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Una resiliente que volvió a nacer

28 de Mayo de 2008 | 12:15 |
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-48 años, casada, ¿hijos?
“47 todavía” (y lanza una carcajada).

Loreto Salinas es una resiliente. La simpatía que la inunda no da cuenta del gran dolor de vida que la acompaña y por eso, sorprende que pueda abordar su mundo privado con apertura y tranquilidad.

Educadora de párvulos de la Universidad de Chile, con un magíster en educación y otra serie de especializaciones, se reinventó en todos los planos hace pocos años, después de enfrentar la muerte de su hijo mayor.

Hoy, acompañada de su marido, su hija de 21 y el concho de 10 años, ha puesto todas sus energías en el programa de la Fundación a la que llegó convencida de que era el momento de asumir, por primera vez, un cargo.

“A mí me costó mucho esto de tener el concho cuando ya tenía todo resuelto. Los mayores eran ya bastante autónomos y a ellos me dediqué mucho en una primera etapa, entonces cuando nació el tercero estaba en el momento en que me podía dedicar más a mis cosas, en mis proyectos, en hacer un libro”, cuenta.

Y agrega: “una vez en que ya lo asumí me dije este niño es sólo para disfrutarlo”.

-¿Y es sólo para disfrutarlo?
“Sí, es encantador, tiene unas habilidades sociales maravillosas, una autonomía increíble. Él se va en las vacaciones con mis hermanas y yo trabajo y le va muy bien, tiene una capacidad de adaptación admirable”.

-¿Haber sido parvularia te permitió dedicarte a tus dos hijos mayores?
“Sí, ese mundo te permite trabajar medio día; en una época incluso trabajé en un jardín en donde iba con mis hijos”.

-Y después te pasaste a la docencia, ¿por qué?
“Yo era feliz trabajando con los niños, el tema es que no me veía hasta los 60 años haciéndolo porque el trabajo con niños es de una exigencia física muy fuerte y eso hace que uno no tenga muchas posibilidades de desarrollar el mundo intelectual o se te restrinja mucho.
“Aunque trabajaba con ellos y tenía otros proyectos, me di cuenta que me costaba mucho poder hacerlo ya que era muy intenso y yo lo vivía intensamente. Así empecé a hacer clases de capacitación; descubrí que lo hacía bastante bien y tenía mucho que transmitir después de 20 años de trabajar con niños”.

-¡Alcanzaste a ser 20 años parvularia!
(Se le extiende una gran sonrisa en el rostro) “Sí, y el día que me fui, me fui. Siempre dije que no hay nada peor que trabajar en eso o en cualquier cosa sin incentivos o vocación. Siempre he sido muy consecuente con el sentido de mi trabajo; si no me gusta, no sigo y he tenido la posibilidad de hacerlo”.

-Aterrizaste este año en la Fundación, ¿cómo fue eso? Porque aterrizaste en el cargo.
“Fue posible porque siempre he sostenido que hay tres temas que mueven mi vida. El primero es educación, el segundo, pobreza y el tercero, infancia y este programa tiene estos tres pilares.
“Hasta el año pasado había estado trabajando, como asesora externa, en un proyecto piloto de la Fundación, sobre servicio comunitario. Así conocí bien por dentro el trabajo de esta organización y comparto su marco teórico”.

-O sea, ¿te fue fácil fluir hacia acá?
“Sí, y se le quería dar un enfoque más educativo que es lo que me apasiona. Además he trabajado harto en educación no formal. Lo pensé y dije este trabajo es para mí”.

-Y pasaste de la media jornada a la jornada completa.
(Se ríe) “E intensa; bueno igual tenía media jornada aquí, allá y más allá, o sea, tenía media en la ONG, un cuarto en la Arcis, y otro cuarto en la UMCE. La media jornada me encanta porque te da libertad, pero también creo que la vida te da oportunidades y uno tiene que tomarlas. Si no las tomas, tú las pierdes.
“Acepté finalmente asumir un cargo, porque siempre he tenido temor a las jefaturas ya que generan problemas, pero después asumí que tenía características que no sólo eran buenas para mí, sino que lo podían ser para otros; mi liderazgo es distinto y por eso dije bueno, voy y me la juego”.

Loreto asegura que su familia la apoya ciento por ciento; es más, quien más la impulsó y motivó porque era ‘su’ momento fue su marido, aunque ella reconoce que mucho tuvo que ver con haber pasado por el fuerte proceso de perder un hijo.

Hace tres años, el mayor –que hoy tendría 22 años- fue atropellado. “Siempre una muerte inesperada es traumática”, afirma.

-¿Cómo has podido sobrellevar tu duelo?
“Soy una convencida de la resiliencia, trabajé mucho en ello, hacía clases y capacitación en eso. Bueno, me tocó aplicarlo.
“Fue muy duro, pensé que no iba a poder hacer clases nunca más en mi vida; pararse a hablar de estas cosas habiéndolas vivido es muy distinto a hacerlo desde el marco teórico. Me reconstruí, fue como volver a nacer a la vida; y bueno, si te tocó esto, si este dolor es para siempre, me pregunté cómo se hace para vivir con este tremendo dolor y bien… y yá… y así estoy”.




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