otra pierna, la tapa; la espalda, la tapa, y así sucesivamente. Agradable y corto. Luego levanta una toalla por delante de ella -así no ve- y uno se envuelve y pasa al baño, a la ducha. Las instrucciones son que después de sacarme las sales la espere dentro del jacuzzi que está ahí mismo, a media luz, y rodeado de velitas. Me explica que en el jacuzzi hay un extracto de leche que deja la piel como seda, y que hay personas que se quedan dormidas adentro durante media hora. Pero yo pienso que el jacuzzi es cosa de gustos y apenas estuve cinco minutos. Primero, porque el agua estaba tan caliente -hervía, prácticamente- que sentía cómo se me quemaba hasta el alma. ¡Elena, no se vaya, ayúdeme! Ella, rauda, puso a correr el agua fría y la tina se entibió al poco rato, menos mal. Y segundo, porque era tal la cantidad de espuma que formaban los chorros del jacuzzi que era imposible relajarse. Es más, tuve que estar aleteando todo el rato para que la espuma no me ahogara y no me entrara en las orejas y los ojos.

Agotada, transpirada y cero relajada preferí pasar de inmediato al masaje. Ahí sí que gocé. Un masaje completo, de pies a cabeza, con aceites deliciosos.

Siguiendo la onda medio oriental, continué en Kütralco Wellness Spa, también en Luis Pasteur, que lleva varios años dedicado a los masajes. Es una construcción de estilo moderno, revestida en madera, con sólo cuatro salas de tratamientos. Por dentro es acogedor, con alfombras turcas en el piso y otros detalles orientales en la decoración. En la pequeña administración venden algunas maravillas, como jabones, esencias y sales de baño hechos con ingredientes naturales y de aromas tan exquisitos como limón de pica, cedrón, matico o menta. También hay productos de aromaterapia.

Aquí no se dedican al tema de la belleza. O sea, no hay manicure, ni pedicure, ni tratamientos faciales. Lo que hay mucho son tratamientos con aromaterapia, piedras calientes, reiki y sesiones que combinan acupresión con masajes y aceites, hidrataciones y exfoliaciones corporales, y un largo etcétera. Bajo el concepto "day spa" hay un tratamiento de tres horas que combina un masaje de aromaterapia, un masaje aromastone (aromaterapia con piedras calientes) y un body wrap (hidratación corporal) o body scrub (exfoliación) o body nut (terapia de humectación con avellanas). Yo elegí el masaje Aromachampi, una terapia antiestrés de 30 minutos que se centra en la parte superior de la espalda, cuello, cabeza, cuero cabelludo y cara. Fue agradable y relajante, pero muy corto. En 30 minutos uno no alcanza realmente a relajarse. Además, antes de ir pregunté si el masaje de cabeza incluía aceite -porque tenía que volver a la oficina- y me dijeron que no. Pero cuando llegué hasta allá resulta que sí, que el mismo aceite que se usa para el masaje de hombros y cuello se usa en la cabeza, con lo que el pelo me quedaría espantoso. Pero la terapeuta se limpió las manos antes de comenzar en el cuero cabelludo, por lo que no sufrí tanto.

Después de tanto masaje, sentía que me faltaba un facial profundo. Algún tratamiento que hiciera algo por mis ojeras, por las arrugas que están apareciendo. Por eso fui hasta el D'Beauty Day Spa, famoso por sus faciales. Este spa es también peluquería y especialista en manos y pies. Porque el concepto que trabajan es que las clientas pasen allí una mañana completa o simplemente pasen a hacerse las uñas o a peinarse. Por eso cuando uno entra se encuentra con el bullicio propio de una peluquería, muchas mujeres, mucho secador, gente dando vueltas, y un pequeño bar para tomarse un café o una bebida o comerse un sándwich o una ensalada si se quiere permanecer por más tiempo. Pero hay un sector de esta casa de avenida Las Condes dedicado a los tratamientos más profundos, a los masajes corporales y los faciales. Está detrás de una puerta de vidrio, y en ese otro lado uno se olvida del bullicio. Elegí el producto estrella de este spa: el Facial de 4 capas, y como tenía poco tiempo pedí que simultáneamente me hicieran los pies. Fue un agrado: mientras me masajeaban la cara, con una luz especial que sólo alumbraba la zona de los pies, otra terapeuta me limaba las uñas y metía mis pies en una pequeña tina con burbujas que había puesto encima de la camilla. Aunque suene un poco raro, ellas me dijeron que están acostumbradas a hacer varios tratamientos juntos, para las que no tienen tiempo de quedarse mucho rato. En la cara el tratamiento es largo y delicioso: primero se hace una limpieza con un gel, luego viene una suave exfoliación, luego un vapor para dilatar los poros (como que uno se ahoga un poco, es cierto), una limpieza manual para sacar los puntos negros, luego un sérum con masaje y una crema hidratante con masaje. Al final viene la máscara de algas (y yeso) que se deja por unos minutos hasta que se seque. Todo se sella con otra crema hidratante. En total fue una hora y media de masajes faciales y mi piel quedó como nueva.


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